¿Por qué el juez español Baltasar Garzón causa tanta división?
En sus 22 años en el banquillo, el juez español Baltasar Garzón ha cosechado muchos admiradores por su innovador trabajo en los casos internacionales de derechos humanos, pero también muchos enemigos, entre ellos sospechosos que ha encarcelado y políticos a los que ha ofendido.
Por ello, tras la decisión de la autoridad judicial de España de suspender a Garzón del banquillo por presunto abuso de poder, por lo que estos días se someterá a juicio en el Tribunal Supremo, el juez asistió a un evento en Madrid, donde una multitud de cámaras de televisión y reporteros lo esperaban.
“Lo estoy enfrentando con calma, a sabiendas que soy inocente”, dijo Garzón a los reporteros entonces. “Y como respeto la ley, aceptaré la decisión y seguiré con mi defensa para que la verdad se esclarezca totalmente”, dijo.
No es ajeno a los medios de comunicación, y algunos españoles consideran su estilo personal, con frecuencia descrito como extravagante, como inapropiado para un juez.
La suspensión de Garzón se debió a la acusación por presuntamente exceder su competencia judicial en su investigación de las violaciones a los derechos humanos cometidas en el gobierno del exdictador español, Francisco Franco.
La salida del juez de su puesto en la Audiencia Nacional generó un fuerte apoyo público al juez, tanto en España como en el extranjero, como en Argentina, cuyos regímenes militares investigó Garzón, así como los abusos cometidos contra los derechos humanos.
Su caso más famoso internacionalmente hablando fue el emprendido contra el exdictador chileno Augusto Pinochet, el cual inició en 1998, cuando Pinochet fue arrestado en un hospital de Londres por una orden de Garzón.
Muchos en España consideraron que, tras las investigaciones en Argentina y Chile, el siguiente paso lógico sería el más oscuro tabú de todos: la dictadura de Franco. Las fosas comunes ya estaban siendo desenterradas por gente en busca de los restos de sus familiares cuando Garzón se involucró hace unos años.
Pero entonces aparecieron sus enemigos, un grupo de extrema derecha llamado Manos Limpias, que denunció que Garzón sabía que existía una ley de amnistía en España que aprobaba la muerte de Franco, en 1975, y por lo tanto el asunto era intocable. España debería seguir adelante, y no revivir su doloroso pasado, argumentaba la asociación.
Pero Garzón no sólo irritó con las investigaciones a los viejos recalcitrantes franquistas. Una serie de conservadores recuerdan muy bien la postura abierta de Garzón contra de la guerra de Iraq, cuando el entonces conservador primer ministro de España, José María Aznar, respaldó al presidente Bush.
Años atrás, Garzón también irritó a muchos socialistas. En los años 90, trabajó para un gobierno socialista antes de abandonar el cargo para regresar a la corte e investigar irregularidades en las que estaban inmiscuidos algunos socialistas.
Nacido en una humilde familia de campesinos entre los olivares del sur de España, Garzón trabajó en una gasolinera para ayudar costear sus estudios en la escuela de leyes.
Como juez de instrucción, ha perseguido al violento grupo separatista vasco ETA, a Al-Qaeda, a narcotraficantes y a funcionarios corruptos que han recibido sobornos.
Pero cuando llegó el momento de buscar votos entre la autoridad judicial de España para evitar la suspensión, no le alcanzó.
Como cuando salió de su despacho la Audiencia Nacional por última vez y lanzó un beso hacia la multitud congregada para apoyarlo, unas 200 personas se congregaron este martes a las puertas del Tribunal Supremo para manifestar su indignación ante un juicio que podría poner fin a la carrera del juez.