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El caso Colosio, una indagatoria cuestionada y que 'sepultó' a su fiscal

El primer fiscal a cargo, Miguel Montes, dice que el caso acabó con sus aspiraciones políticas pero tomarlo era una responsabilidad
dom 23 marzo 2014 09:27 AM

“Hubo un atentado contra Luis Dolando Colosio”, musitó el elevadorista al ministro de la Suprema Corte de Justicia, Miguel Montes.

Presuroso, el juez y amigo del candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su esposa Diana Laura, subió a su auto y encendió la radio. Era 23 de marzo de 1994.

En todas las estaciones se hablaba del atentado ocurrido en Lomas Taurinas en Tijuana, dice el ministro en entrevista. Al llegar su casa encendió el televisor en donde ya se anunciaban la muerte del priista y la intención de cremar el cadáver de Luis Donaldo.

"No lo cremen", pidió el ministro Montes a Alfonso Durazo , secretario particular del candidato asesinado.

"Esta será una investigación complicada, yo les pido que lo mediten y que reflexionen, sí lo creman se van a crear muchos rumores de que están suprimiendo evidencias", dijo Montes a Durazo a través del teléfono.

A la media noche timbró el teléfono del ministro. Era una llamada de Durazo para informarle que Diana Laura estaba de acuerdo en que no se cremara el cuerpo de su marido.

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"Mañana se traslada el cadáver al Distrito Federal. Llegará al Hangar Presidencial a las siete de la mañana. Por mi conducto la señora Diana Laura le pide que esté usted ahí", le pidió Durazo al ministro.

Al día siguiente, junto con el presidente Carlos Salinas, su esposa Cecilia Occelli y otros funcionarios públicos, esperaron el aterrizaje del avión TP-03 para la recepción del féretro gris que transportaba el cuerpo del candidato priista.

La pareja presidencial dio el pésame a Diana Laura.

"Le voy a pedir un favor muy grande", dijo la viuda de Colosio a Montes, quien pensó que sería sobre alguna circunstancia familiar, como frecuentemente se lo pedía la pareja. Aunque en ese momento no le dijo de qué se trataba.

El cuerpo de Colosio fue trasladado al auditorio Plutarco Elías Calles de la sede nacional del PRI. El abogado participó en la quinta o sexta guardia de honor del candidato. Se fue a la Suprema Corte para redactar una esquela y cuando iba de camino a su casa, su teléfono timbró nuevamente.

Era el presidente Salinas quien le pedía que fuera el investigador encargado del homicidio. Horas más tarde ambos trataban el tema en Los Pinos. En columnas políticas se había dado a conocer que el fiscal especial sería Santiago Oñate, por lo que Montes decidió no aceptar.

"Yo no puedo aceptar ese encargo. En principio porque estoy en la Suprema Corte y no soy libre y usted ya tiene su confianza en Santiago Oñate", dijo el ministro al presidente.

"Pues lleven la investigación los dos", le pidió Salinas.

"Esa responsabilidad no se comparte, es una responsabilidad para una sola persona, además yo no creo en las Fiscalías Especiales para eso están las Procuradurías y sobre todo la Procuraduría Estatal, ¿por qué no las dejan hacer su función?", le dijo al Presidente.

Entonces el gobierno de Baja California era encabezado por el panista Ernesto Ruffo, el primer gobernador de oposición.

Entonces Salinas le pidió a Montes que su decisión se la comunicara personalmente a Diana Laura, quien era quien le había pedido que él fuera designado para estar al frente de la investigación.

Al salir de Los Pinos, Montes fue a la casa de Diana Laura para decirle que no aceptaría el cargo. Encontró a la viuda serena y tranquila en apariencia. Muy delgada por el cáncer que meses después acabaría con su vida.

“Me dio muchas razones para que yo fuera y me dijo que quería que fuera yo porque me tenía mucha confianza. Me convenció y acepté”, dice Montes.

Regresó a Los Pinos para comunicar su decisión y puso tres condiciones: rendir informes sólo al presidente y a Diana Laura, no depender de la Procuraduría y que se reformara el Reglamento de la Procuraduría para que su encargo fuera sólo la averiguación y no las consignaciones ante los jueces por la superioridad jerárquica que tenía ante ellos por ser ministro. 

Seis días después tomó las riendas de la investigación como subprocurador especial.

Resultados poco convincentes

Sentado en el restaurante del hotel Alfonso 10, en Guanajuato, el exfiscal desayuna plácidamente con dos amigos. 

Dos días antes de que se cumplan 20 años del asesinato de Luis Donaldo acepta una breve entrevista.

