OPINIÓN: ¿Dónde están las ideas de los demócratas?
Nota del editor: Julian E. Zelizer es profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton. Es autor de “Jimmy Carter” (Times Books) y editor de un libro que evaluó la administración de George W. Bush, publicado por Princeton University Press.
(CNN) — Cuando murió el senador Ted Kennedy, en agosto de 2009, muchos demócratas se preguntaron quién podría reemplazar a aquella voz del liberalismo moderno . Con un presidente estadounidense que en ese entonces entablaba una batalla en el Congreso sobre un ambicioso programa de salud, muchos pensaron que él, Obama, sería el indicado para reemplazarlo.
Pero en los últimos meses Obama no ha cubierto ese papel, lo cual quedó claro en el debate sobre el techo de endeudamiento. Salvo un puñado de funcionarios del partido, conducidos por la líder de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, el silencio del liberalismo ha sido asombroso.
Desde que los republicanos tomaron las riendas de la Cámara de Representantes, en 2010, los demócratas se han comportado como un equipo de futbol que inicia el juego más preocupado en no permitir al contrario anotar que ellos tener un plan propio para marcar gol.
Un factor que permitió que a los republicanos remontar la derrota a la que se enfrentó en 2008 fue su capacidad de ceñirse a un puñado de ideas que animaron a sus partidarios.
Durante el debate sobre el techo de deuda y la reducción del déficit , los republicanos remarcaron su argumento. El mensaje fue simple: el gobierno hace mal las cosas y el déficit se ha convertido en una gran amenaza para la estabilidad de la nación. Si el déficit no se reduce prontamente, el país lo padecerá. En el mismo tenor de ideas estuvo el reclamo sobre no entrometer en el asunto un aumento de impuestos, o eso arruinaría las posibilidades de una recuperación económica.
La esencia de la respuesta de los demócratas, salida de la Casa Blanca, fue el que ellos estaban en desacuerdo en el tamaño de los recortes necesarios. Obama también activó un poco convincente plan de elevar impuestos a los más acaudalados, aunque él mismo no hizo mucho el año pasado para que se aprobara esta iniciativa.
De hecho, en diciembre, la última vez que los demócratas controlaron ambas cámaras del Congreso, Obama estuvo de acuerdo en ampliar los recortes en la cantidad de impuestos a los ricos, algo que hizo el presidente George W. Bush.
Lo irónico del asunto es que los liberales tienen, a menudo, la opinión pública de su lado. Aun así, los demócratas frecuentemente se espantan de decir lo que la mayoría de los estadounidenses piensa.
Las encuestas mostraron, de forma consistente, que la ciudadanía había estado a favor de incrementar los impuestos a los ricos para ayudar a reducir el déficit. Las encuestas también demostraron que los votantes esperaban mucho de los servicios públicos que los republicanos se habían dispuesto a recortar. Empleo, no el déficit, es la preocupación principal de los estadounidenses. También demostraron que la ciudadanía estaba poco contenta con el desempeño de los republicanos durante la crisis del techo de deuda, y que tenían una opinión negativa del Partido del Té.
¿Cuáles son los argumentos que los máximos representantes de los demócratas no supieron colocar cuando estaba la crisis del techo de endeudamiento?
El primero fue encarar el supuesto básico sobre que justo este es el tiempo de hacer recortes al gasto de gobierno. Muchos economistas habían advertido que retirar dinero de la economía y hacer recortes de los empleos gubernamentales no eran la mejor opción. Obama se arriesga a repetir el error del presidente Franklin D. Roosevelt, quien en 1937 intentó equilibrar el presupuesto, y que tan sólo consiguió llevar a la economía a un estado de recesión.
Mientras que Wall Street reaccionó a informes pobremente elaborados el día del debate sobre la deuda, había evidencia de que la reducción del déficit no era la panacea que los republicanos habían prometido y que revitalizar la economía –junto con la mayor recaudación fiscal que esto generaría- era la mejor manera de restaurar la confianza.
El segundo argumento que los estadounidenses escasamente escuchan de los demócratas es que el gobierno sea bueno. Debido a las voces de los republicanos sobre cómo la crisis fiscal en Grecia demostró que el gobierno debía hacer rápidos recortes, los demócratas podrían haber demostrado lo mismo sobre el cómo una buena red de seguridad social e inversión en infraestructura habían jugado un papel fundamental en las economías saludables. Ellos pudieron haber señalado el increíble crecimiento que tuvo la economía americana en los años cuarenta y cincuenta, lo cual habría sido imposible sin la inversión del gobierno.
El argumento final versa sobre la necesidad de incrementar impuestos. Los republicanos alegan que cualquier incremento fiscal sofoca el crecimiento de la economía. Muchos economistas respetados, de todos los lugares del espectro político, están en desacuerdo con esto. Entre los expertos, hay un acuerdo en que una reducción real del déficit requiere incrementar los ingresos hacendarios, no sólo recortes en el gasto público.
En el pasado, los demócratas tenían voluntad de realizar argumentaciones para defender el incremento de impuestos. Roosevelt argumentó durante la Segunda Guerra Mundial que los estadounidenses debían sacrificarse por el bien de la nación. En 1967 y en 1968, Lyndon B. Johnson aseguró que una nación rica podría permitirse contribuir más al bien público para la consecución de los objetivos de la política interior y exterior del país.
A menos que los demócratas comiencen a proponer algunas de sus ideas, se las verán difícil en las próximas elecciones. Al fin y al cabo, la mayoría de los estadounidenses quieren una razón para votar , y candidatos en los cuales puedan confiar.
El candidato Obama se dio cuenta de ello en 2008 y lo utilizó para derrotar a la senadora Hillary Clinton en las elecciones primarias de su partido. Como presidente, Obama ha actuado de forma muy diferente y se arriesga a intensificar el vacío ideológico que tantos problemas a causado a su partido.
La opinión expresada en este comentario es solamente la de Julian E. Zelizer