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Pioneer prepara campo para transgénicos

La filial de DuPont, con 80 tipos de semillas modificadas ve un potencial mercado en el país; estima que unas 300,000 hectáreas de maíz podrían sembrarse hacia 2015 con esa variedad de gran
lun 08 septiembre 2008 06:00 AM
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La subsidiaria de DuPont tiene ocho centros de experimentaci

Pedro Wiebie es uno de los muchos descendientes de menonitas que en el siglo pasado llegaron de Canadá al municipio de Cuauhtémoc, Chihuahua. Él también es uno de los cientos de campesinos que han sembrado semillas de maíz transgénico contrabandeadas de Estados Unidos.

Con los granos que le dio un primo, dice, ha logrado aumentar 20% el rendimiento de la parcela de tierra semiárida que cultiva. “Es una injusticia que nos pongan a competir con los estadounidenses sin las mismas armas”, clama Wiebie, quien con frecuencia cruza el río Bravo para visitar a sus familiares texanos, también agricultores.

Cientos de campesinos de Chihuahua, Sonora, Tamaulipas y Coahuila importan ilegalmente semillas transgénicas para que sus maizales tengan resistencia a ciertos herbicidas o plagas, como la de la araña roja o el gusano cogollero.

Deberán esperar hasta 2011 para sembrarlas de manera legal. Ellos son el público que seis multinacionales, como Pioneer, la subsidiaria de Grupo DuPont, querrán captar una vez que inicien las siembras experimentales con organismos genéticamente modificados (OGM), tal como se hace desde 1996 al otro lado de la frontera.

Esos cuatro estados fronterizos producen 80% del maíz amarillo de todo el país con semillas híbridas, es decir, mejoradas mediante cruzamiento de variedades. Pero el año pasado se importaron 7.6 millones de toneladas de EU, pues no hay autosuficiencia, como ocurre en maíz blanco.

Con ese desbalance sin poder cubrir con otro tipo de semillas que no sean las convencionales, ninguna empresa le ha sacado tanto jugo como Pioneer. La segunda unidad de negocios en importancia de la estadounidense DuPont, que le aporta la cuarta parte de sus ventas totales, lidera el segmento de semillas híbridas en el país y el mundo (35% de participación en ambos casos).

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México tiene mucho potencial para las mayores empresas de biotecnología luego de que el gobierno federal desempolvó una ley y un reglamento que llevaban tres años en espera. Está previsto que, en la segunda mitad de 2008, el gobierno federal dé el banderazo para que esas compañías puedan cultivar los OGM en forma experimental y, tras un periodo de prueba, comercializar esas semillas en tres años.

Por eso, Pioneer prepara una nueva estrategia para vender, por primera vez, a partir de 2011, semillas transgénicas de maíz en México, a las que se les introduce uno o más genes que dan fortalezas específicas.

La actual división de DuPont fue la primera empresa en vender semillas híbridas en Estados Unidos, en 1926; en los 60 llegó a México y dos décadas después instaló su filial local. Desde entonces ha construido cuatro estaciones experimentales repartidas en Jalisco, Guanajuato y Sinaloa.

“Frente a la crisis de los alimentos, hay un área de oportunidad para reactivar mucha de la actividad agrícola del país”, advierte Rodolfo Gómez Luengo, director de Biotecnología de Pioneer para la zona norte de Latinoamérica. Calcula que unas 300,000 hectáreas de maíz pudieran sembrarse con semillas transgénicas hacia 2015. “En ese año, México podría llegar a la autosuficiencia de ese grano”, estima Gómez Luengo.

Todas las empresas se han subido a este discurso en el marco de la escalada de precios de los commodities y la crisis del campo. Para su negocio, fundamentalmente en los países emergentes, es el mejor momento para acelerar la siembra. La líder del segmento de OGM, Monsanto (con 80% de participación mundial en este producto), ya anunció que invertirá en tres años 200 millones de dólares (MDD) en México en centros de investigación, bodegas y plantas.

La segunda del sector, Pioneer, destinará la cuarta parte de eso, pero ya tiene lista la plataforma para migrar en cualquier momento de híbridos a OGM en suelos mexicanos.

En esos cuatro centros de experimentación y otro en Texas ha desarrollado 80 tipos de semillas híbridas y ahora prevé abrir uno más, en Chiapas o Veracruz, enfocado en semillas para clima tropical. Por medio de cruzas de variedades sus investigadores lograron, por ejemplo, que las plantas crezcan más rápido en el norte del país, más lento en zonas tropicales o sean resistentes al hongo conocido como chahuistle.

Ahora, Pioneer quiere introducir uno o más genes a esas semillas mejoradas. “Tendremos las 80 semillas híbridas convencionales y las 80 genéticamente modificadas, para ofrecerlas a los agricultores mexicanos”, dice Gómez Luengo. En muchos de los maizales competitivos de Sinaloa, la manipulación de los genes puede ser prescindible, pero no para tierras con menos beneficios naturales.

