Herencia precolombina
El famoso envoltorio tiene origen en el maíz, entre las distintas culturas de Mesoamérica, previo a la llegada de los conquistadores europeos.
Tal como lo conocemos, nuestro maíz es resultado de la mezcla de varios granos silvestres como el "teozintle", hoy extinto, sostiene la maestra Beatriz Ramírez Woolrich, quien ha decidido dedicar su doctorado en antropología de los alimentos sobre al tamal, en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Las primeras mazorcas silvestres fueron muy pequeñas; a partir de las cruzas y métodos modernos de cultivo se convirtieron en lo que hoy conocemos. Aunque nadie ha establecido una edad decisiva para el maíz, se aproxima a los 4 mil años.
Ya domesticado y perfectamente adaptado, se usó de manera variada para hacer desde palomitas y tortillas, entre los aztecas, hasta tamales y bebidas fermentadas o fortificadas con cacao, en el Sureste.
Igual que ahora, los tamales eran un alimento para las grandes fiestas. Ramírez Woolrich afirma que se preparaban para agradecer la fertilidad de la tierra, en eventos sociales y como ofrenda a los muertos. Su elaboración siempre fue colectiva. Desde entonces y hasta ahora, se han ofrecido como placebo para el pueblo: cuando la población estaba ansiosa porque no llovía, les daban atole y tamales. De ahí salió eso de "dar atole con el dedo".
El tamal prehispánico era probablemente más firme y apelmazado, con verduras como calabaza, chile y maíz, pero sin la grasa y la carne, menos rico en sabor aunque más saludable.
Con el tiempo, la Conquista y las migraciones fue mejorando su fisonomía y recibiendo ingredientes de origen europeo, hoy fundamentales en su sabor tradicional, como la manteca y la carne de cerdo, en sustitución de verduras como calabaza, quelites y elotes. Aunque triste y frecuentemente sustuida por manteca vegetal, que simula la textura pero carece del sabor, la manteca de cerdo es uno de sus secretos filosofales.