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Guadalajara conmemora 18 años de las explosiones que dejaron 210 muertos

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jue 22 abril 2010 07:33 AM
Calle del barrio de Analco a 18 años de las explosiones en Guadalajara
Calle del barrio de Analco a 18 años de las explosiones en G Calle del barrio de Analco a 18 años de las explosiones en Guadalajara

Hoy el barrio de Analco es "la pura soledad", dice Carlos Javier Ramos Ortega con la mirada clavada entre las calles que lo rodean. Hace 18 años perdió a su hijo en las explosiones del 22 de abril en Guadalajara, y también a sus amigos, vecinos y la casa que tuvo desde la infancia. 

“La mayoría de la gente decidió irse”, comenta. Y la calle Gante, por donde camina, que fue una de las más dañadas con los estallidos de 1992, confirma sus dichos.

Lo que antes fue el populoso barrio de Analco hoy es una zona predominantemente comercial donde abundan los pequeños talleres de refacciones de autos. 

“El dolor lo llevamos por dentro y no queda sino la resignación. Lo que hago cuando me siento triste es pararme en una esquina, cerrar los ojos y traer a mi mente las imágenes de mi infancia, cuando las calles estaban llenas de niños jugando, de fiesta todo el día. Ahora todo está muerto, casi no hay casas, no hay gente, la pura soledad”, repite como mantra una de las miles de víctimas que dejó la tragedia.

Las explosiones cambiaron la ciudad

La tragedia del 22 de abril cambió la vida de miles de habitantes de Guadalajara. Costó cientos de vidas, fue inesperada aunque evitable y 18 años después todavía está en la memoria de los tapatíos. 

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Era un miércoles de pascua de 1992 en el tradicional barrio de Analco, ubicado al oriente de Guadalajara; hacía calor como en cualquier día de abril, la rutina y el ocio estaban a la vuelta de la esquina, hasta que una serie de explosiones se sucedieron en un colector que, además de aguas residuales, llevaba gasolina. Así, se abrió la tierra y consumió casas, negocios y a centenas de personas.

Las cifras oficiales: 210 muertos, 600 heridos, mas de 13 kilómetros de colector colapsados, 3,500 damnificados, 570 fincas reducidas a escombros y más de 3,000 dañadas, todo esto en un radio de 14 kilómetros, en 98 manzanas. 

El acontecimiento cambió también la manera de organizarse. Surgieron movimientos civiles para pedir justicia y encarar a las autoridades, para formar albergues, para no votar más por un partido que mostró su rostro más indolente dando pie al nacimiento de la alternancia política en Jalisco. 

Miércoles de Pascua

Días antes de la tragedia, los vecinos de Analco reportaron olor a gas en casas y calles, vapores en alcantarillas. El Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) acudió a la zona y constató 100 por ciento de explosividad ante la presencia de hidrocarburo en el colector, vertieron agua, señalando que con eso sería suficiente para evitar una catástrofe. 

“Veíamos lumbre en las alcantarillas, olía a gas todo el tiempo, pero nos decían que no había problema que abriéramos las ventanas para ventilar la casa, ese día vimos una flama a media cuadra, pero nos dijeron que era normal, que estaban quemando gases”, recuerda Carlos Javier Ramos Ortega, hoy de 44 años. 

Empleado de una agencia de viajes, Ramos Ortega entregaba unos boletos de avión cerca de su domicilio cuando escuchó en estruendo: “corrí a mi casa, lo único que encontré fueron calles rebanadas y una densa nube de polvo”. 

Alguien le avisó que su esposa y su hija estaban bien, pero si hijo más pequeño, de 1 año 4 meses, no aparecía. 

“Entré a lo que quedaba de mi casa, busqué por horas a mi hijo entre los escombros, lo encontré debajo de la cuna, lo saqué como una jícama, lleno de polvo; me miró, luego cerró sus ojitos, se lo di a los paramédicos todavía vivo, después me avisaron que había muerto”, dice hoy con la calma que da el tiempo, para él, 18 años. 

“Nadie les advirtió, nadie supo decir que pasaba, si los hubieran escuchado no estaríamos llorando la muerte de nuestros seres queridos”, dice María Lara, sobrina de una de las víctimas. 

A las 10:05 horas del 22 de abril ocurrió la primera de las 10 explosiones, lo que hizo pensar a toda una ciudad que éstas no pararían y que la tierra se abriría en cualquier sitio, en cualquier momento. 

Mientras los sobrevivientes de Analco buscaban a sus seres queridos, el resto de los tapatíos no sabían si quedarse, huir o ayudar; muchos de ellos no lo pensaron, sumaron brazos para quitar escombros y buscar sobrevivientes, convirtieron sus autos en ambulancias. La conciencia social, la protección civil comenzó a despertar. 

Nace la alternancia 

Los meses siguientes fueron de confusión pero también de ira contra quien gobernaba en aquel momento, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El día de la tragedia, el entonces gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri, estaba en la Ciudad de México y, Enrique Dau Flores, alcalde de la ciudad, había salido de vacaciones.

La primera respuesta de Cosío Vidaurri fue justificarse. Dijo que había advertido a los habitantes de Analco del riesgo que enfrentaban pero no quisieron dejar sus viviendas. Para él, habían sido como los niños que a pesar de la advertencia de caer, se subieron a la barda. 

Sin embargo, las pruebas posteriores señalaron que el gobernador sabía del peligro y se cruzó de brazos.

El alcalde Dau Flores fue el único funcionario que piso la cárcel varios meses antes de ser exonerado. 

La sociedad jalisciense se cobró la factura en las elecciones inmediatas celebradas en julio de 1994. Contra todos los pronósticos, Alberto Cárdenas Jiménez, del conservador Partido Acción Nacional, llegó a la gubernatura, acompañado de triunfos en todos los municipios de la zona metropolitana de la segunda ciudad más grande de México. 

“El 22 de abril se puede interpretar como un elemento que ayuda a modificar la cultura política tradicional que existía en la sociedad tapatía, de una cultura definida como apática, poco participativa a una sociedad que se volcó a las urnas para votar a un partido hasta entonces poco tomado en cuenta, el PAN”, dijo a CNNMéxico, Jorge Regalado, investigador del departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad de Guadalajara (UdeG). 

“Contribuyó a ello no sólo la tragedia, también la respuesta insensible, irresponsable, negligente del gobierno municipal y estatal de aquéllos tiempos”.

La transición llegó al estado pero también la conciencia social y colectiva también alcanzó la mayoría de edad en participación, protección civil y organización, consideró el investigador del departamento de Salud Mental de la Universidad de Guadalajara, José de Jesús Gutiérrez Rodríguez. 

“Los jaliscienses sacaron lo mejor de sí, pero también lo peor, porque hubo abusos, gente que reclamó apoyos que no necesitaba y otros que lucraron con el dolor de las verdaderas víctimas”, señaló. 

Pese al esfuerzo, la tragedia estuvo marcada por las escasas herramientas de los cuerpos de auxilio y la falta de coordinación entre ellos.  

La ciudad no contaba con un atlas de riesgo, la reacción ante la denuncia de los ciudadanos fue lenta y desestimaron los hechos. 

Hoy Jalisco cuenta con una Unidad Estatal de Protección Civil (UEPCJ) que en caso de desastre funge con la cabeza, coordinando con base en normas internacionales y cuyos elementos han participado en contingencias mundiales, recientemente Haití. 

El director de la UEPCJ, Trinidad López Rivas, recapitula que la tragedia dejó una amarga lección pero al mismo tiempo abrió las puertas de la capacitación, adquisición de equipo y constante profesionalismo en normas a seguir.

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