En el balance se dice tranquilo con los resultados de la investigación pues a 20 años de distancia, considera que las conclusiones son las mismas: Mario Aburto es el responsable material e intelectual del crimen de Luis Donaldo Colosio.

“Hace 20 años hubo un linchamiento generalizado, pasé a ser un monstruo, pero ahora hay una reivindicación –si usted quiere no tan general- pero los informados y los criterios que más importan, desde el punto de vista de los aciertos, están convencidos de la investigación”, señala Montes.

El exministro platica que antes de hacer público el informe, se lo presentó al presidente Salinas y luego a Diana Laura.  

“Primero fuimos a Los Pinos a rendir el informe y Salinas dijo: 'Sometámoslo al juicio de los grupos'. El resultado fue que la mayoría de las mexicanos no lo creía".

“Yo le expliqué que mi responsabilidad no era que lo creyeran o no sino que mi compromiso era encontrar la verdad y que esa era y que yo iba a renunciar al caso no por disgusto si no porque había acabado mi tarea”, recuerda.

Pero los resultados tampoco le gustaron a la viuda.

“Cuando le lleve a Diana Laura el resultado de la investigación no lo podía creer. No lo aceptó, de alguna manera ella en su imaginación tenía otra composición en relación con los hechos. No le imputaba el homicidio a nadie en concreto, no llegó nunca a ese extremo, pero no lo aceptó, no le gustó".

“Yo le repetí que mi compromiso era encontrar la verdad. Fue la ultima vez que hablé con ella”, dice.

En julio de 1994, los resultados presentados por Montes y su equipo -en que descartaban la “acción concertada” y apuntaban al asesino solitario - provocaron críticas de los actores políticos, de la prensa y de la sociedad sobre que simplemente se quería dar “carpetazo” a la investigación.

Vino entonces la nueva subprocuradora.

A dos década de distancia Montes reflexiona sobre la situación que vivía el país después del asesinato de Colosio.

“El país estaba conmovido, en el ambiente se respiraba el temor y la idea de que iban a continuar los homicidios y que eso era producto de un gran complot, palabra que no me gusta".

Y recuerda el contexto:

“Las circunstancias del país con el levantamiento zapatista en Chiapas, la firma de Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el disgusto de Manuel Camacho por la candidatura de Luis Donaldo, había creado un país en zozobra, medio dividido y con problemas al interior del PRI.

“Por otro lado, la campaña de Luis Donaldo se había estancado, como que no había prendido”.

El bohemio Colosio

Las familias Colosio y Montes eran cercanas, solían tener desayunos juntos e incluso las esposas de los políticos se llevaban muy bien y se confiaban algunos de los problema familiares.

“Yo era un buen amigo de Luis Donaldo Colosio y también de su esposa, mi esposa y ella se llevaban muy bien”, comenta sentado en la mesa del restaurante, en donde dibuja la personalidad del candidato presidencial.

“Luis Donaldo era una persona con dotes políticas, pero era también medio bohemio y medio romántico. Tenía afición por la oratoria, por la poesía y era un gran aficionado a la ópera, pero era una persona muy dedicada a su función”, recuerda.

Montes también lo define como un hombre de carácter recio, al que le gustaba que se le atendiera bien y que incluso a sus subordinados les daba órdenes con voz fuerte.

También habla de sus debilidad por las mujeres: “Era una persona con valores, pero un poco mujeriego y con carencias, como cualquier ser humano”.

Ostracismo político

A nivel personal, Montes dice que el estar al frente del caso representó el fin de sus aspiraciones políticas, entre ellas, la de ser gobernador de Guanajuato.

“Fue el fin de mi carrera como servidor público, pero no lo hice por ingenuidad, yo sabía que ese era el precio que se tenía que pagar y se pagó. En la vida hay metas que se logran y otras que no, simplemente hay que hacer una balance y desterrar las amarguras. Yo no soy un hombre amargado”, señala.

Dice que ganó tranquilidad y tiempo para dedicarlo a su familia y que desde hace varios años come con tranquilidad en su casa.

¿Si  pudiera regresar el tiempo 20 años, volvería aceptar el cargo?, se le pregunta.

"Sí, porque siempre fui un político responsable, no fui un político de maniobras ni que buscara su conveniencia personal, a los cargos que llegué lo hice con la idea de lo que tenía que hacer y tal vez románticamente –y dice que en política es peor ser romántico que ser tonto- yo creí que se estaba cumpliendo con una obligación hacia la República y las instituciones.

"Así que sí lo volvería aceptar porque en ese momento había una zozobra generalizada, grandes capitales estaban saliendo del país y porque el servidor público que se valore no debe ir nada más a las dulces sino también a las amargas".

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