Donald Trump se ha destacado por su estilo agresivo y provocador en las negociaciones, una táctica que él mismo atribuye a su capacidad para conseguir acuerdos, a menudo a través de la intimidación y las amenazas. Esta estrategia, que genera tanto resultados inmediatos como tensiones a largo plazo, es un arma de doble filo.
Trump, el negociador hostil que marca la pauta en las relaciones internacionales
En The Art of the Deal, Trump explica cómo "apunta muy alto y sigue presionando" hasta obtener lo que desea. Aunque el libro fue escrito en su etapa como empresario, muchos de esos principios han sido adaptados a su estilo político, en el que la presión, la intimidación y la imprevisibilidad se han convertido en elementos claves.
Ahora, en su segundo mandato y con una mayoría republicana en el Congreso, Trump cuenta con un plus que no tenía en su primer periodo. Ya no tiene nada que perder: es su última oportunidad presidencial. Esto podría transformar aún más su estilo de negociación, llevándolo a ser aún más desinhibido y extremo. Como él mismo lo dice en su libro, “la verdadera emoción es jugar el juego”.
Provocación en la frontera: el caso de México
Un ejemplo claro del estilo de negociación de Trump se dio en 2019, cuando amenazó con imponer aranceles del 5% a todas las exportaciones mexicanas si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no tomaba medidas drásticas para frenar la migración.
Esta amenaza forzó a Marcelo Ebrard, entonces secretario de Relaciones Exteriores, a viajar a Washington para negociar un acuerdo que incluyó el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur y la aceptación de más solicitantes de asilo devueltos desde Estados Unidos.
Para Juan Ortega, profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, "Trump utilizó una amenaza extrema para obtener un resultado inmediato, dejando a México con poca capacidad de maniobra".
Luis Guillermo Colin, Investigador del departamento de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey, agrega que el republicano "ha logrado desestabilizar a sus contrapartes a un nivel mediático, primero generando un impacto a través de las amenazas, sin necesariamente tocar lo que llamaríamos la real politik".
Colin destaca que el enfoque de otros mandatarios, incluidas las negociaciones con México, ha sido como un juego de ajedrez: "dar tiempo a que él haga el primer movimiento, y desde allí fijar una postura". Es decir, lo que México ha aprendido, explica Colin, es que "no sirve de nada ponerse los guantes antes de que Trump lance el primer golpe, ya que, en términos de negociación, eso te pone en desventaja".
El despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur, aunque esta medida fue en gran parte simbólica y sin un impacto real en la migración, a Trump la utilizó como una victoria que le permitió presumir y consolidar su imagen de negociador efectivo.
Colin señala que "lo que México hizo fue darle a Trump algo que pudiera presumir: un símbolo de victoria que no afectó sustancialmente la soberanía, pero que le permitió a Trump presentarse como un triunfador en casa".
De tensiones a compromisos: el trato con Canadá
La renegociación del TLCAN con Canadá en 2018 muestra otra faceta del estilo de Trump: la humillación como herramienta de negociación. Durante las negociaciones, el presidente estadounidense atacó públicamente al primer ministro Justin Trudeau al llamarlo "débil" y amenazó con retirar a Estados Unidos del acuerdo.
Este conflicto culminó en un encuentro en Miami, donde finalmente se selló el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Ortega afirma que Trump disfruta acercar a su oponente al filo para luego negociar, "antes de entrar en una negociación siempre bulea un poquito, siempre da un poquito de miedo y a final de cuentas acaba negociando porque es un negociador innato y sabe que es lo mejor, pero siempre desde una posición de poder".
Presión sobre Colombia: un patrón de chantaje
Este fin de semana, el presidente colombiano, Gustavo Petro, rechazó la llegada de vuelos con migrantes colombianos deportados desde Estados Unidos, una acción que desató una confrontación entre ambos países.
Petro dejó claro en redes sociales que no aceptaría que sus ciudadanos fueran tratados como criminales, exigiendo un trato digno para los migrantes colombianos.
