Nelson Mandela, el líder que saludaba a todos con un apretón de manos
Nota del editor: Tom Cohen de CNN cubrió el ascenso al poder de Nelson Mandela y la mayoría de su presidencia como corresponsal de la Associated Press en Sudáfrica de 1990 a 1998. Ahora escribe para CNN Digital en Washington, D.C.
(CNN)─ Cualquiera puede dar la mano y saludar.
Nelson Mandela hizo de este gesto común algo trascendente, un saludo que cruzó todas las barreras sociales, un símbolo de reconciliación, incluso una declaración de victoria.
"¡Hola! ¿Cómo estás? Estoy muy feliz de verte", decía con su distintivo tono de voz, extendiendo su gran mano derecha, propia de su pasado como boxeador.
Antes de reunirse con los mandatarios que lo visitaban o con sus adversarios políticos en hoteles de cinco estrellas, Mandela se acercaba a los guardias de seguridad y otros trabajadores para saludarlos con un apretón de manos.
En innumerables manifestaciones de su Congreso Nacional Africano, multitudes asediaban su camino con la esperanza de una rápida mirada del líder. "Quiero meterte en mi bolsillo y llevarte a mi casa", les decía.
Ese era su toque, una calidez personal y accesibilidad que encantaba a los simpatizantes que lo adoraban, y que le atrajo la admiración global al prisionero político que se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.
Para mí, un periodista que cubrió la era de Mandela desde los meses después de su liberación de la prisión en 1990, hasta gran parte de su presidencia, él era lo más cercano a un mesías que jamás he visto, si uno define "mesías" como alguien que lleva esperanza a quienes no la tienen.
Tall and trim, his face often beaming an incandescent smile, Mandela had his own style expressed in colorful African shirts he wore in lieu of business suits, a teasing rapport with youngsters, and his shoulder-swinging, celebratory dance dubbed the "Madiba shuffle" in reference to his clan name.
Alto y de buen físico, su rostro casi siempre transmitía una sonrisa incandescente. Mandela tenía su propio estilo con camisas africanas coloridas en lugar de trajes de negocios, tenía una buena relación con la juventud y un baile de celebración que se conocía como "el baile de Madiba", el nombre que tenía en su clan.
Dirigiendo una transformación
A donde quiera que iba, parecía que la gente surgía de la nada, corriendo por los callejones y los carros, trepando las cercas e incluso subiéndose a los árboles o a los espectaculares para obtener una mejor vista.
El estado de ánimo era festivo, no frenético. Las multitudes cantaban temas de alabanza con harmonías de voces profundas que alargaban la segunda sílaba de su nombre en la pronunciación africana: Mon-day-la.
Era un abogado con herencia real de su tribu que poseía un sentido certero de su rol como el líder de facto, en un momento en que el Congreso Nacional Africano luchaba por evolucionar de un movimiento libertario a un partido político pleno.
Imágenes de él durante aquellos años crean una línea de tiempo indeleble de la transformación de la nación, desde un gobierno blanco con apartheid a una democracia multirracial.
Ahí estaba su primer saludo, un Mandela sonriente saliendo de prisión en 1990, cada uno de sus movimientos y palabras eran transmitidos en todo el mundo, incluida la televisión nacional que prohibía los rostros negros.
Desde ese momento, la política de Sudáfrica cambió y surgió un nuevo orden cuando iniciaron las pláticas multipartidistas, en diciembre de 991.
Momentos decisivos
Los discursos de apertura de Mandela y otros líderes eran generalmente declaraciones políticas no combativas, hasta que el presidente de Sudáfrica, F.W.de Klerk, ejerciendo su privilegio de ir al último, atacó al Congreso Nacional Africano por rehusarse a desmantelar a su ala armada y entregar las armas.
Visiblemente furioso por la maniobra de De Klerk, Mandela pidió una oportunidad para responder y los moderadores estuvieron de acuerdo. Esa acción por si sola era un cambio respecto a los días pasados.
Con el salón de encuentros hechizado, Mandela hizo un reproche al presidente blanco, diciéndole que “incluso un régimen desacreditado, ilegítimo y minoritario debe tener algunos estándares morales”.
Nadie había visto algo así en Sudáfrica.
