México conquista a China por el estómago
¿Cómo se dice “me da un taco” en mandarín? A la voz del cliente que exclama: wo ài hua juan, el pastorero de ojos rasgados ataca el trompo, con la carne de cerdo condimentada que emana aromas exóticos. Mueve el cuchillo con destreza y rapidez, como si llevara años preparando tacos al pastor. Cerca de él, cinco cocineros chinos preparan fajitas, carne de res con queso y cebollitas, sobre una parrilla rectangular. Esto ocurre en el restaurante El Fogoncito, en Pekín.
El local, inaugurado este año, tiene un buen ambiente y se encuentra a tope de clientes. Es viernes y una decena de universitarios extranjeros, sobre todo estadounidenses, brindan con sus botellas de cerveza Corona. Sonríen, felices de encontrar tacos y fajitas en China. Este local de El Fogoncito, además de los platos mexicanos, cuenta con adaptaciones tex-mex, al gusto de los extranjeros.
El negocio marcha bien. En los próximos dos años, la operadora abrirá cinco restaurantes en esta provincia. Los inversionistas son la consultoría mexicana LatinAsia y El Fogoncito.
LatinAsia ha tenido un rol importante para las empresas mexicanas que desean poner un pie en el país asiático. “Queremos compensar la penetración tan tremenda de productos chinos en México, queremos equilibrar el comercio que existe en ambos países”, comenta Ary Khan, socio fundador de LatinAsia.
Y Khan tiene razón: los números son implacables. Su superávit comercial del año pasado con respecto a México, fue de 786%. Es decir, 22,750 millones de dólares a favor de China, según datos de la Secretaría de Economía. Además, China aventaja a México en materia de Inversión Extranjera Directa (IED). La nación asiática recibe una ied de 60,000 millones de dólares al año versus los 12,000 millones que entran a nuestro país.
Algunas empresas mexicanas buscan modificar esta tendencia. Es decir, han encontrado negocio en China. Entre ellas destacan: Bimbo, La Costeña, Mission Foods (de Maseca), Omnilife (directo y vía las Chivas Hennai), Grupo Mezgo y El Fogoncito. Si dicen que ‘el amor por la boca entra’, entonces la comida mexicana parece tener un buen augurio.
En México: chux, en China: Bimbo
No sorprende escuchar que Bimbo es la mayor panificadora de América Latina, o que es la segunda o tercera a nivel global. Lo que pudiera sorprender es que la empresa fundada por la familia Servitje destaca en el mercado del pan industrial en el mercado de Beijing. ¿Cómo se apuntó este éxito? En 2005 compró la española PanRico China por unos 18 millones de dólares. Pero antes de iniciar operaciones tuvo que hacer modificaciones a la planta. “La fábrica no tenía el nivel que Bimbo acostumbra, y se invirtió en arreglarla por cuestiones de seguridad en alimentos e higiene”, señala Jorge Zárate, director de Bimbo Asia, mientras da un tour al reportero por la fábrica en Beijing. Zárate también comenta que se han impartido métodos de limpieza, cursos de panificación y talleres de visión y valores de la compañía. Es decir, se ha mejorado con creces la operación de la fábrica.
Los productos de Bimbo se venden en las sucursales de Carrefour y de Wal-Mart, además de supermercados locales y tiendas de conveniencia, como Quick. Suman 18 productos en el mercado chino, y el más vendido es el pan integral. Algunos llaman la atención, sobre todo a los mexicanos que llegan y ven presentaciones improbables, como el pan de maíz o el de leche dulce, los roles de carne y los de frijol rojo con pasas. “Los gustos varían en China. Aquí el frijol se come dulce. Este país es una mezcla de Occidente y Oriente”, explica Zárate.
El chocolate que se emplea es amargo, como para los croissants, pues ese chocolote gusta. “En China no gustan tanto los productos azucarados”, comenta Zárate, quien concluye que es muy importante entender al mercado, al consumidor.
Es fascinante verlo hablando en mandarín con los trabajadores de la planta. Este hombre de bigote y sonrisa entusiasta lleva 20 años en la empresa y ha sido subdirector general de Organización Latinoamérica Bimbo, con sede en Buenos Aires. Ahora su mente y su alma están sumergidos al cien por ciento en la cultura china. Toma dos horas diarias de mandarín, pues lo considera esencial para su desempeño, ya que dice: “El idioma es una gran diferencia, es una barrera”.
