Mexicanos dan la sorpresa en la bienal
El resultado de la XI Bienal de Arquitectura es muy estimulante, porque recibió 281 obras, lo que representa un aumento considerable con respecto a la edición anterior.
A pesar de la crisis y de su grave impacto en la industria de la construcción, los trabajos son testimonio de que se sigue construyendo en el país. Otro aspecto revelador es que, en general, tienen un buen nivel, tanto en su diseño como en su construcción y acabados.
La localización de los edificios hace evidente que la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana (FCARM) logró que muchos arquitectos de todo el país participaran en esta evaluación, algo que es difícil porque exhibir una obra muestra tanto sus aciertos como sus errores.
También es notable la presencia de grupos de arquitectos que lograron avances evidentes a nivel regional. Resulta ejemplar el caso de Mérida, San Luis Potosí, Oaxaca o Monterrey, que tienen una fuerte presencia en esta bienal, con obras de gran calidad.
Algunas categorías muestran fuertes contradicciones y sorpresas. Hay 54 casas unifamiliares, 30 conjuntos multifamiliares y sólo dos conjuntos de vivienda de interés social. Únicamente hubo dos obras en la categoría de Turismo, una en Museografía y cinco en Industria.
La mayor sorpresa estuvo en las categorías de Restauración y Remodelación de casas y edificios, que en conjunto suman 30 obras, una señal de que se está avanzando en la recuperación del patrimonio, mediante su uso creativo y novedoso.
El premio de la bienal -por votación unánime- fue para la Escuela de Artes Plásticas de Oaxaca, que se decidió entre los 18 finalistas premiados en cada categoría. Un aspecto que hay que mencionar es que el jurado fijó, antes de iniciar sus trabajos, los criterios para la evaluación que hicieron más objetiva y efectiva su tarea.
Debo admitir que el trabajo de este jurado se realizó con gran intensidad y con inusitado consenso en las decisiones. También ayudó que las láminas de presentación no tenían el nombre de ninguno de los participantes.
Un problema recurrente en los jurados de las bienales o concursos de arquitectura es que no se ha logrado -ni se intenta- hacer explícitos los criterios para realizar una valoración más objetiva de las obras.
Muchas veces, el jurado no respeta la convocatoria o modifica arbitrariamente las bases. Esta situación hace que las decisiones sean tamizadas por los intereses personales de cada jurado; que muchos impongan sus preferencias o sus malquerencias y que el resultado de esas evaluaciones sea frecuentemente cuestionado por su parcialidad.
La defensa de esa situación absurda está basada en que, al proponer algún criterio a los jurados, se limita su libertad. Se puede comprobar que otras profesiones que realizan evaluaciones continuamente tienen explícitos los criterios con los que se emite cualquier juicio, ejemplo que deberían aplicar siempre los jurados, al evaluar obras de arquitectura.