Los escándalos de pederastia tumban a uno de los cardenales más poderosos
PARÍS- El cardenal francés Philippe Barbarin, uno de los prelados con más poder y adalid de las tesis más conservadoras en el seno de la Iglesia católica, dimitió este jueves tras ser condenado en Francia por haber ocultado durante años casos de pederastia en su diócesis de Lyon (este).
Sentenciado a seis meses de cárcel exentos de cumplimiento y a pagar un euro simbólico a las víctimas, el cardenal anunció que en los próximos días presentará su renuncia al papa Francisco.
Los abogados de Barbarin anunciaron que recurrirán la sentencia, que consideran que "hace portar a un solo hombre el peso de todas las sospechas que pesan sobre la Iglesia".
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Los jueces consideraron probado que el cardenal conocía los abusos denunciados por numerosas víctimas del padre Bernard Preynat, capellán de campamentos de "scouts" en los años 70 y 80.
"Al querer evitar el escándalo (...), el cardenal prefirió tomar el riesgo de impedir el descubrimiento por la justicia de numerosas víctimas de abusos sexuales e impedir la expresión de su dolor", reza el fallo.
Los jueces no tuvieron en cuenta las alegaciones de su defensa de que muchos de esos hechos habían prescrito y que no había elementos suficientes para dar por sentados otros, argumentos también abrazados por la Fiscalía, que no pidió pena alguna contra el cardenal.
La sentencia es una victoria para la asociación "La palabra liberada", que durante años reunió los diferentes testimonios y peleó para obtener una sentencia contra el silencio de la iglesia.
"Es el final de una dura batalla. Nunca hemos dejado de creer en que obtendríamos esta sentencia", afirmó el presidente de esa asociación, François Devaux.
No es la primera en este sentido que se dicta en Francia, donde en 2001 se condenó por hechos similares al obispo Pierre Pican y el año pasado al también mitrado André Fort.
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Pero la dimensión del cardenal Barbarin otorga una relevancia muy superior a esta condena.
Con solo 52 años fue aupado por Juan Pablo II a uno de los arzobispados más tradicionales de Francia, que otorga el título honorífico de "primado de las Galias", y a la dignidad cardenalicia.
Puso rostro a todas las batallas del sector más conservador de la Iglesia gala, ya fuera la lucha contra el matrimonio homosexual, contra el preservativo o el aborto.
Eso le valió relevancia mediática, pero también un distanciamiento de sus colegas en la Conferencia Episcopal, donde le reprocharon sus múltiples salidas de tono, como cuando, en plena batalla contra el matrimonio gay, dijo: "Luego pedirán matrimonios de tres o cuatro. Luego, quizá caiga la prohibición del incesto".
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Sobrevivió a esos ataques, pero no ha podido con el estigma de una condena.
Devaux recordó su batalla judicial "contra todo y contra todos", en particular la Fiscalía de Lyon, a quien acusó de haber puesto "palos en las ruedas".
Primero sobreseyeron el caso en 2016, lo que obligó a su asociación a usar otra vía legal "y a un gran esfuerzo de tiempo y dinero", que cristalizó en el juicio de enero pasado y en la condena conocida ahora.
"Los fiscales, al igual que la Iglesia, no han entendido que este es un proceso moral", señaló Devaux, convencido de que este veredicto "abrirá nuevos caminos, reactivará nuevas denuncias y provocará un cambio en la forma de actuar en la judicatura".
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También espera que cambie la actitud de la Iglesia y ante la apelación anunciada por los abogados de Barbarin se pregunta: "¿Es moralmente justo refugiarse en la prescripción? Cuando se encarna a Cristo, no se pueden buscar recovecos judiciales para no ser condenado por unos hechos que has reconocido".
Aunque no oculta su satisfacción por la condena, Devaux echa de menos un nombre en la lista de condenados: el del cardenal español Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Fue él quien en 2015, según se desprende en un documento encontrado por la Justicia francesa en un registro en la Archidiócesis de Lyon, quien recomendó a Barbarin "evitar todo escándalo público" en la gestión del caso Preynat.
El Vaticano le protegió con la inmunidad diplomática pero, según Devaux, el propio tribunal "no excluyó su condena" si, como ellos habían pedido, se hubiera sentado en el banquillo.
Para el presidente de "La palabra liberada" es un síntoma más de la falta de cooperación en el seno de la Iglesia para esclarecer estos casos.