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El futuro del niño al que explotó un artefacto todavía es incertidumbre

Tras la explosión que le provocó lesiones en la mitad de su cuerpo, Oswaldo, de 10 años, trata de recuperarse; su familia exige justicia
vie 05 agosto 2011 12:43 PM

En la sala de espera del Hospital del Niño Poblano de Puebla, la familia de Oswaldo, de 10 años, aguarda desde el 19 de julio el reporte médico sobre la recuperación del menor, a quien un explosivo destruyó la mitad de su cuerpo.

El niño sufrió la amputación de la pierna y la mano derechas al explotarle un artefacto en un terreno abierto de la comunidad de El Ídolo, en el sur de Puebla, que el Ejército utiliza como campo de prácticas de tiro.

Cuando lo trasladaron al Hospital General de Acatlán de Osorio, a 30 minutos de El Ídolo, los médicos encontraron que sus piernas estaban fracturadas, y con falta de músculo y piel. Su mano derecha estaba calcinada y tenía laceraciones en el abdomen.

Todavía en shock, semiinconsciente y con 10 esquirlas metálicas entre sus ropas y heridas, Oswaldo contó que el artefacto explotó cuando se agachó para recogerlo, dijo a CNNMéxico el director del hospital, Óscar Cuahutencos.

"Es un niño fuerte, nunca había visto a alguien tan lastimado sin que gritara”, apuntó Cortés.

Ante su gravedad, lo trasladaron al hospital de la capital del estado, donde tras amputarle, sufrió choques pulmonares y permaneció con respiración artificial hasta el 23 de julio.

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La noticia del accidente del niño llegó a casa de los Barragán, cuando la madre, Paula, preparaba la comida como cualquier día. Se había despedido unas cuatro horas antes de su hijo, que había salido con un amigo para que los chivos y las borregas pastaran en el monte. 

En ese paseo que recorría desde que estaba de vacaciones, encontró el objeto metálico, que le pareció una pelota. Su amigo ya lo vio tendido en el suelo y se encargó de dar el aviso. Soldados de la 25 Zona Militar, con sede en Puebla, rondaban también la zona. El comandante a cargo había ordenado a los militares que verificaran la detonación.

La llegada de otros vecinos: los militares

En El Ídolo, una comunidad tranquila de 300 habitantes, calles sin pavimentar y donde muchos, como el padre de Oswaldo, emigran a Estados Unidos, sorprendió la presencia de militares a partir de noviembre pasado.

Los agentes frecuentan la zona, sin señales ni cercas, desde entonces y hasta el día del accidente. En ese periodo acamparon cuatro veces por periodos de 15 días, de acuerdo con el director de la Policía Municipal, Rafael Márquez. Los últimos pertenecían al 16 regimiento de Caballería.

Los niños pastores se acostumbraron a encontrar cartuchos percutidos y sin detonar, dijo Márquez. Pobladores que venden fierro viejo peinaban el terreno en busca de las balas, por el valor del cobre.

Los agentes solían notificar su acampada sin explicar los fines y enviaban un oficio al inspector ejidal, familiar de Oswaldo, y que asegura que en esta ocasión no avisaron. Aunque la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) confirmó el accidente, no explicó por qué utilizaba el terreno. Una actuación poco habitual, en opinión del experto en fuerzas armadas Carlos Toledo.

“El personal militar desarrolla todo tipo de deberes dentro de las instalaciones de los campos militares, en el caso particular tendría que responder la Sedena para especificar claramente cuál era la situación jurídica que guardaba el terreno”, dijo en entrevista Toledo, exasesor del Colegio Militar y la Escuela Superior de Guerra.

Oswaldo admiraba a los militares y se emocionaba cuando bajaban del monte a la cancha de futbol del pueblo. “Les decía ‘guachos’, me decía ‘tía, lléveme a ver a qué van a jugar los guachos’”, relató Amparo.

La primera meta de salvar la vida

El menor se encuentra estable desde hace dos semanas, según Francisco Javier Enríquez, subdirector del hospital. En un cuarto aislado de Cuidados Intermedios, los médicos intentarán salvar su pierna izquierda con injertos de músculo y piel. Si todo va bien, a partir de finales de agosto empezará la rehabilitación, ya cuando le pongan las prótesis, y la terapia psicológica. 

La sobrevivencia y la recuperación física y mental de Oswaldo todavía sorprenden a los médicos, al ver que sonríe a pesar de todo y que pide películas y adornos para su cuarto.

“Es un niño fuerte, mentalmente íntegro, que puede entender la problemática y puede manejarla”, señaló el subdirector en entrevista.

La familia ya sabía de su fortaleza y su carácter alegre y cariñoso. Su padre le había enviado hace cinco meses unos tachones (tenis) Nike de Estados Unidos para el torneo de futbol de la primaria. “Es muy juguetón, inquieto. Todo el día anda corriendo”, apuntó una familiar.

La batalla que Oswaldo y su familia tendrán que librar para su recuperación no será la única. Tendrán que demostrar que el artefacto provocó los daños al niño. Aún no están seguros de si la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) asumirá responsabilidad alguna y la Procuraduría General de Justicia de Puebla (PGJ) aún no termina la indagatoria que lo determine.

Aunque todavía no se concluye el tipo de objeto que explotó, la familia exige a la Sedena que garantice apoyo de por vida a Oswaldo. Solicitan pensión y gastos de rehabilitación vitalicias y una beca escolar.

“La gente de Sedena ya se comunicó y nos dijeron que están girando oficios, pero hasta que no tengamos documento en mano, no sabremos si habrá justicia”, advirtió la tía del niño.

El reclamo de la familia

Exigen una vivienda en Puebla, donde el menor asistirá a terapia, y empleo para su madre y su padre, que al día siguiente del accidente abandonó su trabajo en Nueva York y regresó al estado. 

“Lo que estamos pidiendo no es nada en comparación con el daño que le hicieron a mi sobrino. Si tuviera sus extremidades, se podría valer por sí mismo”, señaló Amparo.

Hasta el momento ninguna autoridad se ha adelantado a corroborar o negar la hipótesis de la familia sobre el accidente, que también indaga la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

CNNMéxico preguntó el 29 de julio a la Sedena en cuánto tiempo culminaría la investigación interna que abrió, pero el 2 de agosto se informó que la petición todavía estaba en trámite y sin una respuesta. La PGJ señaló que no emitiría posturas hasta que concluyera la indagatoria, abierta bajo el folio 706/2011/Acatlán.

El gobierno de Puebla ofreció apoyar las rehabilitaciones del niño y darle un trabajo temporal a su padre; sin embargo, la familia demanda que la indemnización sea permanente y por eso considera que el Ejército se debe responsabilizar.

La familia de Oswaldo, como el resto de la población, vive de la siembra de maíz y frijol por temporada, y de criar borregos, chivos, pollos y guajolotes para consumirlos.

“¿Por qué anteriormente, cuando los militares no estaban, nunca había ocurrido una tragedia como esta?”, se pregunta la tía.

Los chivos y borregos del niño ya pastan en otro paraje. Los pastores tienen miedo de que haya otra explosión en el monte.

En la sala de espera, la familia pregunta a los funcionarios que los visitan por el futuro de su niño. En la habitación, Oswaldo pregunta a sus padres cómo será la pierna que le fabricarán para caminar.

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