La familia Shalit espera reconstruir su vida tras cinco años traumáticos
Este martes por la noche no fue la primera vez en la que el rostro y las palabras de Noam Shalit le dieron la vuelta al mundo.
Ahí estuvo de nuevo el padre de familia israelí frente a un mar de medios de comunicación, firme, alerta, con el mismo nervio, con la misma determinación e igual de consciente de la necesidad de difundir su mensaje como lo ha estado desde junio del 2006, cuando su hijo Gilad fue capturado por el movimiento de resistencia islámica Hamas.
Pero a diferencia de otras veces y tras 1,942 días de espera , anoche sí fue la primera vez en que Noam se dirigió a los medios de comunicación solicitándoles un ‘tiempo fuera’.
“Mi hijo está bien, está contento de estar en casa, pero le es difícil expresarse. Ha permanecido aislado durante muchos días, durante muchos años”, afirmo Noam, en un intento de hacer comprender a la prensa, a los funcionarios y a los propios habitantes del poblado de Mitzpe Hila que Gilad simplemente no está listo para pronunciarse en público.
“Valoramos todas las muestras de solidaridad y sé que Gilad tendrá la oportunidad de agradecérselos a todos en persona, pero en este momento, lo que queremos es reanudar nuestra vida normal lo antes posible”, dijo.
En la comunidad de Galilea, las luces de las cámaras se han apagado, los micrófonos se han silenciado pero en la casa de la familia Shalit, una nueva historia apenas empieza a escribirse, y de la fortaleza de esta familia como tal, dependerá mucho el desenlace de cada una de sus historias individuales, según dicen los expertos.
En entrevista con CNN, el psicólogo clínico David Senesh resaltó lo siguiente: “Esta no es la familia que (Gilad) dejó hace cinco años. Todos están envueltos en el trauma y lo que Gilad necesitará será un periodo de paz y privacidad para digerir la experiencia”.
Es verdad que Noam ya no tendrá que acampar frente a instituciones políticas o imprimir su angustia en cartas internacionales esperando poder ‘canjearlas’ por el regreso de su hijo. Pero el que viene será un periodo de grandes desafíos a nivel familiar, en que deberá velar tanto por la recuperación física de Gilad, que afirma, tiene heridas que no han sanado bien y sufre de desnutrición y de las consecuencias de la falta de exposición a la luz solar, como por el saneamiento emocional y psicológico del joven.
“Básicamente mi hijo salió de un hoyo negro, un oscuro sótano y se está enfrentando al mundo”, explico Noam el martes durante su discurso en público. “Solo nos ha dicho que en un principio las condiciones (en cautiverio) era difíciles y no fue particularmente bien tratado, pero que recientemente las cosas mejoraron. Estoy seguro de que con el tiempo nos contará más”.
Walter Busuttil, el director de Combat Stress, la organización de caridad británica de salud mental de los veteranos, recomienda que profesionales médicos monitoreen los patrones de sueño y cambios de peso de Gilad para ver si muestra señales de desorden postraumático.
Otra cosa que es importante, añade Busuttil, es que lo hagan sentir en control. “Lo que hicimos con los rehenes de Beirut fue darles un reloj. Fue quizá lo primero que le quitaron (a Gilad) y sería una de las primeras cosas que yo le daría: es darle una referencia para distinguir entre el día y la noche”.
Y serán precisamente las manecillas de un reloj las que determinarán si al final de cuentas existirán las condiciones necesarias a todos niveles y en todos los ámbitos para que padre e hijo logren dar vuelta a la página, hacer paz con el pasado, reconocerse y compartir juntos un futuro mejor.