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Agassi y Graf, del tenis a bienes raíces

Dos estrellas del deporte blanco cambiaron la adrenalina de la cancha por inmuebles y desarroll los ex-tenistas invierten en desarrollos de Costa Rica, hoteles de San Francisco y otros negoci
dom 16 septiembre 2007 07:25 AM
Agassi y Graf encontraron en el bosque de Tamarack una gran

El tenis siempre fue buen negocio para André Agassi y Steffi Graf. Él ganó ocho campeonatos y 31 millones de dólares en 20 años de carrera. Ella fue más exitosa en la cancha: su saque de 196 kilómetros por hora llevó 22 copas del Grand Slam a su vitrina y la mantuvo como la mejor tenista del mundo por 377 semanas, pero en 17 años sólo obtuvo 22 millones de dólares.

Además de esos premios, ambos se llevaron millones por contratos con Adidas, American Express, Canon, Deutsche Telekom, Genworth Financial, Nike y Wilson.

Ganaron lo suficiente para vivir bien el resto de sus vidas, pero André y Steffi no son del tipo de gente que sólo se retira. Desde que él dejó el tenis, en 2006, a los 37 años, se hizo aficionado al riesgo: se pone su casco para practicar snowboarding pero nunca las obligatorias muñequeras, que protegen de fracturas. “Es un fanático”, dice Steffi Graf, su esposa de 38 años, que prefiere esquiar y a menudo trota durante 90 minutos para estar en forma.

Pese a su fortuna, viven modestamente. Conducen una minivan y vehículos híbridos Toyota Prius, toman vuelos comerciales al extranjero y usan NetJets, un servicio aéreo privado, para sus viajes dentro de Estados Unidos.

Ya casi no juegan tenis, pero cambiaron la adrenalina del juego por la toma de riesgos con su dinero. Ambos manejan sus empresas desde una oficina en el edificio Howard Hughes Parkway, en Las Vegas, y confían en Perry Rogers, el ex agente de André, para administrar Agassi Enterprises y para ocupar un lugar en la Fundación Caritativa de André.

Entre sus inversiones, la familia Agassi-Graf cuenta con un desarrollo vacacional de lujo en Costa Rica con la compañía Exclusive Resorts, propiedad de Steve Case, cofundador de America On Line; una cadena de restaurantes en San Francisco en sociedad con el chef Michael Mina; y un joint venture con el fabricante de muebles de lujo Mike Kreiss, de Kreiss Enterprises.

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A Agassi y Graf siempre les gustaron los muebles de Kreiss, pero cuando los compraban solían pedir ajustes a los modelos, así que, de común acuerdo, lanzaron su propia línea. “Ha sido un proceso muy orgánico”, cuenta Agassi.

Michael Kreiss, ex campeón del Abierto de Tenis de Estados Unidos, dice que la pareja investigó sobre textiles y diseños antes de sacar la Colección Agassi Graf, de sillas y sillones en color chocolate y crema. “Ellos se emocionan, pero son disciplinados y les gusta ser específicos”, apunta Kreiss.

El chef Michael Mina lo confirma. Agassi llegó a su restaurante en San Francisco una noche de 2001 y hablaron. Mina se ofreció a dar un banquete en la fiesta de Año Nuevo que planeaba el entonces tenista en activo, y pronto se convirtieron en amigos.

Cuando el chef se separó de un ex socio, necesitó dinero para una nueva cadena de restaurantes, y llamó a Agassi. No pasó mucho tiempo para que hicieran negocios juntos y ahora tienen ocho restaurantes con Mina Group.

Al estilo de André

Steffi Graf siempre estuvo separada de los negocios que implica ser una estrella del tenis. Ella prefirió dejar eso a su padre, Meter, quien fue encarcelado en 1997 luego de que una corte alemana lo acusara de evadir impuestos por los ingresos de su hija entre 1989 y 1993. El juez dijo que Steffi no había tenido que ver, pero ella evita hablar de ese episodio.

Agassi, en cambio, es bueno atendiendo a su red de amigos, comenta su ex coach Nick Bollettieri. Luego de que ganó el torneo de Wimbledon, mandó a sus allegados 100 fotos autografiadas. “Es muy astuto”, dice Bollettieri.

También es manirroto. En 1991, Agassi regaló a su viejo amigo Perry Rogers un BMW convertible por haberse graduado en leyes por la Universidad de Georgetown. A Rogers le gustaba Tami, la hermana de André, pero nunca salieron.

Los lazos entre ellos se unieron de otra manera. Los contratos de Agassi estaban en manos de International Management Group (hoy IMG Worldwide) que cobraba al tenista altas comisiones. André pidió a su amigo abogado que negociara en su nombre. Rogers se deshizo de IMG y formó la agencia de representación Agassi Enterprises, que ahora lleva los contratos del basquetbolista Shaquille O’Neal, el comediante George Lopez y el piloto Helio Castroneves.

