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La solidaridad humana se multiplica tras las explosiones en Boston

La gente que estuvo cerca del atentado en el maratón asistió a las víctimas, y proporcionó alimento, chamarras y ánimo a los afectados
jue 18 abril 2013 10:06 AM

En las horas que siguieron a las dos explosiones que ocurrieron a lo largo de la calle Boylston, a unos metros de la meta del maratón de Boston que se corrió este lunes, la gente de todas partes de la ciudad se congregó para demostrar, como dijo un corredor, que “el espíritu humano sigue vivo”.

En un Starbucks que se encuentra frente al Westin Copley Place, un hotel lleno de maratonistas visitantes, el gerente, Sol Elta, y su personal dispusieron una mesa de alimentos improvisada, y ofrecieron café y galletas a los transeúntes. Fue la idea de una mujer de Filadelfia que llamó a la tienda y se ofreció a donar 100 dólares en café y galletas para las personas que resultaron afectadas por los atentados.

“Estaba impresionado”, dijo Elta. “Pensé que se trataba de una organización. Pensé que era el corporativo de Starbucks. Resultó que era una ciudadana que quería encontrar un sitio cercano para ayudar”.

Técnicamente, la tienda estaba cerrada. Los cierres de las estaciones de tren dificultaron que el personal llegara a trabajar y las barricadas de la policía hicieron virtualmente imposible que los clientes entraran. Sin embargo, Elta y su equipo abrieron la tienda en su tiempo libre para alimentar y ofrecer café a los transeúntes.

Miles de corredores que no pudieron terminar la carrera disfrutaron de lo que la tienda les ofreció. Vestidas con ropa para correr o con las chamarras estampadas con el logotipo del maratón de Boston, muchas personas llegaron hasta las barricadas de la policía ubicadas en el sitio en el que por la mañana, los voluntarios revisaron los números de los participantes y entregaron las medallas.

Luis Cuan y Jaime Herrera viajaron desde Guadalajara, México , para correr en el maratón, pero se detuvieron cerca de la meta cuando las bombas estallaron. Cuando la policía alejó a los hombres de los autobuses en los que estaban sus pertenencias, sólo llevaban puestas unas prendas para correr.

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“Estaba helando”, dijo Cuan. “Sin embargo, muchas personas salieron de sus casas; algunos nos estaban filmando, pero muchos estaban ofreciéndonos agua y chamarras. Nos dieron unos pantalones y una chamarra porque esas personas creyeron que necesitábamos algo de apoyo”.

Tras caminar durante horas, llegaron a su hotel, pero no recibieron sus medallas del maratón. Cuando ambos salieron del hotel el martes para explorar la ciudad, se encontraron con un hombre que les dijo que podían recoger sus medallas en un punto de revisión de la policía en la calle Clarendon. Una de las mujeres que entregaba las medallas en el punto de revisión era la voluntaria Kathy LeClair, de Chester, New Hampshire.

LeClair no planeaba ser parte del maratón. LeClair había llegado el lunes por la tarde a Boston para asistir el martes a una capacitación corporativa del banco en el que trabaja.

“Desde mi habitación del hotel pude ver todo lo que ocurrió”, dijo LeClair, quien se estaba registrando en el hotel cuando las bombas estallaron. “Simplemente no podía ir a la clase hoy. No podía concentrarme, así que decidí caminar hasta encontrar un lugar en el que necesitaran un voluntario”.

Finalmente, un detective la dirigió hacia la oficina de la Asociación Atlética de Boston (AAB), en donde le dieron una chamarra con el logotipo del maratón y la llevaron hacia una barricada de la policía. Allí, LeClair pasó la mañana recibiendo y abrazando a los corredores que se habían visto afectados por los atentados.

“He sido testigo de todas las emociones”, dijo LeClair. “He visto llorar a los hombres. Vi un hombre que no quería recibir la medalla porque no creía merecerla”.

Un corredor dijo a LeClair que era veterano de las fuerzas armadas y que había servido en Iraq como médico. “No teníamos su peto con el número de corredor porque estaba cubierto de sangre y lo desechó”, dijo LeClair. “Fue a ayudar a la gente y estaba totalmente ensangrentado”, dijo LeClair, relatando su historia. “Tenía su bolso, pero no tenía una medalla, creyó que no la iba a recibir y cuando se la di, lloró. Fue muy conmovedor”.

Belinda Osborne se secaba las lágrimas mientras salía con una medalla en el cuello. “Estaba cruzando la meta y estaba a punto de recibir mi medalla justo cuando estalló la bomba”, dijo Osborne, quien viajó desde Salt Lake City para participar en su primer maratón de Boston. “Escuché la explosión y justo entonces, el hombre que iba a entregarme la medalla dijo: ‘Eso no debería ocurrir’”.

Se alejó a toda prisa de la meta; no llevaba celular ni dinero mientras buscaba a los dos amigos a los que había convencido de correr con ella. La carrera de sus amigos había terminado a causa de una caída y ambos se adelantaron para animarla desde un restaurante que estaba cerca de la meta.

“Estaban a una mesa de distancia de la explosión. Si yo hubiera pasado 10 segundos después, habrían estado justo en la explosión, pero salieron y entonces ocurrió la explosión”, dijo Osborne. “Allí fue la zona cero, allí estaban los muertos y la sangre”.

Tras esperar por más de una hora en el área de familiares, regresó a su habitación en el hotel Copley Marriott justo a tiempo para tomar su bolso y su celular antes de que evacuaran el edificio. Durante la evacuación, un hombre que estaba varado afuera de su hotel se acercó a ella para pedirle ayuda.

“Le di 20 dólares”, dijo Osborne. “Me envió un correo electrónico anoche y me dijo: ‘Te devolveré el dinero. Dame tu dirección’. Le dije que no se preocupara. Es el espíritu humano. Sé que cualquier otra persona habría hecho lo mismo por mí. Nunca me sentí tan desamparada, sin dinero y sin siquiera conocer la ciudad. Es asombroso cómo la gente se solidarizó”.

Osborne dijo que había sido el mejor maratón que había corrido hasta antes del final. “Estaba pasando por la meta y chocando palmas con la gente”, dijo Osborne. “Me detuve a tomar una cerveza en el kilómetro 35. Fue grandioso, electrizante”.

A pesar de que estaba visiblemente perturbada por su experiencia del lunes, juró que regresaría. “No permitiré que me ahuyenten”, dijo Osborne. “Eso es lo que quieren. Regresaré”.

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