Menos visibles fueron sus esfuerzos para controlar a los elementos radicales del Congreso Nacional Africano. En la primera conferencia legal del partido en Sudáfrica, en diciembre de 1990, él ofreció un discurso a los activistas pidiendo un alto a las pláticas secretas entre los líderes y el gobierno blanco, las cuales pretendían instalar negociaciones formales.
"Estas declaraciones solo pueden ser hechas por aquellos que no entienden el proceso de negociación", dijo Mandela con una voz severa, "... déjenme tomar ventaja de esta oportunidad para educarlos sobre los problemas que enfrenta el liderazgo".
En 1993, después del asesinato de Chris Hani, un comunista agitador popular considerado un posible futuro líder del partido, Mandela apareció en la televisión estatal para llamar a la calma a sus simpatizantes negros.
Fue un reconocimiento sin precedentes del gobierno blanco acerca de que el líder del Congreso Nacional Africano era el único que podía detener una revolución violenta.
"Este es un momento decisivo para todos", dijo Mandela directamente a la cámara. “Nuestras decisiones y acciones determinarán si usamos nuestro dolor, nuestra pena y nuestro coraje para movernos hacia adelante a lo que es la única solución duradera para nuestro país, un gobierno elegido de la gente, por la gente y para la gente".
Mandela también tenía una faceta de humor y a veces de coqueteo.
En los mítines por las elecciones de 1994, suscitaba gritos de mujeres de todas las edades cuando explicaba a los electores cómo debían buscar en las boletas la foto de un "hombre joven muy atractivo", en referencia a él mismo, para marcar su apoyo por el Congreso Nacional Africano.
Observé el único debate de la campaña entre Mandela y De Klerk en una televisión comunal en Soweto, para escribir sobre la reacción de los adolescentes en el pueblo mayoritariamente negro.
Un apretón de manos hechizó a la nación
Como era de esperarse, los adolescentes gritaban cada vez que Mandela hablaba, pero mi recuerdo imborrable fue cómo estos jóvenes sudafricanos parecían paralizados por la sola imagen de su líder compartiendo la pantalla con el mismo estatus que el presidente blanco.
Los adolescentes enloquecieron cuando al concluir su discurso final, Mandela ofreció su mano a De Klerk en una expresión de unidad, diciendo que a pesar de sus diferencias, él estaba dispuesto a trabajar con su adversario. De Klerk no tenía más que aceptar el saludo.
El apretón de manos de Mandela también tenía otros significados. En su juicio de divorcio en 1996, él testificó con detalles fulminantes cómo su esposa, la activista popular Winnie Mandela, nunca compartió su cama cuando estaba despierto después de su liberación de la prisión.
"La alcoba es donde una mujer y un hombre dialogan sobre los detalles más íntimos", dijo Mandela a la corte. "Había tantas cosas que quería platicar con ella, pero ella es el tipo de persona que le teme a la confrontación. Yo era el hombre más solitario durante ese periodo que estuve con ella".
Cuando terminó, se acercó a su exesposa y la saludó de mano, tras destruir cualquier oportunidad que tenía ella de ganar un acuerdo favorable.
Yo fui testigo de muchos apretones de mano de Mandela, algunos antes de ruedas de prensa o entrevistas en el usual intercambio de jocosidad entre figuras políticas y periodistas. Algunos fueron capturados en fotos que por siempre serán posesiones muy valiosas.
Uno que no fue fotografiado ocurrió después de un acto público del presidente en una cena de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en 1996.
En el tiempo de preguntas después de que Mandela habló, lo cuestioné sobre su reciente crítica a los medios sudafricanos como parciales contra el Congreso Nacional Africano. ¿Trataba de intimidar a los periódicos?, me preguntaba, ¿o buscaba distraer la atención de sus problemas gubernamentales para llevar a cabo el desarrollo prometido a los negros pobres?
Con voz de enojo, regañó a los medios extranjeros por no reportar lo que consideró un trato poco justo que recibió su partido en los periódicos sudafricanos.
"¿Por qué los están defendiendo?", lanzó Mandela la pregunta al cuarto en silencio.
Cuando se retiraba del evento poco después, pasó por mi mesa, se paró y extendió su mano, mirándome a los ojos. Sin palabras, intercambiamos un solo y leve saludo de manos.
Con otra victoria asegurada para su partido, se dirigió a la salida.