Bimbo Asia cuenta con 800 trabajadores, y cinco de ellos son mexicanos. La empresa piensa extenderse a otras regiones de China, ya que, como bien señala Zárate, se trata de “un mercado fragmentado y es un buen momento para estar aquí”. Pero primero la panificadora mexicana buscará consolidar su operación en Beijing y, con base en un crecimiento orgánico, se irá extendiendo a otras ciudades del país.
Unos jalapeños, por favor
Otra empresa que también eligió 2005 para entrar al gigante asiático, es La Costeña. Esta compañía con productos muy mexicanos, como los chiles jalapeños o los nopalitos, empezó en 2006 a exportar a tres grandes ciudades del país: Beijing, Shanghai y Guangzhou (Cantón). Lo hizo bajo la empresa Vilores Asia, cuyas siglas provienen del nombre del fundador, Vicente López Resines, pero utilizando la marca Le Kou Tai, que en mandarín significa: “Disfruta del buen sabor”.
Esta hazaña tiene una cara joven y entusiasta: Jesús Luz, jefe de Representación de la compañía. Tiene 30 años, nació en Taiwán y uno de sus bisabuelos era cantonés. No le gusta aceptar que su pasado familiar lo hizo asentarse en China, y comenta que el momento decisivo fue cuando su padre lo llevó a una feria de comercio en Guangzhou, al sur de China. Ahí le nació el gusanito por este país.
Luz habla con soltura el mandarín y, en sus gestos de cordialidad con la gente, se percibe su buena adaptación al país. “Se siente una gran energía aquí”, asegura con una amplia sonrisa, mientras platica tomándose un café en una cafetería en la zona de negocios de Beijing. “Es una sociedad interesante, diferente en hábitos y pensamientos, pero con una extraña gran similitud con la sociedad mexicana”.
Esta vez, el tour con Luz es por tres supermercados donde se venden los productos de La Costeña, deteniéndose para mostrar los distintos frascos de chiles jalapeños y los nopalitos. Las categorías de sus 25 productos en este mercado son: chiles jalapeños, serranos, salsas caseras, salsas picantes, nopales y ate.
Con respecto a los gustos, Luz explica que en el norte prefieren la comida más picante y en el sur, más dulce, pasando por una gran diversidad de sabores, dependiendo de la región.
Adaptarse a los gustos, adaptar sus productos, son los retos de Luz en China. Y cuando se le pregunta sobre las ventas, se pone serio: “Al comienzo, los avances no se veían reflejados en grandes ventas”. Quizá sea temprano para hablar de dinero. Hace hincapié en ello, didáctico, como si su interlocutor fuera un empresario deseoso de incursionar en el país asiático. “Es un mercado que necesita ser entendido y respetado para poder recolectar los frutos una vez que los cimientos han sido sembrados”. Luego muestra su pequeña oficina, donde unos jóvenes trabajan, muy concentrados, con sus portátiles. Ahí concluye: “Éste es un mercado que, por sus características únicas, presenta grandes oportunidades de expansión para la compañía”.
Tacos al pastor a la conquista
Alambres, tacos al pastor, chicharrón de queso, sopa de tortilla, frijoles, son unos de tantos platillos que se sirven en El Fogoncito. Además, hay aguas de tamarindo, jamaica y unas excelentes Margaritas. “Y la clientela que tenemos es 50% china y 50% extranjera”, agrega Juan Roitman, ante el asombro por ver un local lleno y por la carta muy similar a la de México. Roitman es el líder del proyecto, con apenas 26 años. Es decir, la persona al pie del cañón de El Fogoncito en Beijing.
Sin embargo, este joven mexicano sabía muy poco de cocina antes de ingresar al restaurante mexicano. Seis meses en la capital china aprendiendo mandarín y una licenciatura en Asia y África, con especialidad en China, en El Colegio de México, fueron sus credenciales de entrada. “Pero tuve una capacitación intensiva en El Fogoncito”, dice, afirmando que ya se defiende en el tema de la cocina mexicana.
Otros mexicanos trabajan ahí, revisando la parrilla, la cocina y otros lugares del local. Eric Méndez, de 22 años, es uno de ellos. Empezó en un Fogoncito del DF, limpiando, y escaló puestos rápidamente hasta llegar a Beijing. Cuando se le pregunta sobre su situación, menciona que extraña a su esposa, que se quedó en México, pero luego agrega que le gusta vivir en esta ciudad, porque puede caminar a cualquier hora de la noche, y porque los chinos le parecen gente respetuosa y seria con su trabajo.
Tanto Roitman como Méndez coinciden en que los grandes obstáculos han sido la limpieza y el que los meseros sirvan todo a la vez –algo común en los restaurantes chinos–. El primero ya lo han superado: El Fogoncito luce impecable.