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La 'ruta de la seda' de Oaxaca busca un mejor camino con ayuda de la ONU

Un grupo de mujeres busca financiamiento internacional para poder sacar sus productos artesanales a mercados que les paguen un precio justo
sáb 26 julio 2014 08:25 AM

Para llegar Santo Domingo Xagacía desde la capital oaxaqueña es necesario recorrer en camioneta unos 90 kilómetros, casi tres horas de camino por las montañas. Pero para salir, se necesita incluso la ayuda de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Desde hace 30 años, las mujeres de esta comunidad ubicada en la Sierra Norte de Oaxaca han ido perfeccionando el tejido con seda, un proceso minucioso que han aprendido de generación en generación.

Hasta hoy no han podido vender fuera de su comunidad y los alrededores los rebozos y blusas que producen: no han logrado acceder a mercados más grandes, ni han podido obtener el precio que consideran justo por su trabajo.

A mediados de julio, estas mujeres fijaron una esperanza con la visita que realizó el presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agricola (FIDA) de la ONU, Kanayo F. Nwanze, quien prometió apoyo técnico y financiero para este proyecto.

En agosto comienza el nuevo ciclo del gusano de seda, y las mujeres esperan esta ayuda para fortalecer su proyecto y lograr nuevas fuentes de ingreso... Aunque el plan de apoyo del FIDA aún está en su 'capullo'.

Sus bebés de seda

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La crianza del gusano de seda debe hacerse con tantos cuidados “como si fuera un bebé”, dice Ernestina Hernández, de la organización comunal Artesanas de Seda Xagacía, uno de los tres grupos de mujeres en este poblado que obtienen su sustento en el tejido de prendas.

“No podemos hacer otra cosa cuando estamos criándolos, ya no podemos salir. Nomás nos dedicamos a lavar, a hacer de comer. Todo durante 30 días, dos veces al año”, explica Ernestina Hernández a CNNMéxico en la visita de FIDA a Santo Domingo Xagacía.

“En todo agosto, nomás nos va a dar tiempo de comer. Porque cada rato necesitamos echarles hojas (a los gusanos) para que den un buen capullo, porque si les falta a veces se mueren, a veces sus capullos se dan chicos y delgaditos, y no sirven", añade.

Para que un rebozo, una blusa o una bufanda queden terminados deben pasar por tres etapas y varios procesos que estas artesanas se dividen entre las que integran el grupo.

Las hojas del árbol de morera son las preferidas de sus bebés, así que un grupo de mujeres tiene que sembrar y cuidar los árboles en un terreno de 1,500 metros cuadrados en el que invirtieron 40,000 pesos, sin ayuda gubernamental.

El gobierno les proporciona dos veces al año a los gusanos, pero hasta ahora las mujeres no han podido terminar de construir, por falta de recursos, un depósito para su crianza. Por ello, las encargadas de esta tarea deben acondicionar un espacio en sus propias casas para realizarlo.

La etapa del tejido es la más laboriosa, pues deben recolectar los capullos del gusano de seda, limpiarlos, lavarlos, obtener el hilo mediante el hilvanado, seguir con el urdido y llevar la seda a tres telares de pedal o los de cintura donde pueden tardar ocho días, en jornadas de ocho horas para tejer un rebozo.

Aunque este proceso parezca tener suficientes dificultades, lo más complicado viene después, cuando las prendas ya están terminadas: deben encontrar mercados para venderlas.

“No conocemos eso”

La comunidad de Santo Domingo Xagacía tenía una población de poco más de 1,200 personas, según el último censo oficial (2010). Y el 85% de la población se encuentra catalogada en situación de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (Coneval).

Las mujeres artesanas de la seda en este poblado han seguido la tradición del tejido de rebozos, blusas y bufandas, como un medio de ingresos para sus familias, muchas de las cuales han visto a los hombres emigrar hacia ciudades más grandes o hacia Estados Unidos para conseguir mejores ingresos.

“En la Ciudad de México, un rebozo de seda puede ser vendido entre 4,000 y 5,000 pesos. Pero a nosotros nos dan menos precios. No conocemos eso”, explica Ernestina Hernández. Además, detalla que una de sus blusas puede alcanzar un precio de entre 3,500 y 4,000 pesos en las ciudades, pero ellas solo obtienen, cuando mucho, 1,500.

Valeriana Cruz, otra artesana de esta comunidad, asegura que los ingresos que obtienen por sus productos “alcanzan aunque sea para el gasto, pero no más".

"Cuando uno vende, si pides caro, se va para atrás la gente, no compra. Tenemos que pedir a bajo precio y sale rápido", añade Valeriana Cruz, mientras continúa tejiendo el rebozo que planea terminar esta semana.

El difícil acceso y salida a la comunidad las orilla a vender sus prendas a las comunidades vecinas, tales como San Miguel, San Francisco o San Pedro, quienes a su vez las llevan a la capital de Oaxaca.

Aunque de la ciudad de Oaxaca a Santo Domingo Xagacía hay apenas una distancia de 90 kilómetros, su ubicación entre la accidentada región de la Sierra Norte hace que el recorrido en vehículo se prolongue por más de tres horas. 

