El presidente de Venezuela minimiza las opciones de sus opositores
Cuando un precandidato de la oposición retó al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a un debate el mes pasado, su respuesta fue: “Águila no caza mosca”.
El reto lo propuso María Corina Machado, que escogió una ocasión clave para retar a Chávez: la Asamblea Nacional de Venezuela (de la que él es miembro), un evento anual, transmitido en vivo en televisión nacional.
“El tiempo se ha acabado”, dijo Machado ante el impacto de los miembros de la asamblea. “Es tiempo para una nueva Venezuela. Usted debería aceptar debatir, señor presidente”. En respuesta, Chávez sugirió que primero ganara las votaciones primarias. “Eso es lo que usted debe hacer. No se encuentra realmente a mi nivel para debatir conmigo”, dijo calmadamente Chávez.
Para el presidente, quien ha estado en el poder por 13 años, minimizar a la oposición como débil es parte de su estrategia política. Su término favorito para referirse a sus oponentes es “escuálidos” por marginados y poco convincentes.
Con una combinación de programas populistas y un control centralizado de su agenda socialista, la ecuación de poder en Venezuela ha permanecido igual la mayor parte del tiempo de la administración de Chávez. Pero esa ecuación puede estar cambiando.
En estas semanas, Henrique Capriles Radonski, el gobernador de 39 años del estado de Miranda, ha revolucionado la escena política de Venezuela. Las encuestas demuestran que Capriles es el único candidato que realmente tiene una oportunidad de vencer a Chávez en las elecciones presidenciales del 7 de octubre.
Se espera que gane por mucho las primarias de la oposición este domingo y que forme una coalición en contra del titular del poder ejecutivo venezolano. “Ésta no es la hora de la derecha o de la izquierda. Esta es la hora de Venezuela”, dijo hace días en un mitin.
El miembro fundador del Partido Primero Justicia se define a sí mismo como un candidato de centro-izquierda, y apoya políticas parecidas a las del expresidente de Brasil, Luiz Inácio da Silva, con la idea del Estado orientador, pero que no ofrece limosna.
Capriles, exabogado, fue alcalde de Baruta, municipio a las afueras de Caracas, antes de ganar la gobernatura de Miranda, que colinda con la capital de Venezuela. También fue el vicepresidente más joven del ahora extinto Congreso del país. Su eslogan de campaña es Hay un camino y constantemente invita a la gente a subirse al Camión del Progreso.
Parte de su encanto es que habla de unas “instituciones sólidas de gobierno” y de una rama judicial que trate a “todos los venezolanos con igualdad ante la ley”. Chávez ha sido acusado de serle totalmente fiel a sus seguidores y de promover patrocinios a costa de sus enemigos políticos y del resto del país.
El mes pasado, Capriles, cuyos abuelos eran sobrevivientes polacos del Holocausto, hizo una alianza con Leopoldo López, un gran candidato de la oposición. López, del Partido de Voluntad Popular, abrazó a Capriles en un mitin donde había seguidores de ambos candidatos.
“Te estoy diciendo, Henrique, mi hermano, que tú serás el próximo presidente de Venezuela”, dijo con energía López. Esta alianza supuso un empujón para Capriles y su porcentaje de aprobación, que actualmente está en un 56%.
Capriles entró en la escena nacional durante un motín en 2002 en la Embajada de Cuba en Caracas. El gobierno de Chávez lo acusó de haber provocado el disturbio y lo encarceló por cuatro meses, pero las cortes terminaron por absolverlo.
Aparte de Capriles y Machado, también siguen en la contienda presidencial el gobernador del estado de Zulia, Pablo Pérez, y el economista y diplomático Diego Arria, y el líder laboral Pablo Medina. Pero las encuestas demuestran que su porcentaje de aprobación está mucho mas abajo que el de Capriles.