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Indígena que presidió el Congreso de Oaxaca: no me gusta el feminismo

Eufrosina Cruz Mendoza logró modificar la Constitución de su estado para que se respete el derecho de las mujeres a ocupar cargos públicos
jue 08 marzo 2012 06:58 AM
eufrosina cruz mendoza
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Nota del editor: CNNMéxico realiza una serie de entrevistas con ocho mujeres destacadas en distintos ámbitos en México, a quienes se les invitó a reflexionar sobre la vigencia del movimiento feminista en el año 2012.

(CNNMéxico) - Suena a paradoja, pero no lo es. A Eufrosina Cruz Mendoza, la mujer que logró una reforma a la Constitución de Oaxaca para garantizar el derecho de otras mujeres a votar y ser votadas, no le gusta la palabra feminismo.

Eufrosina se convirtió en la primera mujer indígena en presidir la mesa directiva del Congreso estatal en 2010. Es de origen zapoteca, tiene 33 años y aprendió a hablar español a los 12.

“No me gusta usar el término feminista (porque) esta lucha no es radical”, explica. Para ella, la palabra feminismo remite a la idea de que las mujeres quieren “arrebatar” los espacios de los hombres cuando en realidad se trata de conseguir la igualdad de oportunidades para ambos.

En algunas zonas indígenas —dice— tanto hombres como mujeres desconocen sus derechos para acceder a la salud, la educación o el empleo. Por lo tanto, no se puede culpar a ellos de las desigualdades.

La vida en la ciudad

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Santa María Quiegolani es una comunidad de 1,770 habitantes ubicada en las montañas de la sierra sur de Oaxaca, al suroeste de México. Eufrosina salió de ahí para evitar el mismo destino que su hermana mayor, quien fue entregada en matrimonio por sus padres a los 12 años y se convirtió en madre a los 13.

Ella logró convencer a sus padres para que la dejaran irse a Salina Cruz, en la costa, a estudiar la secundaria. Ahí vivió con unas tías para quienes se convirtió en su “muchacha” (sirvienta).

“Vendía en la calle elotes, tortas, lo que fuera”, cuenta. En esa época descubrió que los indígenas son discriminados en las ciudades, donde se les ve como un “museo ambulante” por usar ropa tradicional.

Después de terminar el bachillerato trabajó como maestra en una ranchería durante un año. A cambio, recibió una beca del gobierno federal para estudiar una licenciatura.

“Mi sueño era ser doctora (médico) pero mi economía no me daba”, recuerda Eufrosina, quien finalmente optó por estudiar Contaduría en Oaxaca, capital del estado. Al graduarse se dedicó a trabajar como docente en bachilleratos, aunque tenía en mente otra meta.

Su nuevo sueño era ser presidenta municipal de su comunidad. Santa María Quiegolani es uno de los 418 municipios de Oaxaca que se rige por usos y costumbres, un sistema de autogobierno que reconoce las autoridades electorales del país.

Ese sistema prohibía que una mujer se presentara a las elecciones municipales pero Eufrosina hizo la diferencia y se postuló en 2007.

Ganó la contienda, pero la Asamblea Municipal (integrada solo por hombres) desconoció su triunfo. Ella exigió al Congreso estatal que reconocieran su victoria, pero el Poder Legislativo estatal convertido en autoridad electoral resolvió que prevalecían los usos y costumbres de su comunidad.

Ella argumentaba –y aún lo hace– que el sistema de usos y costumbres debe regular las fiestas típicas, la lengua y la vestimenta, pero no limitar los derechos de las mujeres.

Llevó su reclamo ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que le dio la razón, pero la respuesta no fue vinculante.

En 2009 Eufrosina presentó una iniciativa ciudadana ante el Congreso del estado con la cual logró reformar el Código Electoral del estado y a la Constitución de Oaxaca, lo que garantiza el derecho de las mujeres a votar y ser votadas para cargos públicos.

En 2010 ganó una diputación local por la coalición Unidos por la Paz y el Progreso, formada por el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo y Convergencia.

Actualmente promueve una iniciativa para reformar dos artículos (el 25 y el 113) de la Constitución de Oaxaca, lo que obligarían a anular una elección en la que se violenten los derechos de las mujeres y a sancionar al funcionario que avale esa elección.

A nivel personal, se mantiene soltera y sin hijos. Sus dos hermanos más jóvenes (son siete en total) siguieron su ejemplo y estudiaron una carrera. Sus padres están aprendiendo a leer.

Cuenta que a veces va a restaurantes, otras usa ropa tradicional, o se viste con traje, pantalón y abrigo. Haga lo que haga, provoca críticas, asegura. En unos, porque creen que ya no se comporta como indígena; en otros, porque es demasiado indígena o mujer. Ella sigue haciendo lo que le parece mejor.

Dice que las críticas son parte de los costos a pagar para que en el futuro otros hombres y mujeres con historias similares a la de ella asuman el poder, y ya no sea algo extraordinario.

Por lo pronto, en su comunidad hay una secretaría municipal y dos regidoras, algo que pensó que sus ojos no verían.

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