Las posibilidades de que Trump pueda perdonarse a sí mismo
A finales del jueves, el Washington Post reportó que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, busca entender su poder de perdón, un desarrollo que parece ligado directamente a la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y la posible colusión entre la campaña de Trump y el poder extranjero.
El periódico introduce la posibilidad de que Trump otorgue el perdón a sus asesores, familiares e inclusive a sí mismo . ¿Puede hacer eso? Para responder a esa pregunta, contacté a Brian C. Kalt. Kalt es un profesor de leyes en la Universidad Estatal de Michigan y autor de un libro de 2012 llamado Suspenso constitucional: Una guía legal para presidentes y sus enemigos. Nuestra conversación, realizada por correo electrónico y editada ligeramente para mejorar el flujo, se encuentra a continuación.
Cillizza: Comencemos con la Constitución. ¿Qué dice, específicamente, sobre el poder de perdón presidencial?
Kalt: El Artículo II, sección 2, cláusula 1 de la Constitución dice que le presidente “tendrá el poder de otorgar indultos y perdones por ofensas en contra de los Estados Unidos excepto en casos de enjuiciamiento político”. Así que no tiene poder en el caso de crímenes de Estado, (solo “ofensas contra los Estados Unidos”) y no puede detener o deshacer un enjuiciamiento del Congreso, pero fuera de ello el poder es bastante amplio. Contrario a lo que muchos podrían pensar, no es necesario que la persona sea acusada o condenada antes de ser perdonada.
Los únicos límites son cosas que están implícitas en la definición de un “indulto”. Así que, por ejemplo, un perdón solo sirve por cosas que ya hiciste. No puede suspender la ley de antemano, pues eso no sería un “perdón”.
Cillizza: ¿Un presidente puede ser procesado mientras está en el poder?
Kalt: No es claro. Yo y muchos otros hemos argumentado que los presidentes no pueden ser procesados mientras están en el poder, pero el argumento es complicado y hay puntos válidos en ambos lados.
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La Constitución no proporciona inmunidad presidencial explícitamente, y eso es suficiente para algunas personas para decir que un enjuiciamiento estaría bien. Pero la Constitución también hace al presidente el director de la rama ejecutiva que llevaría a cabo cualquier enjuiciamiento federal, así que un presidente no sería enjuiciado realmente por el gobierno federal a menos que él lo permitiera.
Es muy incómodo de entrada tener un consejo independiente que va tras el presidente, pues el control total del mandatario sobre el poder ejecutivo significa que puede descarrilar la investigación siempre y cuando esté dispuesto a pagar el precio político. Los enjuiciamientos de estado también son incómodos pues, lograr que un solo fiscal de distrito lleve al presidente de toda la nación a uno, es estructuralmente difícil.
Si les gusta la idea de que un fiscal de distrito cuya ideología comparten tenga ese poder y lo use en contra de cualquier presidente que no le agrade, pregúntese si le gustaría que los partidos fueran al revés. Imagine un fiscal de distrito con una política opuesta a la suya, en contra de un presidente que le agrade.
La destitución proporciona una pieza estructural más al rompecabezas. Existe un consenso más amplio sobre que los presidentes pueden ser enjuiciados una vez que dejen el poder y la destitución puede hacer llegar ese día.
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Cillizza: Ningún presidente se ha perdonado a sí mismo. Pero, ¿qué tal el perdón para un asesor principal? ¿Cuál fue el revuelo, si acaso?
Kalt: Un ejemplo es la conmutación de la sentencia de Scooter Libby por el presidente (George W.) Bush, pero eso no generó un gran revuelo. Otro ejemplo fue cuando el presidente (George H.W.) Bush perdonó a Caspar Weinberger y otros funcionarios de la administración de Reagan en diciembre de 1992 con respecto al asunto sobre Irán-Contra. Ellos no fueron sus asesores, pero había trabajado lado a lado con ellos en la adminsitración previa y Bush había estado igual de inmerso en el escándalo también. Pero Bush ya había perdido la elección, así que no había mucho hacia dónde hacer revuelo.
Cillizza: Los perdones presidenciales se han convertido en una decisión de último momento debido a la controversia que causan. ¿Siempre ha sido el caso, históricamente?
Kalt: Históricamente, si parece haber un ligero incremento en el uso del perdón hacia el final del periodo presidencial, pero no muchos que sean demasiado controversiales.
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Sin embargo, más recientemente, vimos indultos muy controversiales por Bush(41) (como mencionamos anteriormente) y por el presidente Clinton, quien otorgó el perdón a Marc Rich, Susan McDougal, y su hermano, Roger Clinton, entre otros, una vez que iba de salida del poder. Dado lo que sucedió al presidente Ford, quien perdonó al presidente Nixon en 1974 y después perdió las elecciones en 1976 parcialmente como resultado, puedes ver por qué podrían haber querido esperar hasta después de las elecciones (incluso si un presidente no es candidato a reelección, como Clinton en 2001, podría intentar evitar dañar las posibilidades de su partido).
Pero uno de los motivos por los que los creadores de la Constitución dieron el poder de indulto al presidente fue que él es responsable políticamente. Eso hace problemático el que los presidentes esperen hasta el fin de su periodo, cuando son lo menos responsable, para emitir sus indultos controversiales.
Cillizza: Termine esta oración: “La probablidad de que un presidente se perdone a sí mismo son aproximadamente____%”. Ahora explique.
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Kalt: ¡Ja! He estado estudiando el autoindulto y escribiendo sobre ello por más de 20 años y me he convencido a mí mismo ampliamente que cualquier corte que se enfrente al asunto debería pronunciarse en contra de la validez del perdón. Pero “debería” y “se pronunciaría” son dos cosas diferentes, y es tan difícil predecir lo que haría la Suprema Corte que no puedo decirlo con ninguna precisión. Diré que es menos del 50%, pero no cercano a 0%.
Del lado del presidente está el hecho de que la Constitución no prohíbe expresamente el indultarse a sí mismo.
El argumento es un poco más complicado del lado acusatorio; así es como llegaría a la corte: el presidente tendría que perdonarse a sí mismo y el fiscal tendría que juzgarlo de todos modos, probablemente después de que el presidente deje el poder.
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Primero, como dije en mi respuesta (a su primera pregunta), existen límites al poder de indulto implícitos en lo que significa un indulto. Así que el fiscal diría que un indulto es inherentemente bilateral, algo que solo puedes darle a alguien más. “Perdón” proviene de la misma raíz Latina que “donar” y no tiene sentido hablar de donarse cosas a sí mismo.
En Segundo lugar, existe un principio venerable en la ley que dice que nadie puede ser juez en su propio caso. No permitiríamos que un juez presidiera su propio juicio, así que diríamos que, si un presidente quiere un perdón, él tiene que obtenerlo de alguien más, por ejemplo, su sucesor.
En tercer lugar, existen algunos argumentos históricos que apoyan la idea de que los creadores de la constitución asumieron que los presidentes no podían perdonarse a sí mismos.
Uno podría interpretar su pregunta más prácticamente: ¿Cuáles son las probabilidades de que un presidente sienta que puede lograr salirse con la suya con un auto-indulto? Dado lo mal que se vería, cómo proporciona las bases para una destitución y cómo podría ser un crimen por sí mismo (similar a cómo sería un indulto a cambio de un soborno podría procesarse como soborno, y un perdón dado para obstruir la justicia puede ser procesado como obstrucción de justicia) y dado que no afectaría a ningún enjuiciamiento estatal, los presidentes tienen muchas buenas razones para no intentar perdonarse a sí mismos.