El gas lacrimógeno regresa a la Plaza Tahrir con las nuevas protestas
Es martes y los primeros rayos de sol caen sobre El Cairo central, mostrando a miles de manifestantes durmiendo en los jardines, aceras y calles de la Plaza Tahrir.
Durante toda la noche anterior, escaramuzas hicieron estragos en las calles y en los oscuros callejones a unos cuantos cientos de metros de distancia. El flujo constante de ambulancias saliendo de Tahrir fue una trágica señal de la violencia por los disturbios políticos en Egipto.
La mayor parte de los manifestantes eran hombres jóvenes egipcios; una gran cantidad eran adolescentes.
Mahmour Radwan, un estudiante de ingeniería de 22 años, viajó el martes a El Cairo desde Alejandría, la segunda ciudad más grande de Egipto, con dos de sus amigos, sólo para unirse a las protestas.
“Disculpe señor, nosotros no empezamos este desorden. Ellos lo iniciaron cuando asesinaron a 35 personas y los pusieron en la calle”, dijo Radwan, apuntando en dirección a la policía antidisturbios, la cual disparaba gas lacrimógeno desde una ubicación a no más de aproximadamente 500 metros de distancia. “Ellos empezaron, no nosotros”.
De acuerdo con las más recientes estadísticas de Ministerio de Salud, hasta el lunes por la noche por lo menos 29 personas habían muerto en los tres días de violencia.
Al igual que Radwan, muchos de los manifestantes estaban equipados con mascarillas quirúrgicas y otras mascarillas rudimentarias en un vano intento por protegerse de las nubes de gas lacrimógeno que constantemente se desprende en forma de humo desde calles paralelas, donde el martes los manifestantes continuaron sus violentos enfrentamientos con la policía antidisturbios.
De estas calles, motocicletas transportaban manifestantes heridos hacia improvisados centros de primeros auxilios, en la Plaza. Médicos y voluntarios atendieron a los jóvenes mientras tosían y vomitaban sobre la acera. Montones de material de primeros auxilios, al parecer en su mayoría donados, ya se habían acumulado para apoyar el movimiento de protesta.
A pesar de la ocupación de la Plaza Tahrir por parte de los manifestantes, el martes por la mañana los trabajadores todavían concurrían en Mugama Tahrir, el enorme edificio gubernamental con vista a la Plaza. No todos apoyaron el renaciente movimiento de protesta.
El trabajador del municipio, Moatez Farid, culpó tanto al consejo militar de gobierno egipcio como a los enfurecidos manifestantes por los últimos espasmo de violencia.
“Estas personas están enojadas con el sistema”, dijo, señalando a las decenas de hombres jóvenes durmiendo en sábanas, frente al enorme edificio municipal. Acusó al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas –el cual ha gobernado Egipto desde hace nueves meses cuando el presidente Hosni Mubarak fue destituido– de cometer los mismos errores que el exgobernante.
“Ya sabe, Mubarak lo hizo tarde y poco”, comentó Farid, invirtiendo la cotidiana expresión en el habla inglesa. "Lo mismo pasó con el ejército... tarde y poco”.
En el frente de los combates callejeros, los manifestantes se turnaban para aventar piedras a la policía antidisturbios protegida con cascos, la cual estaba a escasos 150 metros de distancia. Cada pocos minutos, la policía disparó latas con gas lacrimógeno en contraataque a los manifestantes. En una calle paralela llena de escombros, soldados del ejército desenrollaron alambre de púas. Varios manifestantes controlaron a la multitud y la desviaron para enfrentarse con los soldados, en lugar de centrarse en la policía.
Mujeres jóvenes estaban por ahí, cargando botellas de agua y una solución para ayudar a atender a los abrumados por los efectos del gas.
Mientras los periodistas caminaban entre los tumultos, manifestantes corrían blandiendo cartuchos de escopeta usados y latas con gases lacrimógenos.
Una de las latas de gases lacrimógenos tenía marcas que claramente la identificaban por haber sido fabricada en Jamestown, Pennsylvania. “Hecha en EU, hecha en EU”, gritaron varios de los jóvenes.