Para protegerse de los países más afectados por el COVID-19, Trump impuso rápidamente restricciones a los viajes desde China en febrero de 2020.
Luego, el 13 de marzo, fue el turno de los países de Europa pertenecientes al espacio Schengen.
Gran Bretaña e Irlanda siguieron unos días más tarde, mientras que las fronteras terrestres ya estaban en gran medida cerradas con México y Canadá.
Con todos estos países, la densidad de los intercambios humanos y económicos es sumamente intensa.
"Fue muy difícil, yo solo quiero ver a mi hijo", dijo a la AFP Alison Henry, una británica de 63 años que volará el lunes para encontrarse con su hijo en Nueva York tras 20 meses de separación.
Desde el verano pasado era posible viajar de Estados Unidos a Europa, pero los extranjeros que se establecieron en Estados Unidos y poseían ciertas visas no tenían garantía de poder regresar a casa.
Para hacer frente al previsible aumento de la demanda, las aerolíneas han incrementado el número de los vuelos transatlánticos y el tamaño de los aviones.
El levantamiento de las restricciones también representa un soplo de aire fresco para un sector aéreo sumido en la crisis por la pandemia.
También a lo largo de la inmensa frontera mexicana, numerosas ciudades estadounidenses, en Texas o en California, han sufrido un fuerte impacto económico y están esperando ansiosamente el regreso a la normalidad.
Los ricos jubilados canadienses, por ejemplo, podrán ahora sin temor, en el momento de la primera helada, emprender su trashumancia anual en automóvil hacia Florida y sus delicias climáticas.
Vacunación y tests
Más de treinta países estarán incluidos en el levantamiento de esta "prohibición de viajar".
Pero la entrada no será completamente libre y las autoridades estadounidenses pretenden seguir de cerca el estado de vacunación de los viajeros, al tiempo que continuarán exigiendo pruebas negativas de COVID.
Para los viajeros que lleguen por vía aérea, Estados Unidos solicitará a partir del lunes, además del certificado de vacunación y una prueba negativa dentro de los tres días previos a la salida, el establecimiento por parte de las aerolíneas de un sistema de seguimiento de contactos.
Para la ruta terrestre, las restricciones se levantarán en dos etapas.
A partir del lunes, las personas que lleguen al país por motivos considerados no imprescindibles, por ejemplo familiares o turísticos, podrán cruzar la frontera de Canadá o México siempre que estén vacunadas.
Aquellas que lo hagan por razones imperiosas, por ejemplo los conductores de camiones, estarán exentas de ese requisito.
Pero a partir de enero la obligación de vacunación se aplicará a todos los visitantes que crucen las fronteras terrestres, independientemente del motivo de su viaje.
Las autoridades sanitarias estadounidenses también han indicado que se aceptarían todas las vacunas aprobadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por el momento, según el procedimiento de emergencia establecido por la OMS, se trata de las vacunas AstraZeneca, Johnson & Johnson, Moderna, Pfizer/BioNTech, la india Covaxin, y las chinas Sinopharm y Sinovac.
Pero mientras se abren para unos, las fronteras se cerrarán de hecho para muchos latinoamericanos con menos acceso a la vacuna en sus países y que hasta ahora viajaban como turistas a Estados Unidos para inmunizarse.
Así como para aquellos que han recibido vacunas que no han sido aprobadas por la OMS. Quedando sin poder ingresar a Estados Unidos de momento los inmunizados con la rusa Sputnik V y la china CanSino, que fueron aplicadas en muchos países latinoamericanos, incluidos Argentina y México.
Por otro lado, la OMS está una vez más alarmada por la tasa de transmisión "muy preocupante" de COVID-19 en Europa, que podría provocar medio millón de muertes adicionales en el continente hasta febrero.
Esta cuarta ola "masiva" golpea especialmente a Alemania, con la que la administración Biden es especialmente cuidadosa en sus relaciones.
Y en Estados Unidos, las autoridades no se han pronunciado aún respecto a esa situación.
De todas maneras, Vivek Murthy, alto portavoz del gobierno estadounidense en materia de salud pública, se mostró el domingo, en declaraciones al canal ABC, "cautelosamente optimista" respecto a la evolución actual de la pandemia en su país.