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Egipcio: "Nos enamoramos de la revolución, pero fue una trampa"

Millones de egipcios que apoyaron las protestas ven con nostalgia el pasado ante la falta de cambio social y político del país
mié 23 mayo 2012 11:40 AM
Reuters
Egipto-Protesta-Reuters Reuters

Nota del Editor: De cara las históricas elecciones presidenciales en Egipto de esta semana, la productora de CNN Salama Abdelaziz regresó a su natal El Cairo y relata las reacciones de los egipcios a la revolución que depuso el año pasado al viejo gobernante Hosni Mubarak.

EL CAIRO, Egipto (CNN) — Un vendedor de frutas egipcio con el rostro dañado por el tiempo y el clima lo dijo de la mejor manera: “La revolución fue como una mujer hermosa. Nos encantó, nos enamoramos y matamos al tirano para casarnos con ella, pero sólo fue un truco, otra carga para nuestro pesado cargamento, y nos estamos desenamorando”.

Paseando por primera vez en cuatro años a través de las calles de mi natal El Cairo, puedo ver la desilusión en todos los rostros. Desde las filas en las gasolineras hasta las multitudes en los metros públicos, cada egipcio se nota agotado y decepcionado.

La Plaza Tahrir, el epicentro de la revuelta del año pasado, ahora también se ve deprimente. El ícono de rebeldía se ha reducido a un espacio libre de arena seca y unas pocas tiendas de campaña deterioradas. Como un conductor me dijo, “si quiere drogas, hachís o alquilar a un matón, vaya a la Plaza Tahrir”.

El legado de la revolución ahora vive en las calles, en donde la falta de seguridad se traduce en que muchas mujeres se sienten menos seguras y son menos propensas a salir de sus hogares por sí solas después de la puesta de sol.

Vive en los sitios turísticos abandonados y en los hoteles de cuatro estrellas, donde los gerentes, con sólo un 20% de ocupación del hotel, se esfuerzan por mantenerse a flote entre un sinfín de huelgas de trabajadores y un clima de incertidumbre económica.

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Vive en los cafés, donde los jovencitos rechazan enojados a nuestras cámaras, cansados ​​de ser el centro de las miradas, irritados con la atención y al parecer avergonzado con la revolución que alguna vez fue un una cuestión de orgullo.

Un voto versátil

El Cairo es a la vez familiar e irreconocible desde mi última visita a la ciudad, en 2008, cuando mi abuela me exigió destruir un panfleto sobre los derechos de los trabajadores por temor a que las autoridades egipcias me acosaran.

Esta vez, antes de que incluso pueda terminar haciendo una pregunta sobre elecciones, mi familia estalla en un frenético debate; cada uno de sus integrantes defiende a un candidato diferente y se atacan entre sí para apoyar la “fellul”, o los remanentes del viejo régimen.

No obstante, nadie parece seguro de su lealtad a algún candidato en particular, e incluso el más débil de los argumentos o los rumores más extraños pueden cambiar la opinión de la gente de la noche a la mañana.

En un parque en el elegante barrio de Zamalek, el activista Jawad Nabulsi le pregunta a un vendedor de billetes, “¿por quién va a votar?”. El hombre de mediana edad responde, “Shafik”, candidato presidencial y exprimer ministro durante los últimos días del régimen de Hosni Mubarak.

Descontento con la respuesta, Nabulsi le pide votar por el candidato islamista moderado Abdelmonen Abol Fotoh. “Si de verdad crees que es mejor, entonces votaré por él”, responde el vendedor de boletos.

Los versátiles electores egipcios repiten la escena todos los días en autobuses y oficinas. Así que cada mañana, parece que habitantes han elegido a un presidente diferente para abandonarlo al día siguiente. Esto ha dejado a los analistas y a los ciudadanos por igual sin ninguna expectativa clara sobre quién va a ganar las primeras elecciones libres en Egipto.

La indecisión de la población recae en su limitado rango de candidatos, lo cual esencialmente deja a los electores con candidatos punteros que, o bien son exintegrantes del régimen de Mubarak o bien son islamistas.

“Es como si todos estos años hubiéramos tenido a estos jugadores de fútbol sentados en la banca, y ahora que los vemos en el campo de juego podemos ver todas sus debilidades y fallas”, dijo un estudiante en una cafetería del centro.

El país de 81 millones de habitantes parece estar tan distraído con quién tiene el balón de fútbol, ​​que muchos de ellos desconocen por completo cuál es o en dónde está ubicada la meta principal para el futuro de Egipto.

El día que Mubarak dimitió en febrero de 2011, yo lloraba en la sala de redacción de CNN, sintiendo que por primera vez mi pueblo, tullido por 30 años de dictadura, no sólo podía caminar, sino correr hacia la libertad.

Pero algunos egipcios han reducido sus expectativas, al pasar de la consigna revolucionaria de “pan, libertad y justicia social” a la afirmación en bajo tono de “sólo déjanos vivir”.

El movimiento revolucionario, fragmentado bajo la presión de la reconstrucción del país, fracasó en crear una coalición unificada o una estrategia clara después de la revolución.

“Sé que en estos momentos odian a los revolucionarios. El país nos culpa de todo, y al mismo tiempo hemos visto tanta sangre que nos sentimos en conflicto como para llamar a la gente a manifestarse”, dijo la manifestante y bloguera Sara Abdelrahman.

Algunos egipcios dicen que la situación se ha deteriorado. “¡Todo está peor!” El precio de todo se ha incrementado. La gente no puede ganarse la vida. No podemos comer. La situación es horrible, y las dificultades son mayores”, dijo una mujer en una estación del metro de El Cairo.

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, blanco del enojo de muchos manifestantes, ha prometido entregar el poder ejecutivo a un presidente civil a finales de junio, completando así la transición hacia un gobierno libremente elegido a casi 16 meses que empezara la revolución.

Lejos de los pañuelos en la cabeza y las barbas musulmanas que dominan las calles de El Cairo, mujeres manifestantes ataviadas en jeans y con pelo suelto dijeron que la revolución está en marcha, pero reconocieron que la caída del régimen de Mubarak todavía debe mucho a Egipto.

“Nada cambia de la noche a la mañana. Las fuerzas armadas robaron la revolución, y luchamos por recuperarla”, dijo Amal Bakry, integrante del grupo No Juicios Militares para los Civiles. “Pero vamos a seguir luchando y combatiendo al régimen hasta que sea liberado el último rincón del país”.

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