María, una de los decepcionados con Obama que decidirán la elección de EU
Nota del editor: Este es un fragmento de una nota de CNN. Pueden consultar la versión original en inglés e ilustrada en el artículo Can this Latino voter find a home?
KISSIMMEE, Florida (CNN) — María López Reeves, una puertorriqueña de 59 años asentada en Florida, mira los desconocidos escaparates desde la ventana de la minivan. “Espero que vayamos por el camino correcto”, dice a su esposo, David. Tratan de encontrar una iglesia pentecostal, donde en unos minutos empezará el servicio religioso. María está ansiosa. Creció con personas que daban menos importancia a la puntualidad. Pero aquí, los otros feligreses no ven con buenos ojos al que llega tarde, y María quiere dejar una buena primera impresión. Necesita un nuevo hogar espiritual.
Este extenso tramo de autopista en Florida central se encuentra en medio de un campo de batalla político. La población en el condado de Osceola ha crecido mucho en la última década, sobre todo por la afluencia de residentes latinos que han ayudado a convertir la región que alguna vez apoyó a los republicanos en un comodín que ambos candidatos presidenciales quieren ganar.
El condado, al sur de Orlando, era famoso por sus viejos pueblos ganaderos sureños. Ahora, los habitantes llaman “pequeño Puerto Rico” a ciertas partes de la zona.
María es una de las más recientes habitantes del Condado de Osceola y está entre los votantes indecisos que podrían jugar un papel clave para definir los resultados electorales del estado. María, su esposo y su perro chihuahua tardaron tres meses en encontrar una casa de tres recámaras en este poblado.
María ha puesto una alfombra y una corona de flores que dice “BIENVENIDOS”. Pero no se siente como en casa. Hay cajas de cartón medio vacías dispersas en todas las habitaciones. La pareja duerme sobre una pila de tres colchones porque no logran encontrar todas las partes que componen la estructura de su cama.
En abril, la pareja vendió su casa prefabricada en Orlando. Hace una década, tenían una casa de cuatro recámaras con piscina. Cuando querían encontrar un lugar para jubilarse, se enteraron de que su crédito no era suficientemente para una hipoteca. Desde hace meses, sobreviven con sus ahorros y están por encima de su presupuesto.
¿Cómo llegar a fin de mes?
David, diabético de 57 años y veterano conductor de camiones de largo recorrido, está desempleado desde diciembre, cuando su salud lo obligó a apartarse un tiempo del trabajo. María depende de los beneficios del gobierno por incapacidad por el asma avanzado por el que dejó su empleo como enfermera hace años. Pero los cheques mensuales que recibe a través de la Seguridad Social no son suficientes para mantenerse, con montones de cuentas, de citas médicas y medicamentos.
A pesar de las promesas de campaña del presidente Barack Obama, María dice que llegar a fin de mes ha sido más difícil en los últimos cuatro años. Mientras que los bancos y las empresas automotrices reciben rescates, asegura que vio recortes al financiamiento en cupones de alimentos que recibe como parte de los beneficios por su discapacidad.
María se describe como una demócrata de toda la vida. Sin embargo, no confía en Obama y ya no se siente convencida del partido que alguna vez apoyó fervientemente. “Me siento decepcionada. Nuestro partido no estuvo ahí para nosotros”.
Se pregunta si el aspirante republicano Mitt Romney impulsaría la ayuda financiera que necesita y si promovería los valores morales que apoya” ¿Harán más por mí los republicanos ahora?”, se pregunta. “Escucho con mucha atención”.
María se ha dado un plazo de un año para hacer frente a sus problemas médicos y arreglar su crédito. "Al menos durante los próximos 12 meses, estaremos aquí”, dice. La puertorriqueña cree que la elección presidencial podría tener un gran impacto sobre a qué lugar irán.
María acumula experiencias difíciles. Como cuando los esteroides para su asma le hincharon el cuerpo y sus tímpanos estallaron. Otra prueba fue cuando un médico le dijo que dudaba de que el programa Medicare cubriera la cirugía que necesitaba para volver a escuchar. A veces, sus vecinos la escuchan hablar en español y la miraron enfurecidos. Asegura que los valores de la familia y la fe le han dado fuerza.
El miedo a un cambio del Medicare
Respecto a los republicanos, María reconoce que el hecho de que Romney eligiera a Paul Ryan como aspirante a vicepresidente la ha inquietado. Tenía esperanza de que eligiera a Marco Rubio, el senador republicano de Florida que creció en Miami, hijo de inmigrantes cubanos.
Ryan propone privatizar parcialmente la cobertura sanitaria y argumenta que pretende ayudar a las finanzas de la nación, a la par de preservar los beneficios para los adultos mayores. Sin embargo, María no está convencida. Ella y David ya pasan por dificultades para sobrevivir con 19,000 dólares al año, según relatan. Las advertencias de que Ryan desintegraría el Medicare guardan un gran peso en su mente. “Romney acaba de bajar en mi lista”, dice. Pero tampoco está nada entusiasmada con la alternativa.
En 2008, María dice que emitió su voto en favor de Obama debido al respaldo de Hillary Clinton. Ahora, asegura que los valores familiares son uno de los factores que la alejan de los demócratas y la hacen que considere su voto para los republicanos.
