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Los desplazados sirios sobreviven entre abusos, inseguridad y precariedad

Más de dos millones y medio de refugiados de Siria protagonizan una “catástrofe humanitaria regional” en los campamentos fronterizos
lun 14 enero 2013 03:09 PM

Sharifa perdió su pie cuando los aviones sirios se abalanzaron y lanzaron misiles contra su casa. Ahora, esta chica que viste con hiyab, se sienta desanimada en un miserable y sucio campamento para personas desplazadas cerca de Turquía, haciéndose mayor rápidamente, confundida y lejos de casa.

Necesita muletas para moverse y llora por su extremidad perdida. “No la puedo recuperar”, dijo. Pero al igual que muchos jóvenes, Sharifa resiste. Enseña a niños más pequeños que ella en la mezquita del campamento y, "con la voluntad de Dios", quiere volver a su pueblo natal.

Su vida ha sido secuestrada. Está agotada por la esperanza y el dolor, la determinación y la desesperación. “Solamente quiero volver a caminar”, dice. “Sólo quiero caminar”.

Sharifa forma parte de una generación perdida desarraigada por la guerra civil de Siria. Es una de las víctimas de lo que el Comité de Rescate Internacional (CRI) denomina como una “catástrofe humanitaria regional”, el desplazamiento generalizado provocado por casi dos años de lucha civil y guerra en Siria.

El CRI, una de las agencias más importantes del mundo en materia de refugiados, emitió el lunes un escalofriante informe acerca de la difícil situación de los refugiados y los desplazados internos. Las cifras sobre Siria superan los dos millones y medio. De los que han tenido que abandonar sus hogares, alrededor de 600,000 han huido, sobre todo a Jordania, Turquía, Líbano e Iraq, fronterizos con Siria.

Se trata de una repetición de la huida de la población en el Iraq devastado por la guerra la década anterior. Evoca el desgarrador desplazamiento en los años 40 durante el nacimiento de Israel, también vecino de Siria.

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“El Medio Oriente una vez más enfrenta una tragedia de desplazamiento de personas”, dijo la comisión del CRI sobre los refugiados sirios. El CRI entrevistó a refugiados en los países fronterizos y obtuvo un sombrío panorama de la vida en el país.

Asesinatos, ataques, detenciones arbitrarias, tortura, secuestros, violaciones, atentados y violencia sexual. Pérdida de la infraestructura y del cuidado de la salud. Disminución de los suministros de alimentos, agua y electricidad. No hay escuelas.

Más de 60,000 personas han muerto desde que el régimen del líder sirio, Bachar al Asad, reprimió a manifestantes pacíficos, actitud que puso en marcha lo que se ha convertido en una pesadilla, una guerra civil entre el gobierno inflexible y rebeldes tenaces.

La lucha ha tomado un tinte sectario. El gobierno está dominado por los alauitas. La oposición, en gran parte por los musulmanes sunitas.

Las personas de otros grupos y religiones en ese diverso país se han visto atrapadas en el fuego cruzado. Algunas se han unido a los rebeldes. Otras apoyan al gobierno. Muchos están tranquilos y esperan que esto acabe. Otros han huido a tierras más altas en Siria. Algunos hacia otros países.

La población se ha embarcado en viajes peligrosos para buscar seguridad fuera de Siria, yendo de Homs y Hama a Líbano, de Daraa a Jordania, de Alepo e Idlib a Turquía, y los sirios kurdos a Iraq.

Muchos viven en campamentos, pero la mayoría son “refugiados urbanos”, dispersos a través de aldeas, pueblos y ciudades en busca de refugio en cualquier lugar disponible.

Algunos viven con familias que los acogen, sin embargo, a otros los reubican en departamentos pequeños, sucios y mal cuidados. Algunos ocupan ilegalmente escuelas, edificios públicos y espacios no utilizados.

“Cada vez que llueve, vivimos en un charco de lodo”, dijo una mujer de 60 años, procedente de Daraa, entrevistada por el CRI. Ella y otras siete personas en Jordania comparten una habitación con piso de tierra y techo con goteras.

Las mujeres y las niñas han pasado de la sartén al fuego. Las violaciones son uno de los principales motivos por los que muchos refugiados huyeron, aunque hay “una alarmante falta de servicios médicos y de asesoramiento” en sus nuevos hogares, según el informe.

“Enfrentan condiciones de inseguridad en los campos y altos niveles de violencia doméstica, mientras que los reportes de matrimonio precoz y/o forzado con mujeres y las niñas están en aumento”, señaló el informe.

Los niños están traumatizados. “Abuso, abandono y explotación” son riesgos que están a la vuelta de la esquina. En Turquía, niños refugiados de ocho años dibujan, como cualquier niño de otro lugar. ¿Las imágenes? Escenas de casa de bombas y terror.

“Muchos profesores en centros de refugio están mal equipados para ayudar a los niños traumatizados, al igual que sus padres. Muchos niños presentan un comportamiento agresivo violento”, señaló el informe, haciendo referencia a lo dicho por un asesor del CRI en Jordania. “Otros han dejado de comer, hablar y dormir”. La institución urge la necesidad de soluciones urgentes.

La ayuda humanitaria debe incrementarse. Las fronteras deben permanecer abiertas. Es necesaria más ayuda para los sirios desplazados internos. Los refugiados urbanos necesitan más atención, y las mujeres y las niñas necesitan mayor protección. El mundo también debe prepararse para los efectos colaterales y la inestabilidad, aun si es derrocado el gobierno de Al Asad.

“La comunidad internacional debe planear rápidamente para una crisis de desplazamiento que podría durar mucho más tiempo que el fin del gobierno de Asad y persistir a pesar del resultado político del conflicto”, dijo el informe.

Es invierno en el lugar. Las agencias humanitarias se preparan para más miseria. Uno de los refugiados en Líbano dijo que su familia ha pasado el año viviendo en un cobertizo de ovejas. Ahora enfrentan el rigor del invierno: vientos, frío, lluvia y nieve. Incluso inundaciones.

“Me deshago en lágrimas. Me siento deprimido. No es justo”, dijo. “¿Existe peor forma de vivir que esto?” En un campamento cerca de Turquía, la hija de Abdul Qadr al-Hasan, Siham, sucumbió en medio del aire helado. “No estaba enferma. Para nada presentaba problemas. Estuvimos despiertos hasta tarde aquella noche y estuvimos jugando con ella”, dijo al-Hasan desde una tienda de campaña. “Despertamos a la mañana siguiente, su madre la revisó. Estaba acurrucada por el frío”.

También cerca de Turquía, Sharifa lucha continuamente. Dice que es “la voluntad de Dios que esto pasara. La situación es difícil aquí, nadie puede soportar esto”.

Sharifa puede ser una víctima que quedó sin pie por la guerra, pero ella y otros jóvenes traumatizados sirios, viviendo en tiendas de campaña, hacinados en departamentos y escondidos en pueblos y ciudades, son ahora el futuro del país.

Caminarán con dificultad de regreso a casa después de que termine la guerra para reconstruir sus tierras. “No quiero volver a jugar”, dijo. “Solamente quiero caminar”.

Nick Paton Walsh y Joe Duran contribuyeron a este reporte.

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