Los niños de las ciudades fronterizas ven a narcotraficantes como modelo

Niños de ocho años que habitan en ciudades pobres en la frontera norte de México anhelan crecer y convertirse en capos de la droga y sicarios, debido a que la adrenalina y la riqueza relacionadas con el mundo del narcotráfico se filtran en sus vidas.
Padres de familia en las violentas urbes de Ciudad Juárez y Tijuana, en la frontera de México con Estados Unidos, dicen que niños que cursan la educación primaria están cautivados por las bandas del narcotráfico que ven en la calle y en la televisión mostrando pistolas, conduciendo negros autos lujosos y superando a los soldados.
En vez de jugar “policías y ladrones” y de admirar a bomberos y conductores de tren, los niños están inventando juegos que simulan secuestros y formando pandillas en los patios de recreo; para bautizar a sus ‘bandas’ toman los nombres de los brutales cárteles de la droga e idolatran el poder de los capos cuyos enfrentamientos han matado a alrededor de 23,000 personas desde finales de 2006.
Estos niños crecen con el riesgo de convertirse en una generación de sicarios adolescentes pagados por los cárteles a un bajo costo, dice la policía.
Los crímenes cometidos por menores, que van de robos en tiendas a asesinatos por órdenes de los cárteles, se han triplicado en Tijuana, ciudad cercana a San Diego, señaló la Procuraduría del estado de Baja California. En Mexicali, más de la mitad de los 10,000 menores arrestados en 2009 tenían menos de 13 años, según la policía.
“Uno de los compañeros de clase de mi hijo dijo a los niños que llevaran pistolas a la escuela porque iban a formar una banda de narcotraficantes y jugarían a secuestrar niños”, dijo la madre de un niño de ocho años de Ciudad Juárez, la ciudad más violenta de México con más de 5,200 asesinatos relacionados con la guerra contra la drogas desde enero de 2008.
Otra madre señaló que su hijo de nueve años recientemente le dijo que quería ser narcotraficante. “Mi hijo vino a casa y me dijo: ‘Mamá, quiero ser como ellos. Ellos consiguen mucho dinero’”, mencionó la madre —quien pidió no ser identificada— en un centro comunitario de Ciudad Juárez.
Al mismo tiempo, muchos niños están traumatizados por la horrible violencia producto de que bandas rivales asesinen policías, dejen cabezas en los caminos y cuelguen de los puentes cuerpos desnudos. Los soldados se han enfrentado a los sicarios afuera de las escuelas, y algunas balas perdidas ocasionalmente han dado en los patios de recreo.
La semana pasada, sicarios dispararon a un hombre unos 100 tiros afuera de un jardín de niños en Ciudad Juárez, justo cuando los menores llegaban.
El presidente Felipe Calderón ha centrado su presidencia en enfrentar a los cárteles de la droga, desplegando a alrededor de 70,000 soldados y policías en todo México con fuerte apoyo de Estados Unidos.
La creciente violencia ahuyenta a los turistas de los hoteles de las playas, y provoca que algunos negocios congelen sus inversiones en las fábricas de la frontera y que Estados Unidos se pregunte si su vecino del sur puede estar abrumado por la violencia.
Pero los niños en los empobrecidos pueblos fronterizos también pueden ver que los cárteles de la droga reciben dinero producto del narcotráfico, que llega a los 40,000 millones de dólares al año en México. Con escasos modelos a seguir y sin acceso a buenas escuelas, los niños ven a sus padres luchando por entrar a ciudades maquiladoras donde miles se quedaron sin empleo debido a la crisis del año pasado.
“Los narcos ganan mucho dinero y nada les pasa”, dijo en Tijuana Rubí, una niña de 14 años que sueña con ser una gran traficante. “Hasta la policía les ayuda”, agregó.
K por AK-47
En Ciudad Juárez, los trabajadores sociales aseguran que la culpa de que niños desde los 11 años se unan a las pandillas se debe a la ausencia de los padres, dado que los trabajadores pasan largas horas en las plantas maquiladoras.
“El comportamiento conflictivo comienza porque los niños pasan mucho tiempo solos”, dijo la trabajadora social Aída Arellano. “Ellos conocen a jóvenes más grandes, consumen drogas y consiguen pistolas viejas”.
Padres y maestros dicen que los niños escuchan en la radio viejas canciones conocidas como “narcocorridos”, que alaban las acciones de los narcotraficantes. Otros ven películas que ensalzan el estilo de vida de los narcotraficantes; lo hacen en video o en Internet, con frecuencia a escondidas de quienes las descargan.
Una madre dijo que su hijo quiso convertirse en capo de la droga después de que vio un programa televisivo acerca de las suntuosas tumbas cubiertas de oro en las que están enterrados los narcotraficantes. Muchos están impresionados por los sicarios, idolatrando su armamento como si formara parte de la película de Hollywood.
“Escribimos un alfabeto con algunos de los niños y asociaron la letra K con las armas AK-47”, dijo Lourdes Almada, cabeza de una organización comunitaria que trabaja con niños de Ciudad Juárez. “Ellos ven que una de las pocas maneras de salir adelante es tener una pistola, y entre más grande, mejor”.
Calderón ha prometido más escuelas y bienestar para localidades fronterizas como Ciudad Juárez, donde los habitantes están hartos de la violencia. Pero el plan se mueve con lentitud y quienes desertan de las escuelas son absorbidos por el submundo criminal.
“Los niños comienzan con actos como el robo, después se involucran más y construyen su camino secuestrando y asesinando”, señaló Martha Imelda Almanza, viceprocuradora de Baja California. “Estamos viendo un incremento significativo”.