Los extranjeros viven en Acapulco sin inmutarse por la violencia
Pascal Clemens llegó a Acapulco hace 17 años. El nativo de Alemania posee una compañía de bienes raíces en el balneario mexicano y asegura que inmediatamente se enamoró del lugar. Su plan original era ir a Nueva York, Estados Unidos, pero no se cansaba de las playas soleadas, de la gente amable, la brisa fresca, y sobre todo, el clima espectacular en Acapulco.
"No sólo es bueno, ¡es excelente, es excelente, todos los días! ¿Has visto alguna vez llover aquí?", pregunta Clemens mientras mira hacia el cielo azul profundo parado en una playa, en una mañana agradable.
Las temperaturas ascienden a más de 30 grados Celsius; el cielo soleado y las brisas frescas son algunas de las razones principales por las que los un sinnúmero de extranjeros han hecho de Acapulco su paraíso desde hace décadas.
De vuelta a la década de 1950, el actor John Wayne fue dueño del hotel Los Flamingos, que fue construido en la cima de los acantilados más altos de Acapulco. Johnny Weissmuller, quien interpretó a Tarzán en las películas de Hollywood, pasó los últimos cuatro años de su vida en este sitio turístico e incluso está enterrado en Acapulco. La sensación del pop latino Luis Miguel ha vivido también allí por muchos años.
El balneario mexicano está lleno de casas de lujo con vistas a las bahías y mansiones con jardines privados. Según los funcionarios locales, al menos 3,000 extranjeros, incluidos los estadounidenses, los canadienses y los europeos, consideran a Acapulco como su casa.
Sin embargo, una reciente ola de violencia del narcotráfico ha provocado que la tasa de homicidios ascienda a más de 80 muertes violentas por cada 100,000 habitantes, situación por la que algunos turistas mantengan su distancia del destino, sobre todo de los spring breakers que se no se presentaron este año .
Acapulco, con una población de 1.2 millones de habitantes, tuvo 1,010 muertes violentas el año pasado, de acuerdo a la morgue de la ciudad, que marcó un aumento constante respecto a los años anteriores.
Pero la violencia aparentemente sólo tiene un efecto mínimo sobre el mercado inmobiliario.
"En este momento el mercado se ha reducido en términos de ventas, pero los precios se han mantenido sorprendentemente estables", dice Clemens, quien es propietario de un alquiler de propiedades, bienes raíces y villas de compañía llamado Beachfront Acapulco.
La situación actual afecta medianamente al mercado de alquiler de lujo. Una casa de 1.6 millones de dólares con dos piscinas y seis habitaciones, ubicada en la lujosa zona residencial de Las Brisas, podía ser rentada por unos 1,000 dólares por día. Ahora está alrededor de 700 dólares.
Natalie Farmer, una canadiense dueña de un condominio de tiempo compartido y quien ha pasado semanas en Acapulco todos los años, desde que era una niña, ha seguido yendo con su familia y sus niños, a pesar de la violencia.
"Siempre me he sentido segura aquí. No vas en busca de problemas, te quedas dentro de un lugar y sales en grupo, ¿sabes? Creo que es seguro", dice Farmer.
El alcalde Manuel Añorve señala que las dependencias gubernamentales trabajando duro para cambiar el rumbo de la violencia, lograr un aumento de la policía y de la presencia militar . "Acapulco está de pie y, por supuesto, los tres niveles de gobierno están trabajando juntos para resolver estos problemas, pero lo diré de nuevo, Acapulco es más grande que sus problemas".
Shana Dewale, de 22 años y oriunda de Bélgica, ha pasado sus vacaciones de primavera en este balneario desde que era niña. "Veo más violencia en mi país, en Bélgica, de la que he visto en Acapulco. Nunca he visto nada como turista. Me encanta. Vengo todos los años y son de las mejores vacaciones que tengo", asegura Dewale.
Joyce Patterson, una estadounidense de California que enseña inglés en la Universidad Americana de Acapulco, tiene 42 años viviendo en México, 35 de ellos en Acapulco. Dice que está preocupada por la violencia, pero no al punto de empacar sus maletas en el corto plazo.
Explica sus razones de la forma en que un nativo lo haría. "Hay una frase que usan aquí que reza 'el embrujo costeño’"cuenta Patterson. "Una vez que estás aquí, no quieres dejarlo porque hay playa, tenemos la brisa. Es un lugar hermoso para vivir".