Grupos de derechos humanos piden juzgar la muerte de Gadhafi
Durante más de tres minutos del video, se puede ver una turba iracunda que empuja a Moammar Gadhafi de un lado a otro como si se tratara de un maniquí roto, lo golpean incesantemente. Su rostro y su cuerpo lucen ensangrentados, su cabello negro se ve alborotado. Su camisa desgarrada deja al descubierto el vientre prominente del hombre, de 69 años.
El teléfono en el que se grabaron estas escenas se enfoca en la mancha roja que se esparce por la espalda del dictador libio mientras alguien lo apuñala con una bayoneta.
No pasó mucho tiempo antes de que el video fuera publicado en internet y que las agencias noticiosas del mundo lo transmitieran. El levantamiento, inspirado por el derrocamiento de los regímenes en Egipto y Túnez, y que duró ocho meses, llegó a su grotesco fin el 20 de octubre de 2011.
Aún no existe una explicación oficial de la muerte de Gadhafi porque nunca se ha llevado a cabo una investigación formal, dijo Human Rights Watch (HRW) el miércoles a través de un informe de 50 páginas en el que se detalla su muerte y los eventos que la ocasionaron.
El grupo de defensa de derechos ha obtenido los recuentos de testigos y ha examinado el material grabado en los celulares de algunas personas. Una de las imágenes más famosas captadas el día en que la muchedumbre atrapó a Gadhafi deja ver a un joven blandiendo triunfante una pistola dorada mientras la gente lo vitorea. La versión que los medios repiten es que el dictador recibió un disparo de su propia arma en la cabeza.
La muerte de Gadhafi y su caída en Libia es una historia dramática, a la que le falta una parte importante.
El grupo de defensa de derechos señala que los milicianos que atacaron a Gadhafi y capturaron, torturaron y mataron a sus seguidores posiblemente son culpables de crímenes de guerra ya que matar a alguien bajo custodia está penado por las leyes internacionales. HRW arremetió contra el actual gobierno de transición y lo acusó de no haber tomado medidas serias para investigar o juzgar a las milicias que se oponían a Gadhafi.
Si Libia en verdad quiere librarse de la violencia y los extremistas, exigencia oportuna si se considera el ataque al consulado estadounidense ocurrido el mes pasado, el grupo cree que debe hacerse justicia para todas las partes.
CNN se puso en contacto con las autoridades de Libia el miércoles para que comentaran el reporte de HRW; sin embargo, no obtuvo respuesta inmediata.
La huida de Gadhafi y su equipo
Los manifestantes salieron a las calles de Libia en febrero de 2011. Exigieron de forma pacífica que Gadhafi dejara el poder. Su implacable dominio de 42 años tenía que terminar. Gadhafi demostró que pocas veces estaba conectado a la realidad al responder: “Mi pueblo me ama”.
Conforme continuaban las manifestaciones, ordenó a sus fuerzas que dispararan contra la multitud. El movimiento de transformó en un levantamiento violento que se prolongó por meses.
En marzo, la oposición se estableció en la ciudad de Bengasi. En respuesta, las fuerzas de Gadhafi sitiaron la ciudad. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución en la que se imponía sobre Libia una zona de restricción a los vuelos y autorizó el uso de “todas las medidas necesarias”, excepto la ocupación, para proteger a los civiles de la violencia que azotaba su país.
En agosto, conforme Trípoli se debilitaba, Gadhafi, su equipo y sus hijos escaparon en distintas direcciones a bordo de automóviles. Khamis Gadhafi, elemento activo del régimen de su padre, murió en un ataque aéreo de la OTAN mientra trataba de escapar.
Otro de los hijos, Saif al Islam, se las arregló para llegar al suburbio de Bani Walid en Misrata, en medio del desierto. Más tarde, Al Islam dijo a HRW que había resultado levemente herido en un ataque aéreo de la OTAN. Fue capturado en noviembre, cerca de la frontera con Libia.
Otro hijo, el asesor de seguridad nacional, Mutasim Gadafi, logró llegar a salvo a Sirte, ciudad natal de su padre. Dijo que hacia allá se dirigieron el dictador y su equipo, entre quienes se encontraba el asesor de seguridad Mansour Dhao, la guardia personal de Gadafi, el chofer y otros guardaespaldas.
El jefe de la inteligencia libia estuvo allí, aunque brevemente, porque fue enviado a cientos de kilómetros al sur de Sirte para informar a la madre de Khamis que su hijo había muerto.
De la opulencia a la miseria
Gadhafi y sus allegados permanecieron en medio de la ciudad por algún tiempo. Conforme se intensificaban los combates, empezaron a moverse de casa vacía en casa vacía, comiendo lo que quedaba en las alacenas, dijo Dhao. Las casas en las que se refugiaban ya habían sido saqueadas. Conforme pasaban las semanas, empezó a escasear la comida. Los medicamentos que llevaban consigo se agotaban. Cada vez era más difícil hallar agua. El grupo de hombres, que alguna vez cenaba opíparamente, ahora subsistía de pasta y arroz.
“(Era) muy difícil vivir… ni siquiera teníamos pan”, relató Dhao. Gadhafi pasaba gran parte del tiempo leyendo el Corán y orando. “Se aisló del mundo, ni televisión ni nada”, dijo Dhao. “Nada de noticias. Tal vez podíamos usar el teléfono satelital para obtener noticias de Al Rai, Russia Today, BBC o France 24. Es decir, (podíamos) llamar a alguien que viera esos canales”.
