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Más crítica y menos crónica

Para Toca muchas veces la crítica oscila entre lo superficial y banal o lo destructivo e injusto; pero el arquitecto experto en temas de urbanismo opina que existen valiosas excepciones.
mar 03 mayo 2011 07:04 PM
 (Foto: Obras)
Antonio Toca Fernández. Arquitecto e investigador de temas d (Foto: Obras)

 La crítica debería ser una costumbre en cualquier disciplina humana, ya que la interpretación de las obras permite desarrollar una actividad de manera eficiente y ordenada, pero el análisis o reflexión aún da muy poca importancia a la arquitectura, sobre todo en los medios masivos de comunicación.

Aunque hay valiosas excepciones, muchas veces la crítica oscila entre lo superficial y banal, o lo destructivo e injusto, además de que se puede decir cualquier cosa y escribir sobre cualquier cosa.

Hay un tipo de crítica que es demasiado simplista y se reduce a descripciones y generalizaciones. En general no enfatiza la relación de las obras con su cultura, sociedad, entorno, o su importancia en la ciudad, ni analiza nada más allá de lo que está a la vista, como la forma externa de las obras, presentadas con hábiles fotografías. Esa actitud ha sustituido a la crítica por la crónica de obras o autores, lo que ha conformado una imagen distorsionada y esquemática de la práctica de la arquitectura.

La escasa crítica sobre arquitectura tiene las siguientes características: 1) privilegia los aspectos formales de los edificios, ignorando su proceso constructivo, su impacto en la ciudad, en los usuarios y en el ambiente; 2) presenta la arquitectura como una obra de arte personal y la describe con un lenguaje confuso y pedante; 3) da la mayor importancia a estilos y formas que se recambian cada vez con mayor rapidez; 4) no ayuda a que la gente entienda el valor y la importancia de los edificios, o su relación con la ciudad, y 5) en general no permite mejorar la práctica de la arquitectura.

La crítica debe dirigirse al público y no sólo al reducido medio de los profesionales, o los especialistas. En cambio, se dirige a una profesión que habla consigo misma y para sí misma, en un juego narcisista que en realidad no es importante. Ante la ausencia de una crítica que permita comprender las obras, el público, los arquitectos y los estudiantes quedan atrapados por imágenes atractivas y textos que no explican nada.

La ventaja es que la crítica también puede ayudar a restablecer la credibilidad pública de la arquitectura, promoviendo una producción de mayor calidad, tanto en las obras como en su análisis. Por eso se requiere dar una mayor atención a los aspectos positivos y concretos de la arquitectura, para que el público perciba los beneficios tangibles de la profesión, porque en arquitectura, tanto la evaluación como la interpretación están en la obra misma.

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Por eso la crítica debe, necesariamente, trascender opiniones personales, promoviendo que las obras sean analizadas con mayor profundidad y objetividad. La crítica necesita abordar cuestiones concretas, para hacer que el público sea más consciente de que la arquitectura no sólo es forma, y que puede mejorar la calidad de vida de la gente. Si éste es su objetivo, ayudará a conformar mejores edificios para la ciudad y para todos los que los usan o los ven. De otra manera sólo será una reseña de modas.

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