Fallo del tribunal argentino lleva justicia a las víctimas de la dictadura
Marianela Galli esperó 34 años para que los hombres que asesinaron a su familia fueran castigados. El miércoles por la noche, en una corte llena, se enteró de sus destinos.
“Tenemos justicia, estas personas van a ir a la cárcel y finalmente podré caminar por las calles sin ello”, destacó.
Un total de 16 exmilitares argentinos recibieron sentencias que oscilan entre 18 años en prisión y cadena perpetua por su papel en los abusos de derechos humanos cometidos durante la dictadura argentina entre 1976 y 1983. Esta época sangrienta, cuando el ejército utilizó el secuestro, la tortura y el asesinato para silenciar a los disidentes, se conoce como la “Guerra Sucia”. La junta militar que duró siete años en el poder, reclamó un aproximado de 30,000 vidas.
Los padres de Marianela y su abuela son algunas de las víctimas.
El 12 de junio de 1977, Marianela –de 16 meses-, su madre Patricia, su padre Mario y su abuela Violeta, fueron secuestrado de su hogar en Buenos Aires. Fueron trasladados a la Escuela Superior de Mecánica de la Armada Escuela Naval de Mecánica Argentina, conocida como ESMA, el más grande y notorio centro de detención de los más de 350 que operaba el ejército argentino en esa época.
Después de tres días en cautiverio, el ejército liberó a Marianela y la entregó a la familia de su padre. Sus padre y abuela se quedaron en la ESMA, donde resistieron dos meses de tortura antes de ser drogados y, posteriormente, ser arrojados vivos desde un avión a las heladas aguas del Atlántico del Sur.
Miles perecieron en las “peleas a muerte” realizadas todos los miércoles y la mayoría de sus cuerpos nunca fueron recuperados.
“No tengo a mis padres conmigo. No tengo a mi abuela conmigo. Ellos cambiaron mi vida en contra de mi voluntad y no hay nada que pueda hacer”, comentó.
La historia de Marianela Galli es destacable, pero no única. Cinco mil personas pasaron por las paredes encubiertas de la ESMA. La mayoría nunca fue vista de nuevo.
El miércoles, la conclusión del juicio de dos años del ESMA brindó una sensación de desenlace a los familiares y amigos de las víctimas, de los cuales miles hicieron frente a las frías temperaturas de la primavera afuera de la corte para ver al juez dictar las sentencias en una gran pantalla de televisión.
“Tomaron muchos años para que este juicio ser realizara, pero afortunadamente, nuestro expresidente, Néstor Kirchner , asumió la causa de los derechos humanos. Ésa es la razón por la que estamos aquí el día de hoy”, dijo Tati Almeida, integrante del grupo de derechos humanos Madres de la Plaza de Mayo, cuyo hijo, Alejandro, fue “desaparecido” por el ejército.
Las marchas silenciosas llevadas a cabo por las madres y abuelas de las víctimas captaron por primera vez la atención mundial sobre las atrocidades que estaban ocurriendo en Argentina a finales de los setentas. Desde entonces, han continuado en sus esfuerzos por buscar justicia para las víctimas.
“Es un momento muy emotivo para mí. Me tomará varios días procesarlo. Esto debido a que desde los primeros relatos que di hace años hasta ahora, testificando y testificando repetidamente, finalmente tenemos las primeras sentencias”, dijo Munu Actis, una sobreviviente del centro de detención de la ESMA.
Mientras el juez Daniel Obligado leía las sentencias, los abucheos más fuertes se estaban reservando para Alfredo Astiz, excapitán de la Marina cuyo aspecto juvenil y actitudes embusteras, hicieron que se ganara el apodo de El Ángel de la Muerte Rubio.
Astiz se desempeñó como espía de la Marina, ganándose la confianza de activistas de derechos humanos y luego escogiendo a cuáles elegir para “desaparecer”. Astiz no se arrepiente de sus acciones, afirmando que simplemente seguía órdenes.
“Esto no es justicia, es linchamiento”, dijo poco tiempo antes de ser sentenciado.
Astiz fue condenado a cadena perpetua por su papel en las muertes del reconocido escritor y periodista argentino, Rodolfo Walsh, las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, y Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres de la Plaza de Mayo .
Mario Galli, el padre de Marianela, surgió de las filas de la marina junto con Astiz antes de decidir dejar el ejército por sus crecientes tácticas violentas. Fue una decisión que al final le costó la vida.
Una corte francesa sentenció a Astiz a cadena perpetua en 1990 por el secuestro y asesinato de las dos monjas francesas. Pero siguió en libertad durante más de una década. Por muchos años, lo protegió una ley de amnistía en Argentina que le brindaba inmunidad a exmilitares respecto a cargos por abusos de derechos humanos.
Marianela recuerda haberlo visto una noche en 1998 cuando trabajaba como mesera en un restaurante de Buenos Aires. Asitiz llegó a la 1 AM y ordenó un café.
“Me sentí absolutamente impotente cuando lo vi. No podía creer que a este hombre que había ayudado a matar a mis padres se le permitiera estar libre”, señaló.
El juicio de la ESMA fue uno de muchos que se llevaron a cabo en Argentina. Leyes de amnistía que protegía a exmilitares fueron derogadas en el 2005 bajo el liderazgo del fallecido presidente Néstor Kirchner . Su esposa y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, también ha sido una promotora de llevar a juicio a exoficiales. Esta iniciativa de derechos humanos ha ayudado a reforzar el apoyo a Fernández, quien fue reelecta el 23 de octubre para un siguiente período de cuatro años con una votación a favor del 54%.
“Los Kirchner son los que han hecho posibles estos juicios y estoy eternamente agradecido por ello”, dijo Jorge Morresi tras conocerse la sentencia del miércoles. Su primo fue “desaparecido” en 1977.
Llevó más de una hora leer las sentencias de los oficiales. Cuando acabó, miles de personas que estaban afuera de la corte se abrazaron, lloraron, bailaron y cantaron.
Mientras abrazaba a su tía Mónica, quien la crió tras la muerte de sus padres, Marianela Galli reflexionó sobre el día histórico que tanto tiempo esperó.
“Esta es una sensación distinta. Estoy triste y a la vez muy contenta porque la justicia vendrá finalmente”.