OPINIÓN: El uso de la arroba "mutila" el lenguaje

Nota del editor: El doctor Sandro Cohen es profesor-investigador titular en el Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco (UAM), y poeta, narrador, traductor, editor y ensayista.
(QUO)— La palabra arroba implica, en castellano, el equivalente de 11.502 kilogramos (cuidado, si uno, por mera casualidad, anda en Aragón, España, según el Diccionario de la Real Academia Española, una arroba equivale a 12.5 kilogramos).
La verdad, hoy se emplea más como el nombre del signo @ que usamos en correos electrónicos : minombre123@dominio.org.
Algunas personas políticamente correctas, al darse cuenta de que torturan el idioma al hacer repeticiones innecesarias —como niñas y niños, mexicanas y mexicanos, ciudadanas y ciudadanos—, dieron con la ocurrencia de emplear la arroba para indicar que el sustantivo o adjetivo incluye a personas del sexo masculino y del femenino. Esta idea se basa en que el arroba se parece a una a encerrada en una o: @.
Así, vemos, con frecuencia, escritos que incluyen frases como ésta: “L@s niñ@s bien comportad@s deben presentarse en la Dirección para recibir una paleta de dulce”. A pesar de que ésta pretende ser una salida ocurrente, no resulta tan buena idea, porque la arroba no es un signo ortográfico y presenta varios problemas, dos de los cuales son importantes.
Para empezar, no se puede emplear en singular: Celebremos el Día del Niñ@, ya que el artículo del permanece dentro del género masculino y no corresponde a la opción femenina implícita en niñ@. Además, ¿cómo se pronuncia l@s, niñ@, comportad@s? En la escritura formal, entonces, debemos evitar este gracejo, mientras vemos cómo evoluciona el fenómeno.
Existe el verbo arrobar que, dicho sea de paso, no tiene nada que ver con la @. Aun así, se trata de una palabra elegante que, empleada de modo pronominal, significa enajenarse, quedar fuera de sí. "Me arrobo ante la belleza de aquella señorita”. Uno se arroba con o ante tal o cual persona o fenómeno. También puede emplearse transitivamente, es decir, con complemento directo: “Sus encantos arrobaron a la multitud desde que entonó la primera frase de la canción". El sujeto es sus encantos; el complemento directo, la multitud.
Mas no deberíamos dejarnos arrobar por la tentación de asesinar la lengua castellana armados con el signo @, el cual —propiamente dicho— no es ni letra ni signo de puntuación, tal como sucede con el de pesos o dólares: $. No por firmar $andro me volveré rico. Y si fuera transexual, ni firmando Sandr@ podría resolver todos mis problemas. El mundo real es más difícil, más complejo y, ¿por qué no?, más hermoso.
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