Las nuevas oficinas, espacios reducidos
La oficina del futuro nada tiene que ver con Miles Monroe —el personaje platinado de El Dormilón, de Woody Allen, una sátira futurista ubicada en el 2173—, sino con transformar los espacios de trabajo en oficinas productivas. A diferencia de antaño, ahora tener una oficina grande y lujosa revela poca eficiencia porque no hacen falta grandes espacios para ser productivo, afirma Víctor Lachica, presidente de Cushman & Wakefield México, una importante desarrolladora inmobiliaria internacional. “Entre menos espacio se ocupe más eficiente se es sin importar la jerarquía”, asegura.
Esta idea no ha conquistado todos los rincones, ya que durante mucho tiempo se ha asociado tamaño de oficina con jerarquía en la empresa. Hace veinte años, los privados de los directores eran tan grandes como la casa que ahora habita una familia: tenían una estancia que podía alojar cómodamente a cinco personas, baño con regadera, sala de juntas hasta para 10 personas, espacios para libreros y un gran escritorio. Las más grandes medían hasta 100 m2, recuerda Lorena Fuertes, vicepresidente ejecutiva de Jones Lang La Salle, una de las desarrolladoras inmobiliarias líderes a nivel mundial. Algunos dueños de empresas todavía tienen espacios con esas dimensiones, pero la realidad es que, en el creciente mercado de los nuevos centros de negocios en la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, los oficinas son cada vez más pequeñas.
En los últimos diez años las oficinas se han reducido a cerca de 10 m2. “Ahora la oficina del director mide entre 20 y 25 m2 en promedio”, explica Fuertes.
Y es que la decisión de construir oficinas se ha ido complicando conforme pasan los años; ya no son los directores quienes deciden cómo repartir el espacio sino los desarrolladores inmobiliarios, arquitectos, muebleros y especialistas en Recursos Humanos, quienes de acuerdo con el giro del negocio, determinan el área que cada empleado necesita. Los operadores de un call center son, a ojos de todos ellos, quienes requieren menos espacio. A ellos se les asignan 2 m2.
Los buenos tiempos
Hasta los años 80, era tan difícil y caro el financiamiento bancario que los hombres de negocios preferían construir bajo el régimen de propiedad en condominio y compartir el edificio con otros.
Por esta razón, los empresarios convertían sus oficinas en una extensión de sus residencias. “No dudaban en cumplir todos sus caprichos: si querían tapizar las paredes con maderas preciosas, no lo pensaban dos veces”. Entonces era común escuchar que había empresarios ricos con empresas pobres, cuenta Lachica.
Lorena Fuertes tiene grabado cómo era el protocolo para llegar a la oficina de un empresario: primero la recepción, después la secretaria, luego una edecán y, por último, un mesero que acompañaba a la sala en el interior de la oficina y ofrecía una bebida para refrescarse durante la espera.
Este culto al estatus comenzó a cambiar tras la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que trajo al país una oleada de multinacionales, que buscaban la mayor rentabilidad y, por lo tanto, querían optimizar al máximo los espacios de sus corporativos. Además, muchas empresas que entraron a la Bolsa Mexicana de Va-lores (BMV) enfrentaron la exigencia de sus inversionistas de justificar cada centavo. Fue el caso de Grupo Bimbo y de Consorcio ARA.
La llegada de los grandes desarrolladores inmobiliarios corporativos dio otro giro al mercado corporativo, al poner en renta edificios para oficinas y darles así libertad para reubicarse en espacios que satisficieran sus necesidades.
“A principios de los 90, los edificios clasificados como clase A podían llegar a cotizar hasta 60 dólares por metro cuadrado rentable por mes, más el cajón del estacionamiento, que en algunas veces se llegó a cotizar hasta en 180 dólares mensuales”, cuenta Fuertes.
En la actualidad vale 25 dólares, en promedio, aunque para acondicionar ese espacio —sin contar equipo y mobiliario— es necesario invertir entre 550 y 700 dólares por metro cuadrado.
Por ello, optimizar los espacios se convirtió en una cuestión fundamental.
La era de los rascacielos
Santa Fe definió una nueva era en el mercado corporativo. De 1990 a 1994 hubo una oleada de trasnacionales que abrieron oficinas en el país y que impusieron sus estándares en espacios, muebles y cultura organizacional, conceptos que resultaban extraños para los empresarios nacionales.
La democratización de los espacios de trabajo de los directivos también es resultado de un relevo generacional, de acuerdo con Alberto Mondelli, director de capital humano para América Latina de Mercer, una firma de consultoría, outsourcing e inversiones. “En los ochenta la mayoría de los directores tenían entre 50 y 70 años. A partir de los noventa la edad promedio es de 40 a 60 años”.
Son tendencias que cambian según las edades. Por ejemplo, un director mayor de 40 años preferirá muebles grandes y aca-bados de madera, tendencia que define perfectamente la oficina de Germán Ahumada Russek, presidente de Consorcio ARA, una de las desarrolladoras de vivienda más importantes del país. Su despacho tiene una estancia en su interior, muebles grandes de madera y baño privado en un espacio de aproximadamente 40 metros cuadradros.
Por el contrario, un empresario joven —de alrededor de los 30-40 años— busca una oficina minimalista con transparencias y espacios abiertos. Así lo cuenta Horacio Rico, quien dirige la agencia de publicidad Colectivo desde hace tres años. “Quería una oficina sin divisiones ni muebles llamativos, sino un espacio amigable para que la gente conviva, porque a fin de cuentas somos una gran familia. Además, así controlas mejor a tu gente porque puedes ver lo que están haciendo”, dice Rico, quien también sufre sus desventajas: “No tienes privacidad”.
En TeránTBWA, agencia de publicidad, decidieron eliminar los vidrios y que la “fábrica de ideas” —como se autodenominan—, fuera una gran estancia democrática y abierta. Pero la voz del jefe es tan fuerte, que instalaron paredes de cristal. Es la única oficina amurallada, pero con cristal.
A pesar de los sacrificios que se han hecho para lograr una mayor rentabilidad, hay quienes aseguran que no se está construyendo un espacio rentable en su totalidad. Para Lorenzo Díaz Campos, director general de Grupo Di, especialista en mobiliario para oficinas, los despachos se han sofisticado pero aún no han evolucionado. “Todavía se construyen oficinas de los 80”, asegura. Esto se debe a que las empresas prefieren concentrar su oficinas en un edificio, en lugar de buscar el mejor esquema para hacerlas productivas.