23 años y 24 'hijos': los huérfanos del genocidio en Ruanda
Es una tarde soleada en el Colegio de Educación de la Universidad de Ruanda, en Kigali. Algunos de los estudiantes se reúnen en grupos y conversan en voz baja; otros caminan aprisa entre los edificios y llevan libros. Los exámenes comienzan en una semana.
En una loma herbosa que se encuentra detrás de un conjunto de edificios, Jean Claude Nkusi habla con sus 24 hijos. "Todos deben estudiar mucho", dice. "Si se esfuerzan pueden progresar en su vida, mejorarla".
Esta no es una familia típica. Nkusi tiene 23 años. Ninguno de sus hijos lleva su ADN. De hecho, lo único que los relaciona es que todos son sobrevivientes del genocidio: pertenecen a la etnia tutsi de Ruanda y perdieron a su familia en los hechos violentos de 1994 que cobraron la vida de 800,000 personas.
'Se debe a la historia'
La creación de "familias artificiales" para ayudar a salir adelante a los jóvenes sobrevivientes del genocidio es idea de una organización llamada Asociación para los Estudiantes Sobrevivientes del Genocidio (AERG, por sus siglas en francés). La fundaron 12 estudiantes de la Universidad de Ruanda en 1996 y se han extendido hasta incluir a 43,397 estudiantes de universidad y preparatoria de todo el pequeño país centroafricano.
La AERG inicialmente crea familias con base en la secundaria o universidad a la que asisten los miembros, tras lo cual la nueva familia se reúne y elige democráticamente de entre ellos a un padre y una madre voluntarios. Aunque no viven todos juntos, se ayudan económicamente y tratan de unir sus recursos.
Tan solo en el Colegio de Educación de la Universidad de Ruanda hay 21 de esas familias y se han creado cientos más en todo el país.
"(Nosotros) los ruandeses estamos acostumbrados a tener familias numerosas, pero durante el genocidio mataron a mucha gente", dice Daniel Tuyizere, segundo vicecoordinador de la AERG en la Universidad de Ruanda.
"Para luchar contra eso, hemos construido familias artificiales para poder retomar nuestra forma de ser", agrega. "Por eso puedes encontrar un padre con 25 hijos… es por eso, se debe a la historia".
La coordinadora nacional de la AERG, Constantine Rukundo, explica que el concepto surge de una necesidad básica. "Necesitas tener alguien a quien le importes", dice. Agrega que el objetivo es que las familias se queden unidas durante toda la vida. "Cuando te cases tu familia estará allí; serán los primeros en ayudarte".
Cicatrices de la guerra
La UNICEF calcula que 95,000 niños quedaron huérfanos como resultado del genocidio. El 70% fue testigo de homicidios o lesiones, mientras que muchos fueron víctimas de violencia y violaciones.
Sus problemas persistieron después de 1994. Se estima que para 2001, 264,000 niños ruandeses habían perdido a uno o ambos padres a causa del sida, una enfermedad que se esparció en parte por el uso de las violaciones como arma de guerra .
Hoy, muchos de estos jóvenes sufren desproporcionadamente por la pobreza, la falta de vivienda, los traumas y los problemas legales, además de que les arrebataron las tierras de sus padres cuando aún eran demasiado jóvenes para reclamarlas.
Una nueva luz
Ruanda guarda actualmente 100 días de duelo . Las conmemoraciones del vigésimo aniversario han sido perturbadoras para muchos de los jóvenes que aún llevan cicatrices del pasado, tanto físicas como mentales.
Kelsey Finnegan, directora de proyectos de Survivors Fund, dice que el trauma permea en muchos aspectos diferentes de su vida: "muchos, por ejemplo, tienen dificultades para estudiar, mantener relaciones o tienen problemas con las drogas y el alcohol".
Kevin Mugina, de 21 años, dice que estar en un ambiente familiar ayuda a los jóvenes a lidiar con sus sentimientos.
"Algunas personas solían sentirse muy enojadas". Dice que juntos hablan de sus sentimientos y cómo controlarlos lo suficiente como para poder vivir en paz con sus vecinos.
Sin embargo —agrega—, los traumas siguen siendo un gran problema entre sus compañeros. "Tenemos niños que quedaron tan perturbados con el genocidio que viven en un estado de choque permanente… ese es uno de nuestros principales problemas".
En general, parece que están en buenas manos. Augustin Nsengiyumua, de 27 años, llama a su madre artificial para toda clase de minucias. "Por ejemplo: si no tengo una pluma o si no tengo jabón", dice.
Kkusi es más joven que algunos de sus vástagos artificiales y dice que la paternidad es una gran responsabilidad, pero le encanta. "Tienes que conocer todas las situaciones por las que pasan tus hijos… si están estudiando sin problemas, si comen, cosas cotidianas. Si uno de ellos enferma tienes que ser el primero en saberlo".
Nombró a su familia Urumuri.
"Urumuri significa iluminar algo. Es cuando algo estaba oscuro y ahora brilla de nuevo", dice.