“No teníamos nada qué hacer”, dijo, “Vivíamos entre el sueño y la vigilia”.
La milicias que buscaban a Gadhafi cada vez estaban más cerca. El dictador estaba cada día de peor humor. “Cada día se enfurecía más”, dijo Dhao. “Normalmente le molestaba la falta de electricidad, comunicaciones y televisión, su incapacidad de comunicarse con el mundo exterior”.
Los hombres trataban de calmarlo. “¿Por qué no hay electricidad?”, les gritaba. “¿Por qué no tenemos agua?”
Condenado al fracaso
Para mediados de octubre, uno de los dos hijos que habían sobrevivido decidió que ya era suficiente. Dijo al grupo en Sirte que se reunieran en una clínica. Tratarían de escapar. Pensaban ejecutar el plan a las tres o cuatro de la madrugada. Sin embargo, terminaron de cargar los suministros y a los heridos a las ocho. Para ese momento, la milicia opositora había retornado a sus posiciones de combate.
Las probabilidades estaban en contra de la caravana, especialmente porque era difícil manejar a las casi 250 personas que la componían. Cuando partieron, fueron intensamente atacados. La caravana de dispersó por unos caminos de terracería. Un misil cayó tan cerca del convoy que se dispararon las bolsas de aire de algunos de los vehículos, dijo Dhao. Desorientados y sin opciones, los hombres de Gadhafi se dirigieron a una base de la milicia.
Mientras los aviones de la OTAN sobrevolaban, los vehículos quedaron atrapados. Las municiones que cargaba el convoy se dispararon a causa del fuego circundante. Las explosiones obligaron a los hombres del exmandatario a abandonar el convoy y a correr por sus vidas. Younis Abu Bakr Younis, hijo del ministro de Defensa, fue uno de los muchos que corrieron a refugiarse en una aldea. Cuando llegó, vio a Gadhafi escondido, traía un casco y un chaleco antibalas. El dictador tenía un arma en su bolsillo y un rifle automático en las manos, según dijeron Younis y otros testigos a HRW. Los disparos hacían mella en el concreto.
Mutasim Gadhafi estaba herido, pero seguía girando órdenes. Ordenó a un hombre que corriera hacia una tubería de drenaje cercana a un camino, a unos cientos de metros de distancia. Mutasim se dirigió a su padre. “Trataré de encontrarte una salida”, prometió. Cuando llegaron a la tubería, los combatientes corrieron hacia el grupo. La guardia de Gadhafi les arrojó una granada. Esta golpeó el concreto y rebotó hacia ellos.
La llegada de la muchedumbre
Las esquirlas hirieron a Gadhafi. Dhao vio que la cabeza del líder sangraba. Sin embargo, estaba más preocupado por su padre, quien también estaba entre el grupo. Yacía sobre el suelo. “Corrí hacia mi padre, pero no respondió cuando le pregunté si estaba bien”, dijo Dhao a HRW.
Younis, hijo del ministro de Defensa de Gadhafi, estaba mortalmente herido. Uno de los guardias estaba muerto. Indefenso, el grupo fue sobrepasado por los combatientes de la milicia.
El video tomado con un celular, de tres minutos y 38 segundos de duración, no está muy claro, pero parece mostrar los últimos momentos de la vida de Moammar Gadgafi. Quienquiera que estuviera filmando agitaba la cámara en medio del caos. Sin embargo, el audio es diáfano. La muchedumbre gritaba: “¡Allahu Akbar!” (Dios es grande). Coreaban el nombre de la ciudad de Misrata, en donde el odio a Gadafi se sintió con fuerza durante el levantamiento, principalmente porque a principios de ese año sus ejércitos lo habían bombardeado ininterrumpidamente durante dos meses.
Montones de personas inocentes murieron a causa de esos ataques, y aunque hubieran sobrevivido al bombardeo, no había esperanzas. Era prácticamente imposible encontrar asistencia médica, comida y otros suministros.
El grupo de defensa de derechos dice que las milicias de Misrata trataron con mayor brutalidad a las personas leales a Gadafi. El grupo también argumenta en su reporte que tiene pruebas de que las milicias opositoras atraparon a Mutasim en Sirte y lo llevaron a Misrata para matarlo, y que tiene un video tomado con un celular por los combatientes de la oposición en el que se muestra que los miembros del convoy habían sido agredidos.
HRW comparó las fotografías tomadas en la morgue con las imágenes del video en el que aparecen los hombres que fueron ejecutados en un hotel.
Había investigadores de HRW en Libia el día en que Gadhafi murió. El equipo registró a más de 100 cadáveres y reportó el miércoles que algunos voluntarios habían sepultado los cuerpos algunos días después. El grupo de defensa de derechos aduce que los investigadores libios no han intentado determinar la cantidad de muertos, quién los mató y cómo.
HRW apunta que el problema tiene dos caras. Primero, que las milicias de Misrata siguen activas. Por ejemplo, a día de hoy no han permitido que cerca de 30,000 personas regresen a sus hogares. Segundo, según el grupo de defensa de derechos, el gobierno de transición del país los percibe como una amenaza para la autoridad gubernamental.
El grupo de defensa de derechos insinúa que la desconfianza, y no el orden y el perdón, predominan en Libia, y que la justicia ha sido ignorada.