En la última década, Pioneer ha movido sus piezas para experimentar con maíz transgénico que, eventualmente, se usará en México. En sus estaciones en Hawai, Puerto Rico y Chile comenzó a trabajar en las semillas que permitirán la tolerancia a palomillas y a herbicidas. Gómez Luengo ya tiene en su escritorio los nombres de unos 20 tipos de semillas para iniciar los trámites ante el gobierno federal.

Una vez que se dé la apertura en la biotecnología, la industria prevé que el negocio se destapará. En 2007, Pioneer invirtió 70 MDP en investigación y desarrollo de semillas híbridas convencionales, y espera desembolsar más del doble de esa cifra cada año.

Según AgroBIO México, asociación que reúne a las seis mayores empresas de biotecnología aplicada al campo, estas firmas invertirán 93 MDD en el mejoramiento de semillas para este año y otros 312 MDD en los próximos tres o cuatro años.

Hasta ahora, cada una tenía el mercado local bien repartido. Mientras Pioneer tiene su foco de negocios en semillas híbridas, Monsanto lo tiene en transgénicos y las demás se concentran en otros insumos que forman parte del paquete tecnológico: la suiza Syngenta tiene su core business en agroquímicos, la alemana BayerCropScience, en fármacos, y la estadounidense DowAgrosciences y la alemana Basf Crop Protection, en químicos.

Pero, desde ahora, todas aprovecharán la apertura de México a los OGM. “Todas ellas están en una competencia creciente en las semillas transgénicas, enfocada en sus capacidades de innovación”, comenta José Luis Solleiro, de AgroBIO México.

Pese a todo, la competencia deja abierta la posibilidad de que las innovaciones de unas puedan ser aprovechadas por otras. Así, Pioneer podría venderle desarrollos de híbridos a Monsanto para que ésta les aplique su propia biotecnología.

Manuel Molano, director general adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), cree que los dos mercados (de híbridos convencionales y transgénicos) conviven mutuamente, porque entre competidores se pagan regalías por usar uno u otro tipo de semillas. Según sus datos, en 2006 el comercio que se da entre compañías por dar el derecho de uso de patentes sumó 19,600 MDD, la mitad de lo que mueve el total del mercado mundial de semillas.

Debate en la cuna del maíz
La transgenia sembrada en México no es nueva. Desde 1996, agricultores de Baja California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas tienen autorización para sembrar algodón transgénico y durante este año han sembrado 85,000 hectáreas con esas semillas producidas en México.

En el caso de la soya, desde 1999 se liberaron permisos para su siembra y ya cubren 18,000 hectáreas en Chiapas y Campeche, con semillas de Pioneer y Monsanto.

Hay otros avances mexicanos, aunque intramuros. La UNAM investiga resistencias biotecnológicas contra diversos insectos en los cultivos de la papa y el tomate, y el Centro de Investigación de Estudios Avanzados, del Instituto Politécnico Nacional, realiza estudios para desarrollar semillas transgénicas en melones, calabazas, pepinos, zanahorias y lechugas, entre otras variedades.

Pero, por mucho, la biotecnología aplicada a las variedades de maíz ha cobrado una mayor relevancia, básicamente porque nuestro país es centro de origen y de diversidad genética en ese cultivo.

“La preocupación principal radica en que los OGM podrían ser introducidos en ecosistemas en los que se encuentran especies relacionadas, pudiendo comprometer las reservas genéticas, las cuales son necesarias para la reproducción selectiva”, explica Enrique Sánchez, director en jefe del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).

En un país con una regulación deficiente, bajos niveles en investigación y desarrollo y casi la mitad de su población en la pobreza, el maíz transgénico obviamente es materia de debate.

En ese contexto, los competidores en ese mercado no se han desarrollado con el suficiente vigor. El retraso en la definición de un camino (transgénicos o alternativos) es tal, que hoy pone a México en jaque.

La política exterior busca abrir su comercio con todos los países de América, donde están tres de los mayores productores mundiales de transgénicos: Estados Unidos, Brasil y Argentina. Son mercados donde Pioneer y sus cuatro competidores siembran OGM desde su invención, a mediados de los 90.

Manuel Molano, del IMCO, reconoce que los agricultores se vuelven dependientes de esas semillas distribuidas por las transnacionales (no pueden reusar las semillas para otra cosecha). “Aunque también hay otros oligopolios en sectores como el automotriz, donde los críticos no actúan con la misma sensibilidad”, agrega.

Pero México no es cuna de carros, o un Detroit invadido por empresas japonesas. “El maíz ha sido el cultivo que ha marcado la pauta, para bien o para mal, de México”, afirma Gómez Luengo, de Pioneer.

El impasse legal y la protección al medio ambiente deberán resolverse en algún momento. Mientras, Pedro Wiebie, el menonita de Chihuahua, seguirá sembrando semillas estadounidenses y una veintena de solicitudes esperarán la luz verde en los escritorios mexicanos de Pioneer.

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