Trabajo infantil en Guatemala: cuando la escuela queda lejos de la rutina
Sergio Reynoso tiene 13 años, hace tres huyó de su pueblo, San Marcos, en la frontera de Guatemala con México, para trabajar en una venta de carne donde ganaba dos dólares por día. Desde hace un año, vende ollas en un mercado de la capital de Guatemala de ocho de la mañana a cinco de la tarde.
Él es uno de los menores trabajadores de Guatemala, con la cifra más alta de trabajo infantil de Centroamérica, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Con una población de cerca de 15 millones, más de medio millón de niños de entre cinco a 14 años trabajan en el país, en muchos casos arriesgando la vida. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de Guatemala, la mitad de los niños que trabajan son indígenas mayas que migran de sus pueblos a ciudades dónde obtienen trabajos con sueldos muy por debajo del salario mínimo del país, unos 8.7 dólares por día. En América Latina, un 10% de los menores trabajan.
Sergio no descansa ni un día y gana 3.5 dólares por jornada. La mitad de lo que gana cada mes lo envía a sus padres, que cosechan maíz y frijol para sobrevivir. La otra mitad la gasta en ropa y zapatos. El lujo es ir al cine o pagar una entrada para un partido de fútbol de la liga nacional cada 15 días.
Él dice que tiene suerte porque encontró empleo. “En un tiempo, me iré a Estados Unidos para ganar más dinero. Espero también tener suerte y encontrar rápido trabajo”, dice Reynoso.
El menor vive con su empleador a 30 minutos del mercado en el que venden. Se despierta todos los días a las cinco de la mañana, y aunque sólo fue contratado para vender, debe trasladar más de 300 ollas que son exhibidas en una sala de ventas improvisada a la orilla de la calle.
“Tengo suerte —repite— porque ellos me dan desayuno y almuerzo por la ayuda que les doy en la mañana. En el otro lado donde trabajaba —en el que ayudaba a matar y a cortar cerdos— no me daban nada”, relata. Para él “suerte” es tener comida y trabajo, y estudiar es algo tan lejano y difícil como su próxima meta: Estados Unidos.
Esclavas domésticas
Otros niños sufren explotación y están expuestos a riesgos. De acuerdo con el INE de Guatemala, más de 17,000 niñas de siete a 14 años laboran en trabajos domésticos dónde se han convertido en una especie de esclavas al no pagarles su sueldo completo ni darles días de descanso. En casos extremos, son expuestas a maltratos, golpizas y abuso sexual.
La Asociación de Empleadas Domésticas de Guatemala ha emprendido una lucha en el Congreso del país para que se ratifique el convenio 189 de la OIT, que les garantiza acceso al seguro social, un sueldo mínimo y prestaciones laborales.
Un paso más en el drama de los trabajadores infantiles son los cerca de 3,700 que trabajan en fábricas clandestinas de fuegos pirotécnicos, de cohetes y bombas, que a diario enfrentan la muerte por la manipulación de pólvora y otros componente químicos.
Juan Nicolás, de 10 años, no trabaja con pólvora, pero corre peligro: un grupo de adultos que limpia botas lo siguen todos los días para que se aleje de una plaza en la capital del país adonde llegan empleados del gobierno a lustrar su calzado. Él tiene que luchar para ganar clientes y se arriesga a ser golpeado.
“Tengo que trabajar para tener dinero porque murieron mis papás”, dice Nicolás. Vive con dos de sus hermanos y otros jóvenes, que trabajan en la calle vendiendo artículos para celulares o limpiando zapatos. Él huyo de su pueblo cuando su padre murió por alcoholismo y su madre fue asesinada en la feria. Ahora entre todos pagan la renta de una casa fuera la ciudad y todos los días viaja en autobús para llegar en calles cercanas de la Plaza de la Constitución. Asegura que seguirá limpiando zapatos hasta que consiga otro trabajo o cumpla su sueño de ser sastre.
Millones en el mundo
Con motivo del Día mundial contra el Trabajo Infantil, la Organización Internacional del Trabajo denuncia que 215 millones de niños trabajan en el mundo. La agencia especializada de las Naciones Unidas insta al cumplimiento del derecho de todos los niños a ser protegidos del trabajo infantil y de otras violaciones de sus derechos humanos fundamentales. La exposición a maltrato físico, psicológico o moral puede causarles daños para el resto de sus vidas.
La OIT advierte que, "al entrar en el mercado laboral prematuramente, se les priva de la educación y capacitación necesarias para que ellos, sus familias y sus comunidades salgan del ciclo de pobreza en que se encuentran".
En América Latina y el Caribe en los últimos años se ha reducido "sustancialmente", 5,7 millones de niñas y niños trabajan, según la OIT. La mayoría trabaja en la agricultura, pero miles de ellos laboran en otros sectores de "alto riesgo", como la minería, los basureros, el trabajo doméstico, la cohetería y la pesca. La agencia destaca que los menores indígenas suelen ser "los más pobres entre los pobres", padecen la discriminación y la falta de acceso a los servicios sociales.