Dos fosas clandestinas con siete cuerpos son halladas en Durango
Dos fosas clandestinas con siete cuerpos en su interior en el municipio de Lerdo, frontera con el estado de Coahuila, fueron localizadas por el ejército, informaron las autoridades.
Los cadáveres están como “no identificados” y permanecen sepultados en el panteón municipal, donde forenses realizan pruebas para su identificación, proceso que puede prolongarse hasta un año, dijo a CNN México el portavoz de la fiscalía estatal, Raymundo Enríquez Partida.
Solo 23 de los 270 cadáveres desenterrados de 12 fosas clandestinas localizadas en los últimos ocho meses, han sido entregados a sus familiares.
La primera fue ubicada el 11 de abril, cuando policías federales localizaron los cadáveres de 89 personas que estaban sepultadas en un taller mecánico del fraccionamiento Las Fuentes, al nororiente de la capital.
Las autoridades de los estados de Zacatecas, Chihuahua, Guanajuato y Veracruz, han brindado información sobre sus ciudadanos reportados como desaparecidos, para cotejar si alguno de ellos está entre las víctimas de las fosas, dijo el vicefiscal de Durango, Manuel Castrellón.
“Son convenios llevados a cabo entre estados, mediante documentación se hacen llegar fotografías y datos generales de los desaparecidos. Ya tenemos varias solicitudes de gente de otros puntos del país que piensa que su familiares pueden estar entre las víctimas encontradas en las fosas de Durango”, dijo el funcionario.
Las autoridades mexicanas aseguran que hasta el momento no han detenido a personas vinculadas con las 270 muertes registradas en esta entidad.
La Fiscalía de Durango y la Procuraduría General de la República (PGR) no han comenzado con el proceso de estudios científicos a falta de un laboratorio que permita estudiar las muestras de ADN extraídas de las víctimas.
"Es horrible saber si está vivo o muerto"
La identificación de los únicos 25 cadáveres -todos originarios de Durango- se ha realizado a través de tatuajes o cicatrices, debido a que familiares llegan a la fiscalía con fotografías de sus desaparecidos con la esperanza de encontrar los cuerpos de sus parientes.
“Me siento afortunada porque encontré los restos de mi hijo. Es horrible la incertidumbre de no saber si está vivo o muerto, si está sufriendo o viviendo bajo tortura”, dijo María.
La mujer es madre soltera, tiene 53 años, y desde hace dos décadas vende comida preparada para mantener a sus dos hijos. Eran tres varones, pero uno desapareció y meses después encontraron su cuerpo en una fosa clandestina.
“Se busca a Miguel Mejía de 31 años de edad, desapareció el 17 de febrero”, es la leyenda impresa en cada una de las fotografías del herrero, donde aparece con una camisa a cuadros y está fichada en todos los municipios de Durango.
En mayo se cumplieron tres meses de búsqueda, un mes después encontraron el cadáver en la fosa clandestina de la colonia San Vicente, al sur de la capital.
La identificación se logró al cotejar los tatuajes que Miguel tenía en ambos brazos, piernas y espalda, este último representa su apellido paterno.
María abraza la caja de metal color gris, donde se encuentran las cenizas de su hijo. “Mire, esto me salía más barato. No tenía el dinero suficiente para enterrar su cuerpo. Ya estoy cansada de tantas muertes inocentes, mi hijo no andaba en malos pasos, era muy noble y servicial”, dijo la mujer.
La desaparición de Miguel ocurrió mientras trabajaba. La familia recuerda que el hombre recibió una llamada telefónica en la que gente desconocida solicitaba sus servicios de herrería en un residencial nuevo, ubicado al oriente de la ciudad.
“Diariamente recorría los pasillos de la Fiscalía para preguntar sobre los avances de las investigaciones. Un día me citó un médico para pedirme una fotografía y características generales de mi hijo, debido a que existía la posibilidad de encontrarlo entre los restos humanos extraídos de las fosas”.
En junio, la mujer recibió una notificación por escrito, donde la Fiscalía solicitaba su presencia “urgente” para la muestra de algunos cuerpos mediante fotografías de tatuajes, cicatrices, dentaduras y otras señas particulares.
“Fue terrible, un dolor que no le desearía a ninguna persona”, recuerda María. “Me dieron un calmante y luego proporcioné mayores datos, los cuales cada vez más coincidían con el cadáver de las fotos”.
Al retirarse de la Fiscalía en compañía de sus dos hijos se trasladaron hasta el panteón municipal, donde el cuerpo estaba depositado en una gaveta improvisada. Para sacarlo tuvo que pagar 2,500 pesos, cantidad que las autoridades estatales han solicitado a quienes reconocieron a las otras 24 víctimas.