OPINIÓN: Los viajes al espacio son una experiencia espiritual

El viaje del Atlantis a Alpha, la estación espacial internacional será la misión 135 de la NASA y la última en un programa de transbordadores espaciales, que comenzó hace 30 años. Sigue en vivo la cobertura de CNN del lanzamiento este viernes, comenzando a las 10 am ET en CNN, CNN.com/Live y las apps móviles de CNN. Después da un vistazo a CNN Presents: Beyond Atlantis el viernes a las 10 pm ET.
Nota del editor: Madhu Thangavelu tiene a su cargo la Space Exploration Architecture Concept Synthesis Studio en la Universidad del Sur de California.
(CNN) — La religión y la búsqueda científica se separaron hace cientos de años, por lo menos a la vista de la gente.
Todo mundo conoce la historia de Galileo, quien se mantuvo con su evidencia empírica de Copérnico, un sistema solar con el sol como el centro incluso bajo la amenaza de muerte con el método preferido de la iglesia para castigar la herejía: la quema en la hoguera.
La iglesia confinó a Galileo a un arresto domiciliario por el resto de su vida.
Y sin embargo, durante milenios, la religión fue el principal proveedor de ciencias, especialmente astronomía. Eso es evidente en los símbolos y las imágenes proyectadas en las catedrales, mezquitas y templos de todo el mundo. Durante mucho tiempo, el cielo perteneció a Dios y a la religión, y los científicos, de Newton a Einstein enmarcaron una búsqueda científica como una investigación de lo divino.
Vale la pena señalar que el término Big Bang, aunque fue acuñado por el astrónomo Fred Hoyle, fue concebido por un clérigo, monseñor Georges Lamaitre de Bélgica.
En la actualidad, la actividad humana en el espacio ofrece un lugar importante para explorar el potencial de las relaciones significativas entre la ciencia y la religión —o al menos la ciencia y la espiritualidad.
La religión despojada de sus costumbres y prácticas litúrgicas se podría llamar espiritualidad. Es el asombro que los exploradores sienten cuando se exponen a los secretos de la naturaleza y a nuevas dimensiones de la experiencia humana.
Mientras las naves espaciales surcan el sistema solar, enviando imágenes de mundos lejanos, el deseo de la humanidad para estar ahí físicamente es lo que motiva a la NASA y a otros a buscar explorar el espacio . Sin un vibrante componente de actividad humana en el espacio, la NASA no tendría razón de existir.
Mientras el transbordador espacial Atlantis se prepara para su última misión el viernes, el sector privado probablemente dirigirá ahora el camino de los vuelos espaciales tripulados.
Los exploradores espaciales siguen buscando una intensa experiencia espiritual y están dispuestos a arriesgar sus vidas para eso, y confío que eso continuará impulsando la innovación de los viajes espaciales.
A este nuevo grupo de aventureros les llamamos turistas espaciales , pero en su mayoría son peregrinos espirituales buscando experimentar y apreciar el lugar del hombre en el universo.
En el transbordador, la experiencia espiritual comienza con el despegue. Con sus ojos puestos en vidrio de la cabina y sus oídos en sintonía con la misión de control por encima del rugido de los poderosos motores, la tripulación reza por un exitoso despegue sin problemas.
Esto es, porque a pesar de las revisiones y verificaciones, a pesar de los mejores esfuerzos del equipo en tierra y de los controladores, muchas cosas pueden salir mal en un sistema tan complejo.
El monitoreo de los últimos minutos antes del lanzamiento es tan riguroso e intenso que la secuencia entera pasa de manos de la tripulación a un conjunto de computadoras. Cuando tu vida está en las manos de máquinas, rezar es importante.
Mientras los propulsores caen y el viaje comienza a ser más suave, los astronautas comienzan a ver el espectáculo de la naturaleza a través de las ventanas. Sus ojos, a pesar de estar fijos en los números de Mach que suben constantemente más de veinte veces la velocidad de una bala, quedan atrapados por el asombro del entorno espacial.
Pocos minutos después de que el impulso final los pone en órbita, los motores se apagan y sus cuerpos se liberan de la fuerza de la gravedad, la tripulación queda sobrecogida por la asombrosa majestuosidad del disco de la Tierra . Ellos experimentan un despertar espiritual que no se puede expresar con palabras.
Sus cuerpos, mientras tanto, se comienzan a adaptar al entorno sin gravedad.
Al llegar a la estación espacial internacional, lo primero que hacen es buscar el planeta Tierra. La estación espacial usa una cúpula fabricada en Italia, una larga y exquisita ventana que mira hacia el planeta Tierra, y quizá sea el componente más estético de toda la instalación. ¿Qué domo de alguna catedral podría sustituir esta Tierra viva como techo?
La tripulación de la Estación Espacial Internacional pasa mucho de su tiempo libre solo mirando hacia fuera de la cúpula y maravillándose de los colores dinámicos y el drama que ofrece la Tierra que se desliza por debajo de ellos, cuando el día se convierte en noche y viceversa, todo en cuestión de minutos, mientras ellos dan vueltas al planeta.
Los astronautas me miran a los ojos cuando hago la pregunta:¿Qué se siente caminar sobre la superficie de la luna?
Bueno, realmente tienes que estar ahí para vivirlo, contestan.
Mientras que en el espacio, sus sistemas sensoriales aumentan al máximo nivel de alerta, los latidos del corazón acelerando como el de los atletas en su máximo rendimiento, ellos se están inundando en terabits de información. El torrente de información es simplemente demasiado difícil para resumir, en términos técnicos, prosa o poesía.
A pesar de que están plenamente conscientes de que las leyes de gravedad y movimiento de Newton y Kepler los guiaron allí, algunos me han dicho que sus mentes se dirigen hacia sus creencias religiosas.
La mayoría de las personas de las tripulaciones de misiones espaciales regresan cambiadas para siempre. Los astronautas no ven las fronteras nacionales, no ven naciones en guerra, y pocas veces notan los estragos de la humanidad y la industria sobre la faz del planeta.
Todo lo que ven es un planeta increíblemente vibrante, una gran cantidad de ricos océanos azules, picos nevados de color blanco en cadenas de montañas y nubes mientras los continentes se esconden por de bajo de ellas en absoluto silencio. Nadie les pregunta el país de origen o que se formen para revisar una visa.
Ellos ven el mundo como una enorme y armoniosa entidad viva. Se ven inmersos en un abrazo cálido y afectuoso, no se pueden escapar del sentimiento de unidad con la naturaleza. Desde la órbita, la idea de una humanidad común se vuelve realidad.
Si esto no es un despertar espiritual, ¿qué lo es?
Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente de Madhu Thangavelu