A Obama se le “ha pasado mucho la mano” en temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto, dice. “Si una persona quiere ser gay, perfecto, es su estilo de vida”, dice María. “No quiero que se me imponga, ni a mi familia, ni a mis hijos. El matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer. El objetivo debe ser tener un bebé”, concluye. El tema del aborto también la irrita, sobre todo porque hay muchas familias que quieren adoptar.
A María le gustan los valores de Romney, sobre todo su postura en contra de la ley que permite el aborto, pero no está segura de su religión. “Es como una secta”, considera respecto a los mormones.
Su familia está fracturada. No ha visto a su hija de 36 años desde hace cinco años. María fue una madre dura cuando su hija era una adolescente. Dice que su relación nunca se recuperó.
Los recuerdos de discriminación
María nació en Puerto Rico, pero se mudó a Miami con su madre a las tres semanas. Su padre desembolsó 8,000 dólares para comprar la primera casa de la familia. Crecer como puertorriqueña en el suburbio de Hialeah, en Miami, durante el final de la era de Jim Crow, con leyes de segregación racial, no fue sencillo, dice María. Gracias a una ley aprobada en 1917, eran ciudadanos estadounidenses, pero no siempre se sintió así.
Su padre tenía la piel oscura, acaramelada. La piel de su madre, con ojos color avellana, era clara. Los bebederos estaban separados para blancos y negros, y María no sabía cuál utilizar. Cuando la familia viajaba por carretera y se quedaba en un hotel, elegían una habitación lo más alejada posible de la oficina del gerente. Es un recuerdo doloroso que pasa por su mente cuando escucha que estados como Arizona o Alabama aprueban sus propias leyes migratorias.
Recuerda ver a su padre marcharse enojado por la calle. Después se enteró de que cuando los vecinos le dijeron que su familia no era bienvenida, se mantuvo firme. “Aquí estamos”, dijo su padre. “Y estamos aquí para quedarnos”.
María tenía veintitantos cuando se mudó por primera vez a Orlando. Había sólo una estación de radio en español en Kissimmee, y la señal era tan débil que apenas se podía escuchar el sonido. La única tienda de abarrotes hispana cerró después de la muerte del propietario. Tres décadas después, hay muchas tiendas y muchísimos restaurantes.
Le gusta vivir en una zona del estado en la que puede encontrar comida puertorriqueña y hablar español sin que los vean raro. Está orgullosa de los progresos de los hispanos en la política local y espera muchos salgan victoriosos en las urnas en noviembre.
Sin embargo, no se ve como una típica puertorriqueña. Con la misma facilidad con que puede hablar con acento sureño puede pronunciar frases en español. Critica a algunos puertorriqueños locales por ser tan militantes demócratas que parecen “demasiado casados con un solo lado de las cosas”. A ella le gusta mirar ambos lados, después decidirse. Algunos puertorriqueños la ven como “muy anglo”, dice.
“Les digo ‘ser puertorriqueño no significa que hayas crecido en la isla. Ahí lo tuviste fácil’”, dice. “Intenta vivir aquí desde que naciste, tratando de que la gente te mire como ciudadano, no como ciudadano de tercera”.
María ahora afronta los problemas económicos generados por su salud. Dice que ha visitado médicos que realizan lo mínimo necesario cuando ven a pacientes del Medicare. “No se van a acercar a ti porque no les pagan por hacer eso. Van a escribir una receta, se la dan al paciente y luego se van. Estoy cansada de ir con médicos a los que no les interesa”, dice.
A veces, cuando intenta comer, la comida se deposita en su garganta. Sus ojos comienzan a llorar. No puede tragar y apenas puede respirar. El médico dice que las pruebas han confirmado que tiene dos hernias y que tienen que operarla en menos de 10 días. María pide más tiempo para que puedan organizarse en casa.
Después de pasar por el supermercado, ha gastado casi todo su dinero de cupones de alimentos del mes. Durante las próximas dos semanas, tendrá que sobrevivir con 36 dólares. Dos días después, María y David se apresuran hacia una sucursal bancaria cercana, donde descubren que han sido sancionados con una multa de 35 dólares por sobregirar su cuenta de cheques.
Comprometida con las urnas
De regreso a casa, en la sala de su hogar, pasan imágenes de Obama y Romney en la televisión, con rápidos videos de discursos de campaña. Incluso cuando los candidatos presidenciales están de paso en Florida, parecen alejados de la vida que ella vive. “Si tuviera un deseo, me sentaría con ambos” dice María. “Sin tapujos. Hablemos”. Los llevaría a la tienda de abarrotes y les diría cuánto le costó adquirir una barra decente de pan.
Les mostraría qué tan rápido se agota su cheque de Seguridad Social. Les platicaría de los países extranjeros sobre los que ha investigado y donde los jubilados pueden vivir de manera asequible, con una generosa ayuda de parte de sus gobiernos.
“No creo que nadie quiera irse de su país”, dice. “Pero si no vemos que venga algo mejor, podríamos vernos obligados a irnos”. Los problemas financieros y de salud hacen que María no tenga certeza sobre lo que le depara el próximo año. Pero sabe que votará en noviembre.
Navega por páginas de internet en búsqueda de información sobre los candidatos. Se inclina para escuchar el televisor cuando ve que sus rostros aparecen en los comerciales de campaña y en los reportes de noticias.
María ha puesto un imán de la iglesia Hermandad Agua Viva en su refrigerador. Dice que reza por consejo sobre qué hacer. Dentro de un año, quiere tener una casa.