Los primeros kilómetros del camino cuentan con una carpeta asfáltica en buen estado, pero el resto es de terracería y en la época de lluvias el trayecto se vuelve más riesgoso. Los vehículos tienen que sortear varios derrumbes de rocas entre las decenas de curvas, por lo que la velocidad no supera los 40 kilómetros por hora.

Al igual que la accidentada ruta, las ganancias para las artesanas se van reduciendo en el camino, entre cada uno de los intermediarios.

“A veces hemos tenido un logro, como en 2010, cuando nos invitó una expo en Guadalajara y sí vendimos. Saliendo sí vendemos, porque acá cerca no hay gente que pueda comprar nuestro producto, que es caro por el trabajo, por eso es que no hay gente que nos compre”, le dijo Irma Hernández al presidente de FIDA, durante su visita.

Por ello solicitaron apoyo de ese organismo de la ONU y de representantes del gobierno de Oaxaca y del gobierno federal que estuvieron presentes en el encuentro.

“El problema más grande que tenemos es que no tenemos un mercado donde vender, y quisiéramos que nos abriera una puerta. Ir a algunas expos para vender nuestros productos”, le dijo Irma a Kanayo F. Nwanze.

“Quisiéramos venderlo a su precio, pero no podemos. Hemos llevado a las tiendas de (la Ciudad de) México, en un museo del centro de la ciudad, pero después de tres meses nos regresan la prenda, porque no se vendió”, añadió.

Etiquetar, la clave

Durante su visita, Nwanze, quien es de origen nigeriano pero que ha visitado decenas de comunidades de todo el mundo durante sus cinco años al frente de FIDA, conversó con las mujeres artesanas y dio algunas opiniones para que su proyecto pueda ser apoyado por la organización.

“Su principal problema es el acceso al mercado de los productos, y ahí se necesitan mucho apoyo. Tienen que estar organizadas en una cooperativa bien formada, estructurada y organizada. Y necesitan acceso a un apoyo financiero”, dijo Nwanze a las mujeres.

Por ello indicó que la “siguiente etapa”, después de organizarse, debe ser crear una marca propia que las ayuda a identificar sus artesanías, pues actualmente “pierden mucho con los intermediarios”.

“Lo mejor que pudimos haber hecho fue venir, para conocerlas, para platicar con ustedes. Vamos a continuar, después de haber visto el proceso que ustedes están llevando a cabo”, les dijo el directivo del FIDA.

En la visita, Josefina Stubbs, la directora de la División de América Latina y el Caribe de FIDA, quien también viajo a Santo Domingo Xagacía, instruyó a que este fondo coordine con las autoridades mexicanas más asistencia técnica para las mujeres.

“Hay que ver cuál es la manera de hacer al producto menos costoso, para que pueda tener un mayor mercado. Y probablemente conversar con algunas tiendas en Oaxaca o en México, a ver si quieren comprar este producto de excelente calidad”, le dijo Stubbs a las artesanas, quien además les aseguró que gestionaría apoyos de ONU-Mujeres.

Ayuda para crear más

Tras su visita a Santo Domingo Xagacía, Kanayo F. Nwanze visitó también la comunidad de Santa María Yalina, en la que seis jóvenes han puesto en marcha un pequeño negocio de venta de carbón vegetal. Ahí, el funcionario del FIDA  hizo énfasis en la importancia de invertir en las comunidades rurales, pero sin una visión asistencialista.

“Creemos que cuando invertimos en la población en general, para aumentar su productividad y vincular a estas personas con los mercados, es un componente esencial para el desarrollo nacional”, mencionó.

“El éxito de las poblaciones rurales depende de cuán bien estén organizadas. La estructura organizativa es sumamente importante para hacer cohesión, para trabajar conjuntamente y también para diseñar planes de negocios para que luego puedan participar en el negocio mismo”, añadió Nwanze.

Desde 1980, el FIDA ha canalizado unos 176 millones de dólares a nueve proyectos en México, recursos que provienen del financiamiento de los 172 países que integran el fondo.

Actualmente, el FIDA tiene dos proyectos en el país: uno está apoyando con un préstamo de 25 millones de dólares a campesinos que producen hule (caucho) en los estados de Chiapas, Veracruz y parte de Oaxaca; otro también destinó 25 millones de dólares para impulsar la producción agrícola entre grupos indígenas en la región semiárida del norte de México, principalmente en el estado de Chihuahua. 

Además, este fondo ha comenzado la evaluación de los proyectos de las artesanas de seda y de los jóvenes productores de carbón vegetal en Oaxaca, para definir si les otorgan algún apoyo en conjunto con los gobiernos locales.

¿Cómo asegurar que los recursos lleguen?

Las transferencias de recursos a estos proyectos se hacen a través de las autoridades mexicanas. Pero el FIDA ha desarrollado cuatro controles para asegurarse que los recursos lleguen a la gente que lo necesita: hacen una estricta revisión del diseño de proyecto; que sea implementado conforme su planeación; realizan una supervisión constante de que cumpla sus objetivos; y realizan un evaluación final.

“La comunidad tiene que apropiarse del proyecto”, dijo Nwanze a CNNMéxico. Además, para continuar recibiendo recursos, tienen que rendir cuentas del préstamo inicial.

“Esta gente no sólo está esperando a que el gobierno les dé una dádiva o un paquete de programas, no; aquí nos damos cuenta que ellos quieren que su negocio crezca, quieren realmente ser sus participantes”, sentenció Nwanze.

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