Los presos brasileños pedalean y leen para reducir sus condenas
Durante horas, Ronaldo Marcelo Wanderlei da Silva pedalea en una bicicleta fija por una causa. Pero no es una bicicleta común, ni una causa común.
Da Silva está preso en la cárcel de Santa Rita do Sapucai, Brasil, cerca de Sao Paulo. Él es parte de un grupo de presos a quienes les han dado la oportunidad de reducir sus penas al ejercitarse en bicicletas fijas personalizadas, conectadas a baterías de automóviles que se cargan mientras pedalean. Las baterías son empleadas para dar energía al alumbrado público de la plaza local.
El programa sólo existe en esta prisión, pero no es la primera iniciativa novedosa para el sistema penitenciario brasileño.
La idea del programa de pedalear se le ocurrió a Jose Henrique Mallmann, juez de Santa Rita do Sapucai, quien al buscar en internet cómo conseguir fuentes de energía limpia, halló la historia de un gimnasio estadounidense cuya energía es obtenida de la actividad de sus usuarios en la bicicleta.
En su pequeña ciudad, fue fácil adaptar la idea y ponerla en práctica en la cárcel local, dijo.
El programa ofrece una especie de justicia, dijo. La mayoría de los presos en algún momento privaron de un sentido de seguridad a sus víctimas. Ahora, ofreciendo energía limpia para iluminar la plaza de la ciudad por la noche, ellos proporcionan esa sensación de seguridad.
“Esto ha sido muy bien recibido. Estamos muy satisfechos con la reacción de la gente”, dijo Mallmann.
Las cárceles brasileñas están sobrepobladas. Según datos de diciembre de 2011 del Ministerio de Justicia, están al 167% de su capacidad. Y la población carcelaria se ha más que duplicado desde 2001.
No obstante, las nuevas iniciativas encuentran formas creativas para abordar estos asuntos, ayudando al mismo tiempo a los presos y a la sociedad.
Otro programa reciente —éste a nivel federal— permite a los presos reducir su condena a través de la lectura de libros. La idea es ayudar a que los presos estén mejor preparados para el éxito cuando se reintegren al mundo exterior.
Por cada libro que lean, los presos reducen cuatro días su condena, hasta un total de 48 días al año, según establece la nueva ley. El programa, conocido como Redención mediante la lectura, obliga a los reclusos a escribir un reporte de lectura. La ley incluso llega a especificar que estos reportes deben estar escritos de forma clara y no deben desviarse del tema del libro.
Entre los libros disponibles para los presos están clásicos de la literatura y tomos científicos y filosóficos, entre otros.
“Existe una crisis alarmante en el sistema penitenciario”, dijo Leonardo Schmitt de Bem, profesor brasileño y experto en derecho penal. “Son muy interesantes la propuestas de este tipo, las cuales reducen las penas y le dan una base social y cultural a la gente”.
El programa de lectura aborda el problema de sobrepoblación y proporciona a los presos una base cultural, dijo. La lectura es una herramienta importante debido a que un gran porcentaje de los presos brasileños provienen de contextos de pobreza y cuentan con escasa educación.
El 46% de los presos brasileños han completado menos de nueve años de educación básica, y un 5% —26,000 prisioneros— son analfabetos.
La nueva ley ofrece a los presos algo que hacer y los prepara para luego reintegrarlos a la sociedad, "es una medida necesaria dada la crisis carcelaria en Brasil", dijo de Bem.
El programa existe desde hace varios años, pero fue publicado en la ley apenas el mes pasado. Se trata de una iniciativa “pionera”, dijo de Bem, pero tendría un impacto mucho mayor si se aplicara en todas las cárceles, no sólo en las federales, las cuales contienen solamente una fracción de los presos nacionales.
En Santa Rita do Sapucai, Mallmann dice tener sueños más ambiciosos que el tener a los presos produciendo energía para el alumbrado, e imagina un sistema en el que la energía de las baterías sea convertida en electricidad para ser utilizada como luz en los hogares.
En el corto plazo, el objetivo es proporcionar corriente a toda la plaza de la ciudad con la energía limpia producida por los prisioneros.
Actualmente, hay cuatro bicicletas que requieren 10 horas de pedaleo para cargar completamente una batería. La energía es suficiente para alimentar 10 lámparas del alumbrado público, de las 34 que alumbran la plaza.
Las autoridades esperan aumentar a 10 el número de bicicletas en un futuro próximo, dijo Mallmann.
Por cada 16 horas de pedaleo, los presos reducen un día sus condenas, sin un límite máximo en lo referente a cuánto puedan pedalear, dijo.
Da Silva, el preso en la cárcel de Santa Rita do Sapucai, dijo que en un primer momento la población carcelaria no sabía qué hacer con las bicicletas fijas, pero ahora calcula que alrededor del 80% de los presos quieren participar.
“Empecé a conocer más sobre el proyecto y sólo entonces comprendí lo importante que es para la ciudad”, dijo.
Por ahora, existen dos equipos de cuatro presos que fueron seleccionados para participar, debido a su buen comportamiento.
“El proyecto es muy bueno para los prisioneros; muestra el bien que pueden hacer”, dijo.
Da Silva está cumpliendo una condena de cinco años y medio por asalto, y ha eliminado 20 días de su sentencia desde que empezó a pedalear hace dos meses, dijo.
El hombre de 36 años dijo que el rato que pasa en la bicicleta también le da tiempo para reflexionar sobre su situación.
Mientras pedalea, “pienso en mi encierro , en mi libertad, en mi esposa, mis hijos”, dijo.