Cuando la economía comenzó a empeorar. Yelstein inició a deshacer el poco progreso democrático que había conseguido. El presidente concentró cada vez mayor poder y poco le importó usar procesos democráticos en su ejercicio.
Yelstein lanzó dos guerra brutales en Chechenia, en un intento de desviar la desastrosa situación económica y restaurar su popularidad.
7. La contrarrevolución de Putin
Para muchos rusos que vivieron en la década de 1990, era más importante lo que perdieron tras el fin de la Unión Soviética —seguridad y ahorros— que lo que habían ganado —un poco de libertad política—.
Vladimir Putin entró el en centro de la política rusa en 1999, cuando se convirtió en el primer ministro de Boris Yelstein. Meses más tarde, con la promesa de traer orden y seguridad, se volvió presidente interino.
Tomó medidas enérgicas contra los oligarcas, se centró en mejorar la seguridad en las calles de Rusia y puso fin sin piedad a la guerra en Chechenia. En las elecciones presidenciales de 2004 se presentó casi sin oposición y obtuvo 71.3% de los votos.
“Putin no tenía ninguna inclinación a construir la democracia en Rusia. Estableció su partido Rusia Unida como un medio para consolidar su poder. Había comenzado una contrarrevolución contra la democracia, junto con una campaña para restaurar el estatus de gran potencia de Rusia”, señala el estudio.
Durante la segunda década de transición, la primera década de Putin en el poder, Rusia vivió un rebote en el crecimiento económico y una época de mayor seguridad pública. Pero en la década de los 2010, los problemas estructurales de Rusia volvieron a sentirse, con tasas de crecimiento más bajas, gracias en parte a la caída en los precios del petróleo.
Putin, quien implantó varias reformas para extender su mandato, entonces buscó aumentar su popularidad con intervenciones en el extranjero, como la ocupación ilegal de la Península de Crimea, en Ucrania, en 2024 y la participación rusa en Siria.
Con información de AFP