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México, productor de municiones

Conozca Tecnos, la firma que domina un mercado de 800 mdp anuales; una industria poco conocida que, por la inseguridad, es sobreregulada.
mié 14 marzo 2007 12:00 AM
Javier Lizalde, director general de Tecnos. (Gilberto Contre

El mercado de las municiones en México alcanza los 800 millones de pesos al año. Hay miles de tiradores y cazadores que consumen millones de cartuchos anualmente. Además de ser un atractivo destino cinegético, en el país se fabrica armamento y es el segundo exportador de municiones a Estados Unidos.

Un cartucho puede valer entre 5 pesos y casi 60,000 dólares. Todo depende de quién sea el tirador y a qué le tire. El policía, que practica cada semana representa el gasto mínimo. Un cazador de borrego cimarrón ha pagado, en una casa de subastas de Las Vegas, 59,000 dólares por el derecho de tirarle a un espécimen en un área de caza controlada, en un ejido de Sonora.

Estos tiradores conforman un vasto mercado que está en la mira de fabricantes como Cascade Cartridge International (CCI), que tiene su planta en San Luis Potosí, y Tecnos, que inició operaciones en la década de los 60. Según Javier Lizalde, su actual director general, la planta la fundó la legendaria firma Remington que “trajo tecnología y capacitó al personal, lo que permitió producir una munición de alta calidad a precios competitivos”. La firma también tuvo como socio a la química Dupont pero, en los 90, Tecnos quedó en manos de inversionistas mexicanos.

De acuerdo con Lizalde, la venta de municiones se divide en tres grandes grupos: a los agricultores, que utilizan balas de pequeño calibre para sacrificar ganado y combatir plagas (ratones o tuzas); los tiradores deportivos y cazadores, y los cuerpos militares y de seguridad.

La industria militar fabrica buena parte de las municiones que consumen la Armada, Ejército y Fuerza Aérea, también hace compras a productores privados.

Duro régimen
Los fabricantes no pueden vender directamente al consumidor y las balas y cartuchos se ofrecen a través de una red de distribuidores, también supervisados. Los clientes tienen que tener un permiso de la Sedena para comprar municiones, en cantidades limitadas: 1,000 cartuchos para escopeta o 500 balas de calibre .22. Cada año la planta de Tecnos es certificada por Sedena, que verifica volúmenes, envíos y devoluciones.

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En Estados Unidos, las balas Águila se venden sin más restricciones que las de autoridades estatales y de los condados. “Nuestra marca está bien posicionada en ese mercado y es de una calidad y precio competitivos, comenta Lizalde.

Tecnos exporta además a todo Centro y Sudamérica, excepto Brasil y Colombia. Aunque no puede revelar el volumen y valor de su producción, reconoce que Tecnos tiene 400 empleados y trabaja tres turnos, con maquinaria automatizada y un sistema de calidad.

Si se corrigieran algunas fugas en el mercado y se pudiera erradicar el contrabando de armas y municiones, esta industria tendría un gran potencial de crecimiento, dijo Lizalde.

Datos extraoficiales indican que en el sector privado se fabrican entre 300 y 400 millones de balas y cartuchos por año, con un valor superior a los 800 millones de pesos. Esto no considera el mercado informal y el contrabando que provee parque a quienes no tienen sus armas registradas, y que por lo tanto no pueden comprar municiones de manera legal.

El Registro Federal de Armas (a cargo de la Sedena), en 2003 tenía registro de casi 4.5 millones de esos artefactos. Ésa es la última cifra consolidada. “Aún considerando que no haya sufrido incrementos o modificaciones para 2005, y que sólo exista una por hogar, 17.68% de los hogares en promedio cuentan con un arma”, asegura Magda Coss Nogueda, del Centro Mexicano de Análisis y Negociación, en un reporte para Oxfam, una organización no gubernamental.

Con todo (mercado, clientela, tecnología y experiencia), no hay muchas posibilidades de que México crezca a la altura de Brasil, que incluso posee una industria aérea con enfoque militar. Ya que como negocio, las armas todavía son vistas como un invento maligno.

Héctor Guerra, experto en la legislación y régimen sobre fabricación y transferencia de armas y quien preside el Capítulo Mexicano de Amnistía Internacional,  dice que el régimen diseñado para evitar la venta y posesión generalizada de armas de fuego ha funcionado bien en lo general, pero no impide la entrada de grandes volúmenes de armas de contrabando introducidas en pequeña y gran escala, por el norte y por el sur.

“La disponibilidad de armas en la población general es un factor definitorio en las estadísticas de criminalidad y violencia familiar, sobre todo contra grupos vulnerables como las mujeres. De la misma manera, las armas que hay en México también pueden ser exportadas y ser utilizadas por organizaciones criminales o en violación de los derechos humanos en el extranjero”, dice Guerra.

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