El gesto de Carstens
Los discursos nacionalistas y sentimentales que no se refieran al futbol -por ejemplo, al gol de Gio- me parecen detestables. Es más, me parece comprensible que para algunas personas ni siquiera el deporte sea motivo suficiente para chillar sobre la bandera. Con perdón, me voy a permitir un poco de sentimentalismo nacionalista para celebrar el gesto de Agustín Carstens.
Alzar la mano contra mundum, consciente como nadie de que un pacto de postguerra se alzaba entre él y la dirección gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) , tiene algo punk, romántico y esencialmente verdadero. Me conmueve, hasta me da esperanza de que en este país somos capaces de ofrecer al mundo algo más que cadáveres, emigrantes desaparecidos o indocumentados, miseria, sistemas educativos de atípica simbiosis y demás males de la patria.
Carstens tenía las mejores credenciales para ser director gerente del FMI, eso lo sabe hasta Lagarde. Tenía algo más, era una voz llegada de los países emergentes que piden una voz en ese mundo desconocido hacia el que nos dirigimos y que se cuece entre las brasas de Grecia y el potaje de la Fed , a partir de la pujanza de India y China, del México que soñamos para nuestros hijos (les advertí que esto iba a ponerse muy cursi).
Claro que podemos distanciarnos un poco, y hacerlo más analítico: por fin vemos un gesto de política exterior del Gobierno de Calderón diferente, un paso en la dirección de formar parte de las cúpulas de decisión de los organismos multilaterales. Pusimos a los europeos a trabajar, y no sólo eso: cuando México hable, en el FMI nos van a escuchar.
Estuvimos en la agenda con noticias sin sangre y con propuesta. Gracias por el gesto, señor gobernador.