Los nuevos reyes saludan a España entre elegancia, emociones y cariño
El día de su proclamación, los nuevos reyes de España eran naturalmente la pareja más feliz.
El rey Felipe VI y la reina Letizia iniciaron uno de los días más importantes de sus vidas en el Congreso de los Diputados, donde el nuevo rey prestó juramento ante la Constitución, la familia real, las más altas autoridades de España y una delegación de invitados donde no faltó la emotividad.
Estaban las pequeñas Leonor y Sofía, herederas de la Corona, la reina Sofía y la infanta Elena, hermana del rey; el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, todos los parlamentarios, diplomáticos y autoridades locales, en una ceremonia de gala que ocurre casi cuatro décadas desde la última vez que se celebró.
Tras abandonar el Congreso, la familia real se dirigió hacia la Plaza de Oriente para saludar al pueblo español desde el balcón central del Palacio de Oriente, un edificio histórico empleado únicamente en actos oficiales, pero no como residencia.
El rey Felipe VI y la reina Letizia, acompañados por sus dos hijas, comenzaron el recorrido por las calles de Madrid a bordo de dos vehículos, en una calurosa mañana en Madrid que alcanzaba los 27 grados.
A bordo de un Rolls Royce descapotable, Felipe VI y Leticia recorrieron varias calles de la capital española, mientras que en un segundo auto viajaban sus dos hijas, la ahora princesa de Asturias, Leonor, y la infanta Sofía.
Miles de personas, entre ellos muchos turistas, agitaban banderas al paso de la comitiva real, en una jornada engalanada con banderas y flores a lo largo de las calles para esta ocasión.
El rey saludó en el trayecto, de pie, escoltado por un desfile de caballos de la Guardia Real. En muchos lugares había en primera fila niños en los hombros de sus padres, así como gente encaramada en ventanas y farolas.
Casi 7,000 agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado fueron desplegados en todo Madrid para que los actos transcurrieran sin incidentes. La seguridad incluía vigilancia por aire, en azoteas, en el subsuelo y a pie de calle, durante la caminata de los nuevos reyes.
A su llegada al Palacio de Oriente, salieron al balcón para saludar a los ciudadanos congregados para rendirles homenaje.
Los primeros en salir al balcón del Palacio fueron Felipe y Letizia, y a continuación lo hicieron sus hijas, Leonor y Sofía, a los que después se unieron los reyes Juan Carlos y Sofía.
El nuevo monarca y su familia permanecieron unos minutos en el balcón agradeciendo el afecto de miles de ciudadanos congregados en la plaza frente al Palacio.
A continuación inició una recepción en el Palacio Real a la que asisten algo más de 2.000 invitados, que representan a los diversos ámbitos de la sociedad española.
Una pareja enamorada
Los gestos de cariño entre los protagonistas del día fueron el común denominador a lo largo de la jornada, donde los nuevos monarcas se hicieron guiños de complicidad, y la emoción era visible.
Miradas, sonrisas y algunos besos fueron las expresiones que predominaron entre Felipe VI y Letizia, desde el comienzo de la jornada en el Palacio de la Zarzuela hasta su salida al balcón del Palacio Real donde, de nuevo, se abrazaron y besaron mientras sus hijas saludaban efusivamente.
Antes, la entrada al Congreso de los Diputados quedó enmarcada por la mirada de Letizia a su esposo mientras él la tomaba por la cintura.
La atención de Letizia hacia sus hijas fue constante, con caricias y miradas en un acontecimiento histórico del que ellas también eran protagonistas, y cuyas sonrisas afloraron cuando su padre, Felipe VI, las nombró en su discurso de juramento.
La mención de Felipe hacia la reina Sofía, a su trabajo y dedicación, provocaba el aplauso unánime de la Cámara, un gesto que ella agradeció a su hijo lanzándole un beso, y las primeras lágrimas de emoción de la infanta Elena, que dio a su madre una discreta caricia.
La calidez se plasmó también en el vestuario de las mujeres de la familia. La nueva reina Letizia volvió a confiar en su diseñador de cabecera, Felipe Varela, con un vestido corto y blanco, el color de las grandes ocasiones de su vida.
Tenía un conjunto de abrigo y vestido en el mismo tono, con cuello a la caja, bordado en degradé en cristales de rubí, ámbar y rosa palo y microperlas en crema, sobre el que pendía la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
Unos diminutos pendientes en forma de estrella y una trenza de raíz que sujetaba su melena lisa son los únicos aderezos que complementaban una sobria indumentaria donde no hubo espacio para las joyas.
Como ya se había anunciado, el rey Felipe vistió de uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, de color azul marino, sobre el que lucía el fajín de capitán general que le había impuesto antes Juan Carlos I en el Salón de Audiencias del Palacio de la Zarzuela.
Sobre él pendían la venera de la Orden del Toisón de Oro, la banda del Collar de Carlos III, la Gran Cruz de Carlos III y las del Mérito Militar, Naval y Aeronáutico.