Mexicanos que se sienten perseguidos huyen de Estados Unidos
En un lejano pueblo en el norte de México, un niño de 10 años batalla con su tarea. Se llama Óscar Castellanos, es estudiante de quinto curso y requiere de la ayuda de su padre por sus problemas para adaptarse a su nueva escuela.
El estudiante, inscrito en la Escuela Primaria Leona Vicario, en el pueblo de Cananea, Sonora, técnicamente es un extranjero en la tierra de su padre. Óscar nació en Arizona y es ciudadano estadounidense. Recita de memoria el juramento a la bandera sin vacilacióny su acento inglés es el de alguien criado en el suroeste estadounidense.
La familia de Óscar regresó a México después de que el estado de Arizona aprobara una de las legislaciones más duras en materia migratoria en EU. Ahora viven en Cananea, un pueblo minero de 30,000 habitantes, localizado a unos 50 kilómetros al sur de la frontera.
Cuando se le preguntó si había sido difícil adaptarse a la vida en México, su respuesta fue “algo así”. Al pedirle que fuera más específico, añadió que uno de sus principales retos es tener “que hablar otro idioma”.
Óscar dice que extraña la cantidad de libros disponibles para él en su escuela de Estados Unidos. En México, los libros de texto son gratuitos, pero encontrar material adicional de lectura es a menudo un reto, sobre todo en un pueblo de provincia, a 23 horas por carretera de la Ciudad de México.
La hermana de Óscar, Angie, de seis años, también es ciudadana estadounidense. Al igual que su hermano, nació en Tucson, la segunda ciudad en tamaño en Arizona, con una población de poco más de un medio millón de habitantes. Cuando se le preguntó sobre las cosas que extrañaba de Estados Unidos, dijo que “las tiendas, las casas más grandes y los parques”.
Los papás de los niños, Óscar y María Castellanos, vivieron en Arizona por 13 años como migrantes indocumentados, realizando toda clase de trabajos extraños para sobrevivir y mantener a sus hijos. Ya se las habían arreglado para comprar una casa y un automóvil cuando la nueva legislación, conocida como la SB1070, fue aprobada, en abril de 2010.
En un principio, la legislación estatal autorizaba a la policía para arrestar a inmigrantes indocumentados sin necesidad de orden judicial, si había sospechas de que hubieran cometido infracciones que pudiesen conllevar a su deportación. La legislación hizo que fuera un delito estatal estar en Arizona sin documentos de identificación migratorios o de gobierno. Y prohibió a los inmigrantes indocumentados la búsqueda de trabajo. La Suprema Corte de EU derogó esas cláusulas en junio, pero dio validez a una cláusula adicional que permite a la policía revisar el estado migratorio de una persona a la par de implementar otras leyes, aunque para aquel momento los Castellanos ya se habían ido.
María, de 44 años, dice que finalmente tomaron la decisión de regresar a su país para proteger su salud mental. “Nos sentiríamos perseguidos y acosados. Nos sentimos mal. Era desesperante, sobre todo cuando teníamos que salir para ir a trabajar”.
Para Óscar, de 41 años, la parte más difícil fue abandonar todo en lo que ellos habían trabajado tanto para prosperar. Dejaron su casa de tres habitaciones y vendieron su Volkswagen Touareg SUV.
Ahora viven en una casa de dos habitaciones y manejan un Tsuru, un modelo económico de Nissan que no se vende en Estados Unidos. “Fue difícil porque teníamos todo allá. Tuvimos que dejar todo atrás y regresar a México. Fue duro”, dice el padre.
Óscar Castellanos asegura que soportaron años viviendo con miedo en EU, pero que también tenían la esperanza de que estuvieran construyendo una mejor vida para sus hijos.
Es casi imposible calcular cuántos mexicanos inmigrantes regresaron a casa después de que estados como Alabama y Georgia también impulsaran legislaciones para aplicar mano dura contra la inmigración ilegal, siguiendo los pasos de Arizona.
Según el Pew Hispanic Center, el saldo migratorio de México hacia Estados Unidos bajó a cero o incluso por debajo entre 2005 y 2010. Esto significa que el número de inmigrantes que entran a EU probablemente es igual o menor que el número que salen aunque algunos dejaron Estados Unidos porque fueron deportados y no por voluntad propia, de acuerdo con el estudio.
De regreso a México, Angie Castellanos canta a su familia la canción del abedecedario en inglés. Todavía tienen que aprendérsela en español.
La familia Castellanos se encuentra entre las afortunadas. Óscar pudo encontrar empleo como minero a los pocos meses del regreso a su pueblo natal, en el norte de México. María está a cargo de un restaurante y los dos niños están inscritos en la escuela.
María ha estado ayudando a Angie con su español mientras que Óscar enseña matemáticas a su hijo. Ambos padres dicen que tratan de no pensar en lo que podría haber sido, aunque los niños con frecuencia parecen extrañar la vida que tenían del otro lado de la frontera.