Tel Aviv, Israel. El norte de Israel se ha transformado desde el 7 de octubre. Los lanzamientos de misiles desde Líbano, país con el que comparten frontera, se volvieron más intensos y frecuentes desde el inicio de la guerra en la Franja de Gaza.
Aunque la mayoría de los misiles de Hezbolá hacia la zona están dirigidos al Monte Merón -donde se encuentran centros operativos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)- hay otros que han alcanzado a poblaciones civiles.
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El lunes 4 de marzo se registraron seis ataques. Algunos de los misiles cayeron en la ciudad israelí de Kiryat Shemona. Hace dos semanas, uno de los proyectiles cayó sin detonarse a unos metros del hospital Centro Médico Ziv, en Safed. Este espacio está preparado con placas de concreto para proteger su área de emergencia, en caso de ser alcanzado por una explosión y así evitar el mayor daño posible.
Ante el temor de una escalada, varias poblaciones cercanas a la frontera con Líbano han sido evacuadas y enviadas a hoteles en todo el país, una operación que le cuesta varios miles de dólares al gobierno de Israel.
Desde que se ha incrementado la tensión entre Líbano e Israel, más de 83 comunidades fueron evacuadas, lo que representa entre 60,000 y 100,000 personas que han sido desplazadas, con el fin de evitar bajas de civiles por lo bombardeos, de acuerdo con Alma, un centro de investigación especializado en las tensiones en el norte de Israel.
El costo económico
Además de los costos humanos del desplazamiento, el abandono de una parte importante de la población de estos lugares está golpeando la economía.
Shadi Khalloul, presidente de la Asociación Israelí de Cristianos Arameos y habitante de Gush Halav, en la alta Galilea, admite que aún sin la violencia relacionada con los ataques de Hezbolá, vivir en esa zona de Israel es complicado.
“Es una región montañosa y de difícil acceso. Es casi rural”, dice Khalloul en un encuentro con periodistas en la zona.
El activista cuenta que en la zona se ha perdido dinamismo económico, pues muchos de los habitantes de los Kibutz acudían a los negocios de las poblaciones -conformadas en su mayoría por musulmanes o cristianos- a comprar en las tiendas y a consumir en los restaurantes. Ahora, muchos negocios lucen vacíos.
Muchos de los desplazados, así como los 250,000 reservistas que han sido llamados a luchar en la guerra han tenido que abandonar sus trabajos, negocios y emprendimientos.
“El mercado laboral de Israel ha experimentado muchos cambios desde el estallido del conflicto con Hamás. Los lugares están sufriendo por la falta de mano de obra”, dijo Eran Yashiv, profesor de economía la Universidad de Tel Aviv, en entrevista con la BBC.
En general, la guerra ha tenido un importante impacto en la economía de Israel. Durante el cuarto trimestre de 2023, en el que inició el conflicto en la Franja de Gaza, el Producto Interno Bruto de Israel cayó 19.4% en comparación con el mismo periodo de 2022.
Este número sorprendió a los analistas. Expertos consultados por Bloomberg esperaban que el PIB tuviera una caída anual de solo 10.5%.
El consumo y la inversión en bienes de capital fijo fueron las áreas mas golpeadas de la economía. De acuerdo con información de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, el consumo interno cayó 26.9% en el último cuarto del año pasado.
Con un panorama complicado, que podría incluir una escalada en el conflicto en Líbano, ha puesto en alerta a los analista sobre lo que pasará en 2024.