¿Por qué Estados Unidos ignora el tema de la violencia en México?
Nota del editor: Ted Galen Carpenter, becario en el Instituto Cato, es autor de nueve libros acerca de política internacional, incluido el nuevo The Fire Next Door: Mexico’s Drug Violence and the Danger to America. Este artículo expresa su punto de vista.
(CNN) — Una característica llamativa del debate presidencial de Estados Unidos acerca de política exterior es la total falta de atención que se dio a América Latina, en particular a la violencia que azota a México. Casi 60,000 personas han perecido desde 2006 a causa de la ofensiva militar del gobierno mexicano en contra de los poderosos e implacables cárteles de la droga. Mientras que el presidente estadounidense, Barack Obama, y el candidato republicano, Mitt Romney, se obsesionan por Medio Oriente, prácticamente han ignorado las relaciones de Washington con sus vecinos del sur. Tras una breve observación de parte de Romney, casi al principio del debate, de que la región ofrece oportunidades económicas importantes —y olvidadas— para Estados Unidos, ambos candidatos abandonaron rápidamente el tema del hemisferio occidental.
Fue un caso de miopía extraordinaria. Dada su proximidad geográfica, lazos históricos y creciente importancia como campo para el comercio y la inversión, Latinoamérica debería estar entre las prioridades diplomáticas y políticas de Washington. Además, la máxima prioridad en cuanto a la seguridad nacional debería ser el desarrollo alarmante de la violencia relacionada con las drogas en México.
El número de muertos aumenta, y no pasa una semana sin que se reporte algún acto atroz al sur de la frontera. Algunas partes de varias ciudades estratégicas, en especial Ciudad Juárez y Monterrey, son virtualmente zonas de guerra. El control del gobierno mexicano en grandes partes del territorio es precario, incluidos los estados de Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas. Algunos de los cárteles, en especial el de Sinaloa y los violentos Zetas, presentan una amenaza para la integridad del Estado mexicano.
Es igualmente perturbador que el torbellino de México se esté extendiendo hacia América Central y esté filtrándose a través de la frontera con Estados Unidos. Uno podría pensar que tal problema de seguridad nacional merecería la atención del presidente en funciones y del hombre que busca reemplazarlo.
En efecto, los líderes de opinión en México estaban contrariados con razón por la nula mención de la guerra contra las drogas. El prominente periodista, León Krauze, resumió la frustración en un tuit ampliamente difundido: “México, vecino de Estados Unidos que se acerca a los 100,000 muertos, no se mereció una sola mención esta noche. Lamentable”.
Los problemas de México con el cártel de Sinaloa y los Zetas están volviéndose una plaga en los países centroamericanos . De acuerdo con Leonel Ruiz, jefe de la fiscalía contra la narcoactividad de Guatemala, los Zetas han tomado el control de casi la mitad del territorio de Guatemala. Kevin Casas Zamora, ex vicepresidente de Costa Rica, sugiere que la proporción es del 40 %.
La penetración de los cárteles en Honduras y El Salvador también ha alcanzado el punto en que en partes importantes de esos países, el control del gobierno se erosiona o es inexistente. El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, reconoce que los Zetas sobornan a las unidades de élite de la policía con pagos de 5,000 dólares mensuales para que cooperen con el cártel y para robar armas de alto poder y granadas a los militares. El presidente de Honduras, Porfirio Lobo, asegura que en su país, los miembros de los cárteles de la droga superan en número a la policía y al ejército.
Incluso Costa Rica, que durante mucho tiempo ha sido bastión de la democracia y la estabilidad en la región, ha sentido la enorme presión. El tráfico de drogas en ese país es más prominente que nunca, y el gobierno de Obama ha colocado al país por primera vez en la lista oficial de “países de gran tráfico o gran producción de drogas”.
Lo que es peor, los problemas de México están empezando a afectar a Estados Unidos. Según las autoridades, los cárteles mexicanos están relacionados con las bandas criminales en al menos 230 ciudades de Estados Unidos, incluidas las 50 principales ciudades. La presencia de los cárteles se extiende hoy hasta a las ciudades relativamente pequeñas y, en algunos casos, a los condados rurales, no solo en los estados del suroeste, sino en partes del Sur, el Medio Oeste y otras regiones.
La gente de las comunidades mexicoamericanas empobrecidas de la frontera se siente amenazada por los esbirros de los cárteles. El corresponsal de Associated Press, Paul Weber, reportó desde Fort Hancock, Texas: “Cuando una camioneta negra sigue a un autobús escolar aquí, no pasa como tránsito de rutina. Como he señalado antes, cuando tres mexicanos de apariencia endurecida caminan alrededor del gimnasio de la escuela durante un partido de basquetbol, nadie asume que son aficionados… Las familias mexicanas que huyen de la violencia se han mudado hacia acá o han enviado a sus hijos, y las autoridades y los residentes dicen que los mafiosos los han seguido a través del río Bravo” en una campaña de intimidación.
Incluso los habitantes anglosajones de la frontera están nerviosos. Los rancheros de la frontera en Arizona, Nuevo México, y Texas se han quejado de que los intrusos transitan por sus propiedades impunemente al entrar en Estados Unidos. Conforme crece el temor , parece que cada vez más intrusos están involucrados en el contrabando de drogas y que no son gente común que busca un trabajo y una vida mejor en Estados Unidos.
Mientras Romney y Obama se obsesionan con Irán , Siria , Afganistán y virtualmente todo lo que ocurre en Medio Oriente, África del Norte y Asia Central, tenemos un problema de seguridad significativo gestándose mucho más cerca de casa, aunque el tema no ameritó una sola frase en el debate presidencial que supuestamente está dedicado a la política exterior.
Es el típico caso del punto ciego o de las prioridades equivocadas. No obstante, el candidato que resulte electo el 6 de noviembre no podrá darse el lujo de ignorar la violencia alrededor de las drogas en la frontera sur.
Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las de Ted Galen Carpenter.