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En el nombre lleva la penitencia

La Purificadora, hotel en Puebla Un inmueble histórico une arquitecturas de tiempos y usos distintos.
jue 02 agosto 2007 01:40 PM

La Purificadora toma un segundo aire. A sus 160 años de edad, la otrora planta potabilizadora de agua cambia su vocación industrial por otra más glamorosa: dejó de producir hielo para alojar a turistas que buscan espacios únicos, que poco tienen que ver con los formatos estandarizados de las grandes cadenas hoteleras.

Rafael Micha, socio del grupo Habita, refiere que una de sus más importantes estrategias de desarrollo ha sido “crear destinos irrepetibles, cada uno con su propia personalidad”. Y éste es el caso de La Purificadora, hotel en Puebla, situado en la parte más antigua del Centro de esa ciudad.

El inmueble está inscrito dentro del plan maestro de rescate denominado Paseo del Río de San Francisco, que nació en 1997 con inversión privada y bajo el fideicomiso del mismo nombre para promover y rescatar esta antigua zona, dotándola con diversos equipamientos de primer nivel: un centro comercial, un centro de convenciones, hoteles, restaurantes, áreas verdes y galerías de arte, entre otros destinos, convirtiéndose al mismo tiempo en un importante sitio de investigación arqueológica.

La importancia de la iniciativa se basa en el aprovechamiento y restauración del patrimonio histórico industrial existente, lo que detonará la regeneración de los barrios ubicados en sus inmediaciones, como El Alto, La Luz y Analco, considerados como los más viejos e importantes de la ciudad. Es de señalarse que en 1987 el Centro histórico de Puebla fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, la Ciencia y la Educación (UNESCO, por sus siglas en inglés).

Revivir a través del agua
El nuevo hotel boutique se desarrolló en un inmueble que en 1884 —época de la industrialización textil en México y Puebla— fue una fábrica de capital francés. La entonces Casa Latisnere —o Antiguo Manantial de Aguas Minerales y Bebidas Gaseosas—, posteriormente fue conocida como Fábrica de Aguas Minerales, Hielo y Bebidas de Sabores “La Superior”. Con el escenario puesto, la creatividad fue retada para llevar la construcción decimonónica a su renacimiento en pleno siglo XXI. El resultado obtenido por Legorreta+Legorreta en sociedad con Serrano Monjaraz Arquitectos es un inmueble de baja escala que se inserta respetuosamente en su contexto inmediato, sin competir con él. La primera incursión de ambos despachos en tierras poblanas logra un volumen humano dentro de una zona exclusivamente peatonal. Derivados de una cuidadosa búsqueda plástica, la sobria utilización de los materiales locales, apegados a los originales, contrasta con el colorido y texturas del entorno.

Los arquitectos destacan la importancia del inmueble como un “centro del desarrollo” y la oportunidad de darle una segunda vida con un nuevo uso. Por esta razón fue fundamental la colaboración del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)el cual participó y supervisó los trabajos desde el inicio.

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La propuesta se desarrolla en cuatro niveles bajo un esquema en “L”. En la planta baja el acceso conserva sus elementos y su estado original: muros a la cal y bóvedas catalanas hechas con lámina acanalada expuesta, ejemplificando el carácter industrial de la antigua fábrica. A los lados del acceso se encuentran el lobby-librería, bodega de vinos y una sala de lectura.

El restaurante-bar para 70 personas y su showcooking están abiertos hacia el patio lateral a cuatro alturas y tiene como remate la torre de la iglesia de San Francisco. El patio ordena y articula todo el proyecto, a la vez que recupera su carácter e importancia, “tal como lo hiciera en su tiempo el patio poblano”, afirma Víctor Legorreta.

Tres salones para eventos que pueden transformarse en uno sólo y el centro de negocios complementan los espacios de la planta baja. En los niveles 1 y 2 se localizan las 26 habitaciones (13 por cada piso) incluida la master suite que cuenta con terraza e hidromasaje propios. En el último nivel se localiza la terraza que cuenta con bar, alberca (intervención de la artista mexicana Laureana Toledo), hidromasaje, gimnasio y área de masaje.

Desde este nivel es posible apreciar casi en su totalidad el proyecto del Río San Francisco, teniendo siempre vista hacia el templo. No obstante el reducido número de habitaciones, La Purificadora cuenta con servicios como sala de prensa, internet inalámbrico y televisión por cable, además de que se incorporó un elevador para huéspedes. El hotel cuenta con planta de emergencia y red contra incendio.

Moderno hotel de época
El arquitecto Juan Pablo Serrano, del despacho Serrano-Monjaraz, comenta a Obras que una de las ideas principales del proyecto fue utilizar los materiales del edificio original que pudieran rescatarse, para que fungieran como “testigos del tiempo y testimonio de la historia”. Como resultado de la minuciosa recuperación de piezas, los pisos del vestíbulo, sala de lectura y salones para eventos se hicieron de cabezas de polines; las columnas de la planta baja se enfatizaron al forrarlas con las vigas de madera de los entrepisos originales y las mesas del restaurante también se hicieron de este material.

Los grandes muros de piedra que conforman el volumen del edificio y que rodean al patio contrastan con la limpieza, sencillez y transparencia del cristal claro de los balcones de las habitaciones del segundo piso. Maderas naturales para los trabajos de carpintería y piedra laja en color oscuro fueron los materiales empleados en pisos y pasillos.

Si el color y el agua han sido tema recurrente en la arquitectura de Lego­rreta+Legorreta, en este proyecto acuden a ellos con la discreción necesaria para que el edificio hable por sí mismo. El blanco de los muros, los detalles de ónix poblano en los pasillos y el negro en los pisos enmarcan el color obispo. Los materiales se repiten al interior de las habitaciones: madera natural en pisos del segundo nivel (en el primer nivel se fabricaron de pasta de 15 x 15 cm en blanco y negro), ónix en los recubrimientos de los baños y aplanados de yeso en muros y plafones. Destacan los clósets diseñados en cristal, dándole elegancia, transparencia y amplitud a las habitaciones.

Dos temas fueron siempre referencia para el proyecto: el primero, el agua y el cristal. El agua intencionalmente hace recordar el pasado y el uso primigenio del edificio. Aparece en la alberca, el estanque y en una casi imperceptible caída en las imponentes escaleras del patio lateral. El cristal claro de las escaleras que conducen a la terraza, en los balcones y los clósets, así como el acrílico transparente en los cestos de basura, son una abstracción del agua como elemento limpio y claro, que al igual que el mobiliario color obispo, “purifican”, dice Rafael Micha, socio del grupo Habita, y puntualiza que sus hoteles, “en el nombre llevan la penitencia”.

El segundo tema utilizado es el contraste que se expresa en la masividad de los muros de piedra originales que resaltan por los vanos que componen los balcones.

El trabajo logrado con esta intervención es una pieza de arquitectura donde pasado y presente conviven sin tensiones y donde no sólo se unen arquitecturas de tiempos y usos distintos sino el trabajo formado por dos despachos, dos generaciones: uno con larguísima trayectoria y reconocimiento, y otro que va por el mismo camino. El destino depara a este bicentenario inmueble un segundo aire.

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