Las caras del Ejército Sirio Libre: del pacifismo a la insurgencia armada
Mohamed Rashid salió de la puerta de su casa con una mancha de sangre en su camiseta blanca. “¡Esta es la sangre de un mártir! ¡De un héroe! ¡De un león!”, gritó. “Esta es su sangre. ¡Es pura!” Apenas horas antes, Rashid se enteró de que su hijo, Abdul, murió en combate en la ciudad siria de Alepo.
Housam Abdul Rashid era un desertor del Ejército de 22 años. También fue el cuarto hombre de su pequeña aldea de la montaña en morir luchando contra los rebeldes.
El joven Rashid es una de las víctimas de la ofensiva que desde hace cinco días llevan a cabo los rebeldes en Alepo, la capital económica del país. Otro rebelde, quien pidió ser identificado como “Khorshi”, debido a que su esposa e hijos siguen viviendo en Alepo, describió la forma en que su compañero fue asesinado por un helicóptero de combate mientras subía a un tejado.
“La especialidad de Housam era tirar desde lejos”, dijo Khorshid. “Subió al tejado y un helicóptero de combate lo mató. Otro combatiente de Alepo murió junto a él. Estaba a sólo cuatro metros de distancia cuando ocurrieron los hechos”.
Khorshid dijo que el viernes pasado los rebeldes montaron su ofensiva en Aleppo, dos días después de que una bomba mató a cuatro altos funcionarios sirios de seguridad.
Los comandantes y combatientes rebeldes afirmaron que lograron avances, sobre todo en el barrio de Salahuddin. Pero también fue evidente que sufrieron bajas. Lo que comenzó hace 17 meses como un movimiento pacífico de protesta se ha convertido en una insurgencia armada en pleno derecho. Han surgido innumerables batallones rebeldes con nombres como “Escudo del Batallón de Idlib” y “Brigada Libertad”, así como consejos de fuerzas armadas rebeldes en las grandes ciudades.
Las milicias rebeldes están compuestas en gran medida por soldados desertores, pero también hay muchos civiles, entre ellos estudiantes, comerciantes, agentes de bienes raíces, e incluso miembros del gobernante partido Baath, del presidente Bachar al Asad.
Ahmed Habib pasó una década trabajando como burócrata con la rama del partido Baath establecida en Aleppo. Ocho meses después de unirse a los rebeldes, ahora iba vestido con un improvisado uniforme militar, portando sobre sus hombros un rifle de asalto de fabricación belga.
“Cuando Bachar al Asad se convirtió en presidente, deseamos tener una nueva democracia”, dijo, cuando se le preguntó acerca de sus años de servicio con el partido Baath. “Queríamos tener libertad para el pueblo, pero eso nunca ocurrió. Solo obtuvimos coches nuevos y computadoras. Es decir, nada”, maldijo en inglés.
“Le decimos a Bachar al Asad que muy pronto estaremos en Damasco, en el palacio del presidente, lo prometemos”, dijo Habib. “Tiene que escuchar eso y tiene que irse, de lo contrario lo mataremos”.
Habib acampaba en una escuela en la provincia siria de Idlib, que convirtieron en un cuartel para los rebeldes de la Brigada de Halcones Sirios.
El líder del grupo, Mustafa Abdullah, afirmó que dirige a 600 hombres. A pesar de que insistió en que todos sus combatientes eran sirios, por lo menos un hombre armado se presentó ante CNN como ciudadano de Turquía. Se escuchó a combatientes decir al turco que no hablara con los periodistas en su idioma natal.
Mientras tanto, habitantes de la aldea en la que los Halcones Sirios tenían su sede dijeron que también había combatientes de varias nacionalidades de África del Norte prestando sus servicios en las filas de la brigada.
Un combatiente voluntario de Libia dijo a CNN que tienen la intención de viajar en unos días desde Turquía a Siria para sumar un “pelotón” de combatientes libios al movimiento armado.
Aunque hay algunos voluntarios extranjeros, es evidente que el grueso de los combatientes son sirios. Parece que cada día hay nuevos voluntarios. Uno de los nuevos reclutas es Soukrot Amin, de 23 años, procedente de Aleppo, y quien estaba decidido a comenzar su propio grupo rebelde.
Amin ingresó de contrabando el domingo a Siria a través de la frontera turca, con una bolsa llena de walkie talkies, miras de francotirador, y novedosas cámaras de espionaje encubiertas en relojes y llaves del coche, todas ellas herramientas para su grupo rebelde.
Dijo que compró los dispositivos con los ahorros obtenidos después de trabajar cinco meses como mecánico automotriz en los Emiratos Árabes Unidos. “Voy a la guerra por mi familia, por mi país”, dijo Amin. “A causa de que (Asad) ha matado a todos. Mató a mi primo. Destruyó mi pueblo. Destruyó mi casa”.
El joven voluntario dijo que tenía una lista de cerca de 40 reclutas para su grupo y que solo contaba con 15 armas para ellos. Sin embargo, Amin añadió que a su llegada a Alepo planeaba pedir armas para sus combatientes a un grupo turco que se hace llamar Alto Consejo Revolucionario. “Ganaremos”, dijo Amin.
El veterano combatiente llamado Khorshid no se hacía ilusiones de que fuera sencilla la lucha por Aleppo. Este martes contuvo las lágrimas después de enterrar a su amigo Housam Abdul Rashid. Después juró regresar a la batalla en Alepo, en cuestión de horas. “Esta noche”, dijo Khorshid. “Debemos luchar contra Bachar al Asad, porque si no lo hacemos, nos matará”.