Sao Paulo se enfrenta a la multiplicación de los incendios en sus favelas
Wallace Jr. Assis da Silva estaba en la escuela cuando vio en la televisión cómo su casa ardía en llamas. El pequeño, de ocho años, vivía con sus padres en la favela del Piolho (piojo), en la zona sur de Sao Paulo, hasta que a comienzos de septiembre un incendio arrasó el 40% de la comunidad. Se quedó con lo puesto, unos pants cubiertos de hollín y una camiseta con el cuello roído.
La escena ya es común en la ciudad, donde aún sobreviven 1,632 comunidades precarias con más de dos millones de habitantes. En los últimos cinco años, han ardido más de 900, según el Cuerpo de Bomberos del Estado. La del Piolho, un reducto de chabolas de madera, cartón y ladrillo entre rascacielos de lujo recién construidos, ha sido la trigésimo segunda de este año. En algunos casos, los vecinos han levantado de los escombros nuevas estructuras en forma de casa y, en otros, las constructoras, altísimos edificios de lujo de dos millones de dólares por apartamento.
El fuego de las favelas ha estado muy presente en los medios y en las redes sociales del país. Más de una decena han ardido en estos cuatro últimos meses, suficientes para que hackers, activistas, ciudadanos de a pie y periodistas se hayan organizado para investigar las causas y así reabrir el debate.
¿Es casualidad que varios de los incendios se registren en zonas de alto valor inmobiliario? ¿Hay quién tiene interés en ver arder las favelas? ¿Se trata tan solo de accidentes en inviernos secos y calurosos? o ¿Es la expansión urbanística la que está arrasando con las comunidades de los más pobres? ¿Cuál es la asistencia que debería ofrecer el gobierno municipal a los desalojados?
“Hoy se cuestiona abiertamente si esos incendios están directamente asociados con las disputas por las tierras urbanas que son cada vez más tensas por la menor disponibilidad de terrenos para nuevos emprendimientos inmobiliarios. En Sao Paulo, como en cualquier gran ciudad brasileña, la distancia en relación a las favelas es un factor de valorización o desvalorización inmobiliaria”, explica Kazuo Nakano, urbanista y arquitecto de Polis, Instituto de Estudios, Formación y Asesoría en Políticas Sociales.
“Nadie quema sus televisores a propósito”
Para el teniente Marcos Palumbo del Cuerpo de Bomberos, sin embargo, el fuego se debe a motivos relativamente casuales como cortocircuitos, hábitos, a veces, negligentes de los vecinos, como dejarse una sartén en el fuego o el hecho de que Sao Paulo viva el invierno más seco desde 1985. Como última hipótesis, menciona la intencionalidad.
“Llevo todo el año apagando fuegos, no es que haya más en las favelas, el problema es que allí se expande mucho más rápido”, afirma Palumbo. “No dejaría de creer en ninguna hipótesis, pero mi experiencia me dice que esos incendios son accidentales. Cuando llegamos allí no queda nada. Nadie quema sus televisiones a propósito. No sé por qué se está hablando tanto de eso [de la intencionalidad del fuego]”, lamenta.
Palumbo responde influenciado por una corriente de opinión que cierne sus sospechas sobre los vecinos desde que en 2010 la Folha de S. Paulo publicase la existencia de una supuesta trama de inquilinos y funcionarios del ayuntamiento que se estarían beneficiando del esquema de subvenciones tras los incendios.
Se acabó el dinero
Esas subvenciones son cheques de hasta 250 dólares que los desalojados reciben para alquilar una casa durante seis meses. Una miseria tratándose de la ciudad más cara de América Latina. “Nadie consigue una renta por ese dinero fuera de la favela”, mantiene Elizabete Gonçalves de Oliveira, líder vecinal de la Rocinha Paulistana, que ya ha sufrido dos incendios desde 2008. “En qué cabeza cabe que alguien con hijos prenda fuego a su casa para recibir 300 reales para un alquiler”, dice la vecina de 47 años.
"Esta es otra suposición imposible de probar", mantiene el profesor Whitaker, "pero no lo creo, dado que no hay un programa ni tan accesible ni tan simple para obtener las subvenciones".
“Muchas veces ni en los barrios periféricos es posible rentar una casa por ese valor”, defiende Nakano. “Hasta en esos barrios donde se pagaron ayudas para el alquiler, hubo un aumento de los precios de casa irregulares y precarias con lo que las familias se ven obligadas a ir a barrios aún más distantes, muchas veces fuera del área metropolitana”.
La discusión, al menos este año, es estéril: estas ayudas para las rentas, a las que se destinan casi 50 millones de dólares anuales, están agotadas hasta el final del ejercicio. Más de 28,000 familias se benefician de este programa, casi el doble que en 2010.
El Ayuntamiento defiende que es “completamente equivocado afirmar que la expansión urbana está arrasando las comunidades” y afirma que la política habitacional “es mantener a las familias en el mismo lugar o lo más cerca posible de donde vivían”. El trabajo desarrollado desde 2005 por la Secretaría de habitación, mantiene una portavoz, “se reconoce dentro y fuera del país. “El mes pasado, por ejemplo, este equipo recibió en Nápoles, Italia, el premio Scroll of Honour, el más importante del sector por desarrollar el más grande y eficaz programa de urbanización de favelas en América Latina”.
Whiteker se muestra algo más crítico con esa trayectoria. "No hay que hacer una política asistencial, sino un programa radical de erradicación del déficit de vivienda con la construcción de casas en masa y eso no se está haciendo".