Casa en DF 'ocultó' por años abusos y asesinatos de un hombre a su familia
Muñecos de peluche viejos y sucios colgados de las paredes con tachuelas, fotos de niños por toda la casa, películas piratas infantiles regadas en el suelo y en bolsas de plástico, y juguetes entre los cojines de los sillones desgastados hacen difícil pensar que en esa casa una recién nacida fue asfixiada por su padre y que dos mujeres y otros cuatro niños nunca salían de ahí.
Por fuera, el lugar donde vivió desde 2009 Jorge Iniestra Salas no tiene ninguna particularidad que la distinga del resto de las viviendas que están sobre la Calle 11 de la colonia Renovación, al oriente de la Ciudad de México.
Está hecha de cemento, es de dos plantas y por fuera se alcanza a ver que estaban en proceso de construir un tercer piso. Si acaso, resalta por no estar pintada como las otras viviendas, con colores brillantes. Las paredes son grises y sus puertas, que hoy tienen papeles de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal pegados, son de color café claro.
Los vidrios oscuros de las ventanas del segundo piso, tapadas con cortinas blancas, opacas desde adentro, no permitían ver que en una de sus habitaciones, Jorge encerraba a sus hijastras Gabriela y Rebeca. Tampoco se pudo ver que la única vez que Gabriela se asomó, la golpeó con un tubo de metal unas 20 veces, porque "solo las mujerzuelas se asoman a la calle".
En ese mismo cuarto, Jorge mató a Rebeca a golpes y a una hija de Gabriela recién nacida a quién presuntamente asfixió, al obligarla a succionar los senos del cadáver de Rebeca para ver si salía leche.
Dos triciclos verdes con azul y unos cubos de colores primarios contrastan con las paredes blancas que por la mugre se volvieron grises y que tienen garabatos con plumón azul dibujados por los niños que vivían encerrados las 24 horas del día. Al lado de la cama, hay todavía una bacinica azul donde defecaban y orinaban los niños y las dos mujeres, pues Jorge no los dejaba salir ni al baño.
Aún después de varios minutos con la puerta abierta, que Jorge mantenía bajo llave, se alcanza a percibir el olor que sueltan los cuartos encerrados y llenos de gente, un olor entre húmedo y ácido por la mezcla de orina y excremento.
Solo una pared dividía el cuarto de los hijos e hijastras de Jorge con el de su madre, Soledad. Ella supo de los asesinatos, pero sólo le pidió que sacara los cadáveres de Rebeca y de la niña, los cuales había mantenido debajo de una mesa por más de un mes; Jorge les echaba cal para evitar el olor fétido que despiden los cuerpos sin vida.
Juan Carlos, Claudia, Ana Laura y un joven de 14 años, hermanos menores de Jorge, sabían también del cautiverio, pero nunca denunciaron a su hermano, quien se ganaba la vida manejando un taxi que perdió a manos de unos ladrones días antes de que fuera detenido.
"Su única respuesta en las declaraciones (de los familiares de Jorge) fue que ellos respetaban mucho las decisiones de Jorge Antonio y que lo querían mucho y por eso ellos no se metían en su vida", explicó Jorge Mauricio Ferman, fiscal central de investigación para la atención de niños y niñas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) en un recorrido por la casa donde vivían 16 personas.
Clara y Jorge
Clara Tapia Herrera, 12 años mayor que él, conoció a Jorge Iniestra en 2004; decidió vivir con él a partir de 2006, con sus hijos Gabriela, Rebeca y Ricardo.
Antes de vivir juntos, Jorge era cariñoso con los tres hijos de Clara, pero con el tiempo, comenzó a interesarse sexualmente en las niñas y los maltratos contra Ricardo fueron peores cada vez.
Lo golpeaba y lo castigaba, obligándolo a dormir en charcos de agua cuando no cumplía con los trabajos que le exigía hacer, como limpiar los pisos de un negocio de helados que tenía una de las hermanas de Iniestra Salas, o cuando no le entregaba cuentas claras sobre los ingresos generados durante el día.
Cuando Clara fue contratada como conserje de una escuela primaria de Iztapalapa, los obligó a ella y a su hijo Ricardo a dormir en la azotea, al aire libre. Él dormía con Rebeca de un lado y con Gabriela del otro en una misma cama.
El director de la escuela notó cosas raras en la convivencia de la familia y lo registró en un reporte que envió a la Secretaría de Educación Pública, pero al no tener una descripción más específica de lo que sucedía, la dependencia nunca mandó a un inspector, según declaraciones del funcionario de la escuela.
La situación continuó hasta que en 2009, Jorge decidió irse a vivir con Rebeca y Gabriela a casa de su madre y encerrar a las jóvenes y a dos de sus hijos, que habían nacido en la escuela.
Clara seguía viendo a su pareja, pero no a sus hijas, y según sus declaraciones ante las autoridades, decidió escribir en una hoja lo que sucedía desde 2006 y entregarlo en una agencia del Ministerio Público porque había dejado de tener contacto con sus hijas y sus nietos. Ella no conoció a la niña que murió asfixiada, y fue hasta que detuvieron a Jorge que se enteró de que Rebeca había sido asesinada.
El perfil psicológico
Si bien las autoridades judiciales del Distrito Federal continúan evaluando psicológicamente a Jorge, a sus familiares y a sus hijos, Lucio Cárdenas, psicólogo criminal de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que en general los individuos que cometen este tipo de crímenes tienen algunas características identificables.
"En primer lugar, tendríamos el aspecto de una escala de valores distorsionada por parte del individuo, el cual de alguna manera puede cometer este tipo de actos mientras considera que son normales", dijo el académico en entrevista con CNNMéxico.
"Esto generalmente va asociado a una serie de situaciones donde el individuo maneja a su familia, tanto a la esposa como a las hijastras, como una propiedad particular y obviamente en función de eso se considera a sí mismo con el derecho de uso, vida y muerte".
Explicó que este tipo de personalidad no es notable de inmediato e incluso hay casos en los los individuos se desenvuelven muy bien en situaciones sociales, lo que representa un riesgo para la gente que los rodea.
Cuando fue presentado ante los medios de comunicación junto con Clara y sus hermanos, Jorge sonreía y mostraba un rostro relajado. Para él, todos los actos eran simplemente las reglas de su familia, incluso la muerte de Rebeca y la de una de sus hijas.