El papa Juan XXIII, un pontífice 'revolucionario' para la iglesia católica
Juan XXIII, elegido para ser un pontífice de transición, se convirtió en un papa revolucionario al convocar el Concilio Vaticano II, para renovar a la iglesia católica.
Como en el caso de Juan Pablo II, la muerte del italiano Angelo Roncalli —su nombre secular— estuvo acompañada de un intenso fervor popular que pedía su proclamación como santo sin pasar por un proceso. Eso ocurrirá el 27 de abril.
Pero su causa de canonización se había rezagado en la llamada "fábrica de los santos" , hasta la llegada del actual papa Francisco.
El 5 de julio de 2013, Francisco decidió aprobar la segunda curación milagrosa por la que subiría a los altares Juan Pablo II, pero también canonizar a Juan XXIII, sin que se estudiase un segundo milagro por su intercesión, como contempla la normativa vaticana.
Para la beatificación de Juan XXIII, el milagro aprobado es la curación de una perforación gástrica hemorrágica con fístula externa y peritonitis aguda de la monja Caterina Capitani en 1966.
Roncalli fue representante pontificio en Bulgaria, Turquía, Grecia y Francia, antes de ser nombrado patriarca de Venecia.
El 28 de octubre de 1958 lo eligieron papa.
Son muchas las características que ahora hacen que surjan comparaciones con el papa Francisco, pues tras su elección en 1958 —con 77 años— para suceder a Pío XII, modernizó la vida en el Vaticano, al flexibilizar el protocolo y facilitar el contacto de un pontífice con la realidad cotidiana.
Renovó el Colegio Cardenalicio al incluir representantes de zonas del mundo que solían estar ausentes.
Además intensificó las relaciones diplomáticas del papado con los líderes políticos mundiales, incluidos los soviéticos, por lo que contribuyó a reducir la tensión entre comunistas y cristianos.
Publicó ocho encíclicas, entre ellas Pacem in Terris (1963), la primera en la historia dirigida a "todos los hombres de buena voluntad", y no solo a los creyentes.
Dos meses después del inicio de su pontificado, convocó a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II, con el objetivo de promover la adaptación de la iglesia a los nuevos tiempos y el acercamiento a las restantes religiones cristianas.
Pero para los fieles católicos, el "papa bueno" fue aquel que se asomó por sorpresa el 11 de octubre de 1962, mientras se celebraba la apertura del Concilio, y pronunció el famoso y poético Discurso de la luna.
"Cuando vuelvan a sus hogares, sus niños estarán durmiendo: acarícienlos sin despertarlos y explíquenles después que era la caricia del papa", improvisó en un discurso que pasó a la historia.
El 3 de junio de 1963, poco después de iniciarse el Concilio, Juan XXIII moría tras una larga enfermedad, sin conocer los resultados de la asamblea que marcó el camino de la nueva iglesia católica.
Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y autor de varios libros sobre la historia de los papas, resumió el camino a la santidad de Juan XXIII: "No necesitó un segundo milagro porque su milagro fue el Concilio Vaticano II".