OPINIÓN: Cuando la violación se convierte en una herramienta de guerra
(CNN) — El gran valor demostrado por Eman al-Obeidy en insistir en contar su historia de supuesta violación grupal continua y tortura en Libia, está ayudando a cambiar la discusión en Libia y el Medio Oriente acerca del uso de violencia sexual como un arma de represión.
Desde que al-Obeidy irrumpió en un hotel lleno de periodistas la semana pasada y les dijera que había sido violada por la milicia del Estado, los partidarios de Gadhafi han empleado una serie de viles tácticas para acabarla, las cuales son dolorosamente familiares. La llamaron borracha, prostituta, pornográfica, mentirosa, inestable mental, golpeando su honor y el de su familia.
Cuando esas tácticas fallaron, insinuaron que de alguna manera había sido su culpa, afirmando que tenía programada una reunión con uno de los hombres que ella afirma que la atacó. Otros más intentaron demandarla.
Sin duda están frustrados y sorprendidos de que las artimañas comunes para silenciar a una mujer no lo han hecho con Obeidy, quien ha sido tenaz en su deseo de contar su historia. Es afortunada de que su familia la apoye, rechazando supuestas ofrecimientos de dinero, propiedades y seguridad a cambio de denunciarla.
En otros casos, las sobrevivientes de semejante trato en esa región del mundo, han sido rechazadas por sus familias y comunidades por el estigma social que les representa.
La violación ha sido utilizada históricamente como una herramienta de guerra. Más allá de Libia y el Medio Oriente, la violación y violencia sexual han sido utilizadas en los conflictos de Bosnia, Ruanda, Burma, Guatemala y Bangladesh para diseminar el terror y la destrucción.
Es difícil especular el alcance de este tipo de abusos sexuales en Libia , o si ha sido implementado sistemáticamente durante el desarrollo del conflicto –ha habido un reducido número de reportes hasta el momento. Pero al-Obeidy describió su ataque en un contexto familiar: Le dijo a Anderson Cooper de CNN que sus captores “decían, 'Que vengan los hombres del este de Libia para que vean lo que les estamos haciendo a sus mujeres, cómo las tratamos y las violamos'”.
El uso calculado e intencional de la violación como una estrategia de represión es para algunos un mecanismo para estigmatizar y desmoralizar no sólo a la víctima, sino a familias y comunidades enteras.
La comunidad internacional ha reconocido lo anterior. Desde principios de los noventas, tras el brutal conflicto de los Balcanes , donde aproximadamente 20,000 mujeres fueron violadas, los tribunales internacionales de crímenes de guerra han reconocido repetidamente varias formas de violencia sexual como crímenes de guerra y en algunos casos, como instrumentos de genocidio.
Cuando se cometen de manera extensa y sistemática, lo cual ocurre casi siempre en situaciones de guerra, pueden sumarse a los crímenes contra la humanidad. Lo anterior, al menos brinda un poco de justicia a las víctimas.
En ningún lado esto ha sido más necesario que en la República Democrática del Congo , la cual ha sido azotada por conflictos desde los noventas. El año pasado, la ONU registró unas 11,000 violaciones, pero se cree que la verdadera cifra es mucho mayor. Lo suficiente para que el representante especial de la ONU para casos de violencia sexual denominara al este país como “la capital mundial de la violación”.
Se cree que la justicia está llegando al este del Congo, donde la Iniciativa por la Justicia de la Sociedad Abierta ha apoyado el desarrollo de cortes de justicia de género móviles que puedan realizar sesiones en ciudades y pueblos remotos al este del país donde han ocurrido muchas atrocidades.
En febrero, vi aplaudir y cantar a cientos de aldeanos en Baraka cuando una corte móvil emitió las sentencias de cuatro militares que fueron declarados culpables de violación, considerándolo un crimen contra la humanidad por haber participado en una violación masiva en un pequeño poblado de Fizi en año nuevo. La corte sentenció a los líderes a 20 años de prisión.
Los jueces, el fiscal, el consejo defensor y los abogados congoleses trabajaron sin descanso durante dos semanas para que se estableciera este juzgado conjunto en una remota aldea sin acceso a agua potable ni electricidad. Millones más esperan justicias, pero este juzgado ha dado un rayo de esperanza para el futuro. Las mujeres violadas en el Congo aún viven en cabañas de lodo, luchan diariamente para sobrevivir y muchas aún son rechazadas por sus esposos. Pero ahora han recibido algo transitorio pero increíblemente valioso: justicia.
El mes pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU remitió la situación en Libia a la Corte Criminal Internacional, la cual ahora investiga los reportes de ataques a civiles y otras violaciones a la ley internacional.
Si se determina que Gadhafi y sus partidarios son responsables no sólo por no proteger a mujeres como al-Obeidy, sino también por apoyar explícita o tácitamente, o por simplemente ignorar el uso de la violación en tiempos de guerra, al-Obeidy podría recibir algo de justicia por los terribles crímenes que supuestamente se cometieron en su contra.
Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las de Kelly Askin.