La postura de Colombia, en este caso, refleja la estrategia de Trump, quien, más allá de buscar acuerdos, parece disfrutar generando presión. "La mejor manera de negociar es hacer que la otra parte se sienta incómoda", escribió Trump en su libro The Art of the Deal.
Esta táctica de incomodidad, aplicada a Colombia, no solo involucra amenazas inmediatas, sino que busca crear una constante sensación de riesgo, forzando a los países a ceder ante sus demandas.
Ortega señala que el enfoque de Trump "no se basa solo en la amenaza inmediata, sino en generar una percepción de riesgo continuo", lo que condiciona las acciones de sus socios.
La respuesta de Trump ante el rechazo de Colombia fue clara: una serie de represalias, incluyendo la imposición de aranceles y sanciones a Colombia. Este tipo de presión ha sido efectivo a corto plazo, pero también está erosionando las relaciones bilaterales, lo que podría tener repercusiones duraderas para Estados Unidos en América Latina.
Luis Guillermo Colin asegura que Trump no siempre busca ganar todas las batallas. Un ejemplo de esto es su trato con Colombia, que, frente a una amenaza similar de deportación masiva, reaccionó con firmeza y estableció una postura clara que evitó la humillación. "Colombia no aceptó que sus ciudadanos fueran tratados como prisioneros de guerra", resalta.
Este enfrentamiento ha mostrado que, aunque Trump presione, también existen momentos en los que las partes pueden encontrar soluciones de compromiso sin ceder a la intimidación, al menos de primer momento.
Un segundo mandato: ¿más de lo mismo?
El segundo mandato de Donald Trump plantea una serie de preguntas sobre cómo evolucionará su estilo de negociación, ya que su perfil negociador en este periodo podría ser más agresivo y menos conciliador en comparación con el primero.
Durante su primer periodo, Trump estaba motivado por el deseo de reelección, lo que, según Luis Guillermo Colin, lo llevó a ser más "duro", pero también a tener que moderar algunas de sus decisiones bajo las recomendaciones de su equipo, que en su mayoría era más moderado.
Luis Guillermo Colin señala que, durante su primer mandato, Trump tuvo que equilibrar su postura agresiva con las recomendaciones de su equipo, que en ese momento era más moderado. Este equipo ha cambiado, y hoy en día Trump cuenta con un gabinete que, en áreas cruciales para México como la migración, la seguridad relacionada con el narcotráfico y el comercio exterior, está compuesto por figuras más radicales. Esto podría tener un impacto directo en las negociaciones, tornando las tensiones con países como México mucho más intensas.
Más allá de los cambios en su gabinete, existe otro factor importante que marca una diferencia fundamental: el legado. Trump es consciente de que, al no tener la reelección como meta, los próximos cuatro años serán cruciales para dejar una marca indeleble en la historia.
Según Colin, esta conciencia de que es su “última oportunidad” podría llevarlo a tomar decisiones más arriesgadas, con el objetivo de asegurarse de que será recordado por sus logros en lugar de sus errores.
Por otro lado, el modelo de “minilateralismo” que Trump emplea —es decir, centrarse en acuerdos rápidos y específicos con países individuales, en lugar de en procesos multilaterales más largos y complejos— sigue siendo una constante en su enfoque.
Este modelo permite a Estados Unidos priorizar sus propios intereses, pero también aumenta el riesgo de tensiones con aliados históricos que esperan acuerdos más amplios y sostenibles. Como lo señala Shen Wei y Hu Yaohui en US "Minilateralism" and Its Effort to Reshape the Global Economic and Trade System , este enfoque también favorece los intereses estadounidenses, pero a costa de una diplomacia más fragmentada.
Si bien la estrategia de Trump de generar incertidumbre y presión podría traer resultados inmediatos, no hay garantías de que esta política pueda sostenerse a largo plazo. La creciente competencia global, la crisis climática y los nuevos actores internacionales requieren de una diplomacia más flexible y cooperativa, algo que Trump ha demostrado ser reacio a adoptar.
En última instancia, solo el tiempo dirá si su estrategia de confrontación y aislamiento terminará siendo un éxito o si, por el contrario, abrirá la puerta a consecuencias imprevistas.