Rogers también puso en orden a André: le dio 150,000 dólares al año para sus gastos y el resto lo invirtió. En 1999, puso 1 MDD para comprar 10% del Nevada First Bank. En 2006, el banco Western Alliance Bancorp adquirió a su competidor de Nevada, con lo que Agassi y Rogers ganaron 11 mdd.

En junio de 2003, Agassi Enterprises también invirtió 7.5 mdd para, junto con otros socios, comprar a MGM Mirage dos casinos Golden Nugget, uno en Laughlin y otro en Las Vegas, por 215 mdd. Dos años después, Landry Restaurants adquirió ese negocio por 163 mdd en efectivo y 182 millones en deuda. Tenista y abogado ganaron 24 millones.

No todas sus inversiones fueron exitosas. André y sus amigos (la estrella del hockey Wayne Gretzky y el ex mariscal de campo Joe Montana) invirtieron en la cadena de bares deportivos Official All Stars Café, de Robert Earl, creador de Planet Hollywood. La cadena quebró en 1999.

Negocios en serio

Desde 1992, durante un abierto de tenis de Francia, Agassi se fijó en Steffi. Él acudió a la agente de ella para que saliera, pero Graf se negó. Pasó el tiempo y en 1997 él se casó con la actriz Brooke Shields y tronaron dos años después.

Graf y Agassi se reencontraron en un torneo en Florida. Él le mandó flores a su hotel. Ella se resistió, pues en ese entonces tenía novio, pero no tardó ni un año en convencerla de que salieran y, finalmente, se casaron el 22 de octubre de 2001. Su primer hijo, Jaden, nació apenas cuatro días después.

Ahora, André y Steffi tienen otro tren de vida. Sus proyectos son más grandes, por lo que en 2005 contrataron a otro viejo amigo de Agassi, Gun Ruder, ex consultor de McKinsey, para hacerse de su empresa, Agassi Graf Development. La compañía pasó del caos al orden de tres ejes fundamentales: bienes raíces y hotelería, manejo de talento, y filantropía.

Agassi y Graf dedican la mayor parte de su tiempo al negocio inmobiliario. Gracias al tenis profesional, la pareja sabe qué les gusta y qué no de un hotel. “Hemos visto lo mejor y lo peor”, dice Agassi. Él odia que doblen de forma elegante la primera hoja de una caja de pañuelos desechables, pues lo ensucian. “Uno se lo lleva a la nariz”, dice con gesto de asco. Ella detesta las mesas de cristal con esquinas angulares. “Al bajar de la cama te puedes lastimar”.

De hecho, si uno sale a cenar con ellos, se aprenden de memoria lo que uno ordenó y luego lo sirven la próxima vez que los visita en su casa.

Tamarack, el futuro

Hace algunos años Steffi y André visitaron el oeste de Idaho, una tierra de pastizales para ganado, en busca de un lugar para estar con su hijo Jaden de cinco años y su hija Jaz, de tres. La pareja  compró una casa en un resort de esquí llamado Tamarack, a 161 kilómetros de Boise, capital de ese estado.

Por décadas, Tamarack ha sido lugar de esparcimiento para la burguesía de Boise, que va al lago Gran Payette para pescar en sus lanchas. Ahí la pareja quiere construir un hotel Fairmont, que sería el único en el mundo con boliche, un muro de escalar y una máquina para simular un viaje en kayak.

El Fairmont Tamarack será un hotel-condominio: la gente comprará alguna de las 224 habitaciones, 69 penthouses y 50 casas para usarlas cuando quieran y dejarán que el hotel las rente el resto del tiempo. Con ello, Agassi Graf Development y su socia, Bayview Financial, generarán 600 mdd.

Al elegir Tamarack, también eligieron sus riesgos. Al resort de 3.5 años se llega por una carretera de dos carriles que puede ser traicionera en el verano; al aeropuerto más cercano, en McCall, se puede arribar en jets privados pero no tiene servicio comercial y por ahora no hay planes más que para expandir el aeropuerto.

Quizá por ello, Tamarack está pensado para las familias acomodadas. Éste podría ser el único lugar en Estados Unidos donde se puede comprar una botella Dom Perignon 1998 por 148 dólares y una caja de puros de 24 en una tienda de acampar.

A cambio de construir un hotel de lujo en medio de la nada, Agassi y Graf pusieron su mano en lo que podría ser la mejor propiedad de todo el resort: una pequeña colina en el campo de golf que mira al lago Cascade y a las pendientes de esquí al oeste. Si uno confía en las maquetas, los ocho pisos del Fairmont dominarán sobre el resto de Tamarack como lo haría un crucero sobre una villa de pescadores.

En marzo, la pareja vendió su primer grupo de 125 propiedades en sólo siete horas. Obtuvieron 140 mdd. Por ahora, en todo el desarrollo no hay una sola cancha de tenis.

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