Modernidad, un proyecto inacabado
A lo largo de la historia se ha usado repetidamente el término ‘moderno’ para separar lo nuevo de lo antiguo. En arquitectura, eso permitió romper con tradiciones y modelos que impedían avanzar y crear obras nuevas, e hizo posible cambiar formas y sistemas de construcción obsoletos.
La más importante transformación ocurrió en Europa, durante el primer tercio del siglo XX, cuando se convirtió en un estilo artístico propuesto como solución universal, pero pronto reveló sus enormes contradicciones al aplicarse a topografías, climas y culturas muy diferentes.
El también llamado estilo internacional fue promovido con publicaciones y exhibiciones que lo presentaron para que fuera imitado. Ante su fracaso, pronto se proclamó su muerte y se le sustituyó con otro: el posmodernismo, ecléctico y retrógrado, que intentó hacer de las formas del pasado algo novedoso, lo cual es una contradicción evidente, pues plantear algo más nuevo que lo nuevo es absurdo.
La Modernidad ha sido definida también como un proyecto inacabado, abierto a las contradicciones y dinámico. Por eso, cuando se aplica a las obras de arquitectura, que tienen un tiempo de vida útil muy largo, resulta inadecuado.
Los edificios son nuevos cuando se construyen, pero como deben ser estables y duraderos por las enormes inversiones que representan, dejarán de ser nuevos con el paso del tiempo; pero seguirán siendo modernos si se logra proyectarlos para un entorno futuro.
Más que una actividad artística, la arquitectura es una actividad constructiva y, aunque muchos se asombren, es necesario aceptar que es una parte importante de la industria de la construcción, de la cual depende para hacer realidad sus proyectos. Por eso, reiteradamente se ha afirmado que la arquitectura es el arte de la construcción y, como tal, requiere la participación de numerosas personas.
Ser moderno es una actitud, no una etiqueta. La Modernidad no es un estilo formal y no puede ser definida con esos criterios. Por eso las obras de arquitectura tienen que responder a las características ambientales, económicas, sociales y tecnológicas actuales, o no serán modernas.
Aunque surjan nuevas clasificaciones, sólo serán nuevas palabras para definir la ambigüedad que la Modernidad presupone, ya que no puede ser completa y es siempre un proceso de cambio continuo. Aceptar esa contradicción libera a los arquitectos de falsas ambiciones que no pueden cumplir; les permite alejarse de las presiones de la moda, y les ofrece la posibilidad de que sus obras sean modernas en el sentido más amplio de la palabra.
La Modernidad –definida en el siglo XX– sigue presente en muchas obras de la arquitectura actual. En esa diversidad de alternativas se puede ver que los arquitectos que las crearon tienen un interés compartido; y su trabajo demuestra que la responsabilidad social y la ambiental pueden integrarse sin nostalgias, sin escenografías y sin temor al futuro.
*Antonio Toca es Arquitecto e investigador de temas de urbanismo.
toca.